Un nuevo estudio realizado por científicos estadounidenses demuestra que las personas están mucho menos dispuestas a ayudarse mutuamente cuando están privadas de sueño. De hecho, incluso una pequeña reducción de la calidad o la cantidad de sueño, incluso durmiendo solo una hora menos, es suficiente para disminuir la disposición a ayudarse mutuamente.
A través de una serie de experimentos, los investigadores demostraron que la pérdida de sueño se asocia a una reducción significativa de la actividad cerebral que se corresponde con la inapetencia para ayudar a los demás.
Además, la reacción de los individuos estudiados era similar tanto si la circunstancia implicaba ayudar a un extraño como a alguien conocido, ya fuera un amigo o un familiar. Así pues, el impacto de la pérdida de sueño en el comportamiento prosocial afecta siempre y no depende de la afinidad entre la persona con falta de sueño y la que necesita ayuda.
«Descubrimos que la pérdida de sueño actúa como desencadenante del comportamiento asocial, reduciendo el deseo innato de los humanos de ayudarse unos a otros. En cierto modo, cuanto menos duermes, menos social y más egoísta te vuelves», afirma el profesor Matthew Walker, coautor del estudio de la Universidad de California, citado por The Guardian.
Para determinar el impacto que este efecto podría tener en nuestra vida cotidiana, los investigadores analizaron las estadísticas de las donaciones realizadas a organizaciones benéficas. Los datos mostraron que durante la transición al horario de verano, que privó a la gente de una hora de sueño, la cantidad de dinero donado a organizaciones benéficas disminuyó un 10 % en contraste con las semanas anteriores y posteriores al cambio de horario.
Los científicos llegaron a la conclusión de que dormir profundamente las horas necesarias puede potenciar la «fuerza macrosocial de ayuda», mientras que la falta de descanso nocturno la perjudica. «La nota positiva que se desprende de todos nuestros estudios es que una vez que el sueño es adecuado y suficiente, se recupera el deseo de ayudar a los demás», afirma Walker.
«Las ramificaciones de estos descubrimientos son muy relevantes para la configuración de las sociedades en las que queremos vivir», añade el investigador. Los autores del estudio señalan que se puede influir en la cantidad de sueño mucho más fácilmente que en otros factores que determinan la predisposición de la persona a ayudar a los demás, como los antecedentes culturales o los rasgos del carácter.
Por ello, los investigadores sugieren que se desarrollen intervenciones y políticas que permitan a la población dormir mejor y, por lo tanto, «lleven a los seres humanos a ayudarse unos a otros con mayor presteza y constancia».
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