La imagen era elocuente. Durante los últimos rounds, el equipo de trabajo de Deontay Wilder tuvo que puntualizar en la herida del oído que sangraba sin parar durante los tres minutos de cada asalto. El norteamericano mostraba síntomas de desconcierto, de cierta desorientación, cuando tenía que salir a enfrentar un nuevo castigo de Tyson Fury. En el 7°, desde el rincón decidieron detener la batalla y tiraron la toalla.
El pugilista de 34 años habló desde el cuadrilátero una vez que finalizó el evento, pero no concurrió a la conferencia de prensa posterior planificada: inicialmente se informó que estaba siendo “trasladado a un hospital de la zona”, según LA Times.
No hubo mayores precisiones de lo ocurrido con la saluda de Wilder. Durante las últimas horas, desde ESPN aclararon que recibió un tratamiento médico en el vestuario del MGM Grand de Las Vegas y aseguraron que no fue necesario el traslado a un hospital. A la espera de un estudio más exhaustivo, aseguran que en primera instancia no hay un problema interno en el tímpano, pero sí debió recibir puntos de sutura en la oreja por un corte. No se publicó un informe oficial de su equipo de trabajo para entregar mayores precisiones sobre su estado de salud.
Shelly Finkel, uno de los managers del boxeador, argumentó que su ausencia en la conferencia de prensa posterior estuvo emparentada a las complicaciones que tuvo Wilder para producir una muestra para los recolectores del VADA, encargados del control antidopaje. “Tenía un pequeño corte dentro de la oreja. Puede haber afectado su equilibrio. Deontay está bien y volverá”, aseguró Jay Deas, uno de los entrenadores del norteamericano.
Uno de los responsables de la esquina aclaró que fue el otro entrenador, Mark Breland, quien “tiró la toalla” para frenar el combate. “Desearía que mi equipo no hubiese detenido el combate. Yo soy un guerrero y quiero luchar hasta el final”, fueron las pocas palabras que dijo Wilder apenas terminó la pelea.
Más allá de las palabras del hombre que perdió su título mundial de la categoría de los pesados y su invicto (tenía 42 KO en 41 combates), las tarjetas hasta el momento de la detención de la pelea marcaban que la diferencia entre ambos era más que amplia para los jueces: 59-52 para Dave Moretti, 58-53 para Glenn Feldman y 59-52 para el criterio de Steve Weisfeld.
Los interrogantes sobre el futuro de una de las estrellas de la máxima divisional se abrieron luego de esta actuación, donde se lo vio sentido y desorientado durante varios momentos de la presentación. “No pongo excusas. Pasaron muchas cosas rumbo a esta pelea”, alcanzó a señalar Wilder, sin dar demasiados indicios de lo ocurrido en su campo de preparación.
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