Fue a Wuhan buscando curar a su padre y lo perdió por el coronavirus. La tragedia de Zhang Hai va más allá del destino o la mala suerte. En su opinión, se trata de una negligencia criminal para la que está reclamando justicia. Pero eso, en China, va a ser como devolverle la vida a su padre: imposible.
Aunque ambos habían nacido en Wuhan, vivían en Shenzhen, ciudad al sur del país fronteriza con Hong Kong, donde Zhang Hai trabajaba y cuidaba de él porque sufría demencia senil. «Pero el 15 de enero del año pasado sufrió una caída y tuvo que ser hospitalizado. Como en Shenzhen teníamos que pagar los gastos médicos por nuestra cuenta y no podíamos, volvimos a Wuhan el día 17 para que fuera operado gratis por su seguro estatal, ya que había sido militar. En ese momento, no me dijeron nada sobre el virus. No tenía ni idea», se lamenta por teléfono desde Shenzhen.
Tras la operación el 20 de enero, todo fue bien y su padre, Lifa, parecía recuperarse. Pero el 29, seis días después del cierre de Wuhan por el estallido del coronavirus, su padre empezó a sufrir una fiebre muy alta y el médico sospechó que podía haberse contagiado. «Le hicieron la prueba, que dio positivo, y el 30 de enero cayó en coma. Falleció dos días después, el 1 de febrero, a las 5.28 de la tarde», recuerda Zhang Hai «con rabia» una fecha y una hora que se quedarán grabadas para siempre en su corazón.
Desde entonces, ha emprendido una cruzada personal para conseguir justicia. «Denuncié al hospital y a los gobiernos de la ciudad de Wuhan y de la provincia de Hubei. Exijo una vista oral para que podamos debatir en los tribunales porque tengo pruebas. Pero las autoridades siguen ocultando información y diciendo que fue un desastre natural. ¡Muy bien, discutámoslo ante un juez! Pero los tribunales locales han rechazado mi demanda sin darme explicaciones», se queja Zhang Hai, quien tiene 51 años, trabajaba en una empresa inmobiliaria y ahora está parado. Sin perder la esperanza, ha recurrido al Tribunal Supremo y hasta le ha escrito al presidente Xi Jinping.
«¡Esto no fue un desastre natural, sino provocado por el hombre! Fue un crimen porque el virus circulaba desde hacía tiempo y las autoridades locales lo encubrieron y silenciaron al doctor Li Wenliang (el difunto oftalmólogo reprendido por la Policía)», estalla Zhang Hai al otro lado de la línea. «En China es típico tapar una mentira con otra. Si no es un crimen, ¿qué es? ¿Por qué no pueden darnos una solución? ¿Por qué no son castigados por la ley? ¿Son superiores a la gente normal como nosotros? ¡Por supuesto que no! Este país ha sido construido por la gente. Siempre he creído que, si un gobierno local mata a su gente, los dirigentes superiores no pueden tratar bien al pueblo», lanza una dura crítica que le ha costado, y le costará, muchos problemas.
«Disculpa pública»
Además de pedir una «disculpa pública», Zhang Hai reclama una indemnización de 1,8 millones de yuanes (229.000 euros), que no considera demasiado dinero porque «la vida no tiene precio». Según cuenta, «ha habido mucha gente que ha muerto y sus familias solo han recibido 3.000 yuanes (382 euros) para los gastos del funeral. ¿Pero qué piensan las autoridades de estas personas? No les importa su vida. Aunque no nos traten como a seres humanos, lo somos y tenemos nuestros derechos».
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