2020 termina con más de 1,6 millones de muertos por covid-19, según los datos de la Universidad Johns Hopkins. Uno de ellos se llamaba Augusto Itúrburu, era ecuatoriano, tenía 40 años y murió en Guayaquil. Era periodista y su última crónica fue la de su muerte.
Por BBC
El escritor argentino Jorge Luis Borges escribió que «un solo hombre ha muerto en la tierra» y que afirmar lo contrario «es mera estadística».
Pero en Guayaquil, la primera ciudad latinoamericana arrasada por la covid-19, murió Augusto y murieron muchos más, aunque todavía se discute por qué el virus se comportó como lo había hecho en muy pocos lugares a nivel mundial.
El sábado 29 de febrero, Augusto estaba en la conferencia de prensa en la que cuatro funcionarios del gobierno nacional anunciaron el primer caso de coronavirus en Ecuador.
Desde hacía siete años se desempeñaba en la sección deportiva del diario público ecuatoriano, El Telégrafo.
La salud no era su tema, pero ese sábado le tocó guardia. La situación en el diario era precaria. Habían despedido gente y en los próximos meses despedirían a muchos más. Él lo sabía bien porque formaba parte del sindicato.
La paciente 0 era ecuatoriana y había llegado a Guayaquil el 14 de febrero desde Madrid para ver a su familia en Babahoyo, provincia de Los Ríos, informaron los funcionarios.
Al momento del anuncio la mujer estaba internada en terapia intensiva con pronóstico reservado. En 13 días moriría.
Augusto no hizo ninguna pregunta. Debía estar cansado de los temas médicos. Su madre había muerto hacía 14 días por un cáncer de estómago diagnosticado en 2017.
En la conferencia de prensa escuchó sobre un virus del que se había burlado en la intimidad de su hogar, pero que lo mataría un mes y medio después.
¿Por qué Guayaquil?
En la rueda de prensa de ese 29 de febrero hablaron la ministra de Salud, un técnico del Instituto Nacional de Investigación en la Salud Pública (INSPI), el presidente del Consejo Directivo del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y el viceministro de Gobernanza y Vigilancia de la Salud.
Antes de que Augusto muera el 15 de abril, los tres que ese día ocupaban cargos políticos ya no estarán en sus puestos.
La ministra Catalina Andramuño renunciará tres sábados después acusando a su propio gobierno de no haberle dado los recursos necesarios para enfrentar la emergencia.
El titular del IESS Paúl Granda presentará su renuncia el 9 de abril tras un escándalo de sobreprecios en compra de mascarillas. El viceministro Julio López será reemplazado cinco días después por un epidemiólogo.
En ese mes y medio morirán en Guayas, la provincia donde está Guayaquil, unas 16.000 personas, 13.000 más que en el mismo período de 2019, según los datos del Registro Civil procesados por el periodista Paúl Mena del diario El Universo.
La única persona de aquel sábado que continúa en su cargo es Alfredo Bruno, el técnico del Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública (INSPI) que participó del primer diagnóstico.
Él le recuerda a BBC Mundo que Ecuador fue el tercer país latinoamericano en detectar el virus en su territorio (luego de Brasil y México) lo que demuestra —en su opinión— que el sistema de vigilancia epidemiológica funcionó.
Con respecto a Guayas considera que distintos factores pudieron influir en la rapidez con la que el virus atacó la región.
Se refiere a factores geográficos como la ubicación de Ecuador entre los dos hemisferios, o que la ciudad reciba influencias climatológicas tanto de la corriente fría de Humboldt como de la corriente cálida de El Niño.
«La migración y la densidad poblacional también tienen su impacto, como ha ocurrido —por ejemplo— con el virus de la influenza. Guayaquil es un puerto de entrada que cuenta con más de 2.700.000 habitantes. Muy comercial, con un flujo constante de personas», dice Bruno, quien es experto en microbiología.
La explosión
Entre el sábado 29 de febrero y el lunes 16 de marzo, día que el gobierno de Lenín Moreno declara el estado de excepción en todo el territorio ecuatoriano, el covid-19 contagia a miles de personas en Guayaquil, incluido Augusto. ¿O fue antes?
Para Luis Cheme y Nelson Itúrburu, hermano de Augusto, él se contagió en las idas a los hospitales para curar esa tos que se volvería una infección de garganta.
Néstor Espinoza, que lo conocía desde los 12 años y fue quien presentó su hoja de vida en El Telégrafo en el año 2013, cree que su amigo contrajo el virus en el partido de fútbol y que contagió a más de una persona, incluyéndolo a él.
Y la novia de Augusto, Stefany Mideros, le contó a BBC Mundo que antes del partido él se sentía mal: «Nos dijimos que se iba a cuidar, pero él ya estaba con esa tosecita que después se agudizó; entonces para mí ya estaba contagiado por una prima que vino de Europa».
Ninguna de estas tres hipótesis se pudo comprobar, aunque el tema de la migración como agente de contagio cobró fuerza por esos días.
Para Washington Alemán, director de la Unidad de Prevención de Enfermedades Infecciosas del Municipio de Guayaquil, cuando comenzó la epidemia en Europa —sobre todo en Italia y en España— hubo una estampida de migrantes ecuatorianos que regresaron a Ecuador.
El ex viceministro de Salud Ricardo Cañizares añade que cuando uno ve los casos en retrospectiva se puede deducir que la transmisión no empezó con la paciente 0:
«Tenemos migrantes en España, en Estados Unidos. Parece que muchos llegaron infectados a las zonas donde está la gente de más recursos, como Samborondón, pero a estas casas van mujeres de limpieza, van trabajadores, van albañiles; el virus cruzó todas las clases sociales, aunque murieron más personas de los estratos pobres».
En este escenario, la pandemia se comportó, según Alemán, como solo lo había hecho en otras dos ciudades del mundo, Bérgamo en Italia y Manaos en Brasil:
«Son esas ciudades donde el virus hizo una explosión en su multiplicación exponencialmente veloz, lo que provocó que se contagiara mucha gente en muy corto tiempo, acompañado con una alta mortalidad».
Así le dice a BBC Mundo Elías Vinueza, otro periodista de El Telégrafo: «Lo que nos sorprendió fue que los casos se reprodujeron en nuestro entorno: cuando creíamos que el virus podía estar en alguien lejano, ya estaba entre nosotros».
«Yo tuve familiares, amigos y colegas que lo contrajeron en las primeras semanas y muchos de ellos fallecieron».
Elías fue uno de los colegas a los que Augusto le contó los detalles de su internación, lo que ocurría en la sala del hospital donde estaba internado y su intuición de que no dejaría esa sala con vida.
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