Vuelve el tráfico a las calles de las ciudades venezolanas. Desaparecieron las largas colas de coches esperando para poder repostar ante la falta de combustible. Nuevas cantinas de productos prémium han abierto en ciudades como Caracas, Valencia o Maracaibo y las imágenes de supermercados desabastecidos ya son parte del pasado reciente de Venezuela.
Por Álvaro Ybarra Zavala | ABC
El dólar es ahora la moneda oficial en una clandestinidad consentida por el chavismo que rige el día a día de los venezolanos, y a diferencia de años anteriores, ahora el sentido del éxodo venezolano tomó el rumbo inverso y una gran parte de aquellos que huyeron de Venezuela en busca de un futuro mejor regresan ante las nuevas expectativas de crecimiento económico y estabilidad que vive el país.
«Los hermanos Rodríguez y el entorno de Maduro se dieron cuenta de que para poder sobrevivir en el poder tenían que dejar de joder a empresarios y a la gente que quiere vivir en esta tierra. Además, ahora con la reapertura de conversaciones con EE.UU. y el levantamientos de sanciones, que parece que será una realidad más pronto que tarde, Venezuela ofrece oportunidades para hacer dinero y negocios como siempre se dio en este país», afirma un importante empresario venezolano que pide permanecer en el anonimato, ya que aún es arriesgado hablar públicamente sobre cuestiones políticas o de otra índole en Venezuela.
Sin embargo, tras este nuevo manto de bonanza económica y recuperación de una cierta normalidad en el país se esconde la dramática realidad de los hijos de Chávez. Los hijos de Chávez son ese electorado que vio en la figura de Hugo Chávez Frías un símbolo de esperanza para salir de la pobreza, el hambre y el olvido social en el que vivían y en el que a día de hoy, aún continúan.
«Aquí las cosas cada día están peor. En el barrio la gente se muere por una huevonada de salud porque en el hospital no tienen con que tratarlo y el enfermo no tiene la plata para poder pagar los insumos para que le puedan atender en el hospital». Asegura Carolina Leal, una líder social que en el pasado militó en el partido chavista, pero que ahora vive para ayudar a la gente.
Desde hace seis años reparte más de 250 almuerzos semanales y se ocupa de ayudar a los enfermos de las barriadas de Santa Rosa de Aguas y Milagros de Arriba.
A día de hoy en Venezuela se puede conseguir cualquier medicamento, basta con entrar en cualquier farmacia u observar la reapertura de los castigados establecimientos farmacéuticos de Farmatodo y uno observa que no falta de nada.
Es el tener o no tener dinero lo que marca la diferencia entre vivir o morir en Venezuela. «La revolución se olvidó de los que no tienen», dice Carolina y basta con visitar para comparar un hospital público y luego uno privado en la Venezuela actual, para darse cuenta del gran abismo social que hoy se vive en este muevo ‘boom’ económico bolivariano que vive el país y que se olvidó de los hijos de Chávez.
Condenada a morir
En el interior de una casa de la barriada de Santa Rosa de Aguas, sentada en la penumbra una joven llora en silencio. Su nombre es Stefani Ríos. Tiene 25 años y su rostro marcado por unas profundas ojeras, oculta una belleza clásica de otro tiempo más propia de una protagonista de un cuadro de Edouard Manet.
Su mirada es la viva representación de la angustia propia de una persona que sabe que está condenada a morir. En su interior aún se encuentra el feto muerto de su bebé de más de doce semanas hace cinco días y no lo puede expulsar. Necesita con urgencia un legrado y antibióticos para así detener la infección que la está matando, pero no tiene los treinta dólares necesarios para comprarlos junto al material médico que le exigen los médicos para poder ingresarla. El hospital no tiene medicamentos ni material quirúrgico para poder tratarla.
El sistema hospitalario público del país se encuentra en un colapso total. La Federación Médicos de Venezuela (FMV) asegura que la situación en el país presenta un cierre técnico en más del 95% por el abandono de sus instalaciones, falta de mantenimiento, carencia de equipos médicos, herramientas de trabajo, vigilancia, electricidad, agua, ascensores, insumos y medicinas entre otras muchas necesidades.
Sin embargo, la respuesta del chavismo a esta situación fue comenzar una lucha contra lo que denominó «mafias hospitalarias» y, como primera medida, ordenó la incorporación de inspectores secretos en los centros de salud para cazar a los trabajadores que –dice– sustraen los insumos y medicamentos. Como resultado de esta política, la gente sin recursos se muere en sus casa ante la imposibilidad de ser tratado en un hospital público en Venezuela.
Los niños, los más afectados: dos años y malnutrición severa
Ana Orozco, de 22 años, junto a su tercer hijo, Alexander Esteban Morán Orozco de 2 años que sufre de malnutrición severa. Viven gracias a la recolección y venta de chatarra, una profesión de riesgo en estos días en la Venezuela actual por tratarse de un sector controlado por las mafias locales que controlan el Zulia.
Con independencia de la mejora económica que vive el país, la dolarización de su economía ha convertido en un imposible que la población vulnerable pueda tener acceso a los productos básicos.
Postrada en la cama por un tumor
Manuela Mora, de 52 años, lleva un año postrada en la cama esperando poder conseguir el dinero que le permita comprar los medicamentos y los utensilios médicos que le permitan tratar en un hospital su tumor RT localizado en su pierna derecha.
En Venezuela, donde a pesar de la mejoría económica que vive el país la dolarización de su económica ha convertido los medicamentos en un bien de lujo. Un gran porcentaje de los hospitales públicos padecen un desabastecimiento general de medicinas básicas y material médico.
La vida en peligro por no tener 30 dólares
Stefani Ríos, de 23 años, posa junto al menor de sus tres hijos en el interior de la casa de sus suegros en Santa Rosa de Aguas. Stefani sufrió un aborto el 8 de Junio del 2022. Desde entonces no ha podido expulsar el feto de más de doce semanas, lo que le está provocando una infección interna que pone su vida en peligro. Necesita que le practiquen un legrado de urgencia, pero, sin embargo, le resulta imposible, ya que no tiene los 30 dólares necesarios para poder comprar los medicamentos necesarios.
Sin poder moverse por una enfermedad que es relativamente fácil de curar… con dinero
Gilberto Cardoso, de 74 años, lleva postrado en la cama cerca de un año por culpa de una hernia inguinal que no puede ser tratada en los hospitales públicos estatales del Zulia porque no dispone del dinero para comprar el tratamiento ni los materiales quirúrgicos necesarios para la intervención, ya que los hospitales están totalmente desabastecidos.
En Venezuela, donde a pesar de la mejoría económica que vive el país la dolarización de su económica ha convertido los medicamentos en un bien de lujo. Las guerras políticas aún mantienen los hospitales públicos estatales del país con un desabastecimiento general de medicinas básicas y material médico. El dólar es ahora la moneda oficial en una clandestinidad consentida por el gobierno que rige el día a día de los venezolanos. Solo las personas que tienen dólares pueden comprar las medicinas y el material necesario para que el hospital los pueda tratar y salvarle la vida.
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