La primera ministra de Noruega, Erna Solberg, está obsesionada con la felicidad. Una de sus premisas es hacer del mundo un lugar más amigable. Es por ello que Venezuela ocupa un espacio clave en su agenda. Sólo 2,5% de los venezolanos afirman ser felices, según la encuestadora Delphos, y esto va en contra de la premisa principal de Solberg. De ahí que su gobierno sea el facilitador de las conversaciones que Juan Guaidó y Nicolás Maduro mantienen para solucionar la crisis de Venezuela.
Erna Solberg es una mujer competitiva. Cuando en 2013 se convirtió en la primera ministra de Noruega se fijó el objetivo de superar a Dinamarca, un país vecino, como la nación más feliz de la tierra.
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Por un tiempo no lo consiguió. “¡Tendré que encontrar algo nuevo!”, gritaba Solberg mientras contemplaba cómo el 20 de marzo -día mundial de la felicidad, y día en el que Naciones Unidas publicaba el ranking- Dinamarca sobrepasaba a Noruega como el país más feliz del mundo.
Esto fue una constante en los primeros años del gobierno de Solberg, y en cierto modo una frustración. Hasta que llegó 2017, y con él, la proclamación de Noruega como el país más feliz de la Tierra por primera vez en su historia. Aquel 20 de marzo, entre celebraciones, dejó entrever su carácter competitivo incrustando en su discurso un pero.
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