La oposición venezolana se ha apoyado en la organización ciudadana, espontánea y variopinta para atravesar el empinado camino hasta las elecciones presidenciales del 28 de julio. El partido de María Corina Machado, la líder que impulsa el voto por Edmundo González Urrutia ―el candidato que el chavismo ha permitido inscribir―, ha desplegado comanditos en todo el país para activar a sus electores para la contienda y la defensa del voto. Así busca hacer frente a uno de los escenarios más complejos en estas elecciones, que se han convertido en una constante carrera de obstáculos para la oposición, que tiene la mayoría de la intención de voto, pero le toca asegurarla en cada urna de votación.
Los comanditos han logrado animar la participación en las votaciones, que la mayoría de las encuestas da por sentada con un deseo de cambio político que llega al 80%. Para constituirlos, basta que sea una iniciativa particular, partidista o sectorial. Se le pone un nombre, se inscriben a entre 5 y 20 miembros y se registran en un formulario de Google del comando de campaña de la oposición. Con los nombres, sus organizadores expresan su humor electoral, esperanzador o revanchista, y los mayores deseos tras la elección. Comandito Recojan Los Vidrios, Comandito Tengo Fe, Comandito Lawyer, Comandito por la Salud, Comandito Nuestros Hijos de Vuelta. Incluso los hay por familia. Estos nombres han figurado en pancartas hechas a mano en los actos de Machado y González por el país.
Esta es la manera con la que Vente ―un partido joven, de escasa maquinaria y con gran parte de sus miembros coordinadores encarcelados o perseguidos― se enfrenta al 1×10 del desinflado Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que en cada elección impone como obligación a sus estructuras de base que reparten la comida de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) y controla el despacho del gas para cocinar en gran parte de las comunidades el país. Con ello coacciona a los votantes bajo la amenaza de suprimirlos, como se ha denunciado reiteradamente en las últimas elecciones.
En enero, Machado habló de los 600k, en referencia a las 600.000 personas que se necesitarían idealmente para defender el voto, particularmente como testigos y coordinadores de centros. Magalli Meda, jefa del comando nacional de campaña Con Vzla, refugiada en la Embajada de Argentina, informó a principios de mayo a través de su cuenta en X que, para la fecha, se habían registrado 15.000 comanditos para trabajar por la candidatura de González Urrutia, formalmente constituida hace un mes. Aún están lejos de la meta, pero “los comanditos son el centro de esta campaña”, dice Imeru Alfonzo, que articula en Caracas estas estructuras que tienen funciones adicionales a la clásica estructura de conteo, movilización de votantes y defensa del voto que usan los partidos.
Alfonzo explica: “Son necesarios para saber el número aproximado de personas que van votar, tener el contacto y direccionar el voto ese día. Pero también para hacer la comunicación boca a boca, vecino a vecino, porque la información está secuestrada y hay que enseñar a la gente a votar”. Esta ha sido una elección compleja y también lo será el día en que cada elector esté frente a la máquina con la imagen del tarjetón. “Casi todas las tarjetas clásicas de los partidos de oposición de toda la vida han sido secuestradas, están apoyando a los alacranes”, agrega.
La maniobra gestada con la intervención judicial de estas organizaciones ―y las que pudieran venir― está orientada a la confusión del electorado en ese momento crucial. “Nos estamos preparando para todos los escenarios, porque el régimen se está jugando el todo por el todo”. Alfonzo reconoce el temor que hay en algunas comunidades de figurar en la plataforma digital de los comanditos en apoyo a la candidatura opositora. No se ha enterrado aún el fantasma de la llamada Lista Tascón, una base de datos con información personal de los firmantes de la convocatoria a un referéndum revocatorio contra Hugo Chávez que se filtró y empezó a ser usada como mecanismo de discriminación política. Ante eso, explica el activista, hay quienes han optado por llevar registros manuales.
Hacer la tarea
Norlymar Miranda, estudiante universitaria de 22 años, habla de la manera que tienen para pararse frente al monstruo comunicacional del chavismo, que aún así no logra remontar en las encuestas: “Somos nosotros con nuestros teléfonos contra el mundo”. Después añade: “Tienen todos los recursos, jugueticos, medios, podcasts, anuncios de redes sociales y están en todos los formatos. Pero su narrativa los está haciendo quedar mal. En estos días veía un mural que decía ‘Por la paz voto por Maduro’. Y luego te metes en redes sociales y ves que a una señora le cerraron el puesto de empanadas por venderle unos desayunos a María Corina Machado. La gente no es tonta ni está tan desconectada como pensamos”.
La joven cursa Comunicación Social en una universidad pública y los últimos meses se ha dedicado a la pedagogía electoral en esta particular contienda en la que la principal líder de la oposición viaja intensamente por todo el país. Es un trabajo de educación necesario en un país fragmentado por la crisis, con pocos medios independientes disponibles, porque la mayoría está autocensurado y son cerrados luego de que los opositores son entrevistados. La campaña corre con grandes brechas informativas.
Por eso, en redes sociales han corrido videos de activistas enseñando a la gente a votar por la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) contando las casillas del tarjetón que mostrará la máquina de votación, como si fuera el diagrama de unos pasos de baile o una especie de ajedrez. “Cuentas 1, 2, 3, 4 y 5 en la primera fija y bajas”, le explicaba una joven a un conductor en una de las grabaciones difundidas hace unas semanas. La fórmula, por supuesto, ya se ha hecho eslogan y canción.
Miranda se hizo de una narrativa y la convirtió en etiqueta: #HagamosLaTarea. Así ha desarrollado una campaña en calle y como TikTok con videos que se han hecho virales, una red social en la que, contrario a lo que podría pensarse, no convoca solo a los jóvenes en Venezuela, sino también a los mayores de 50 años y conecta a los estratos sociales más bajos. Así logró, según sus números, movilizar a más de 9.000 nuevos electores a inscribirse para votar. Ella también votará por primera vez este 28 de julio. “En nuestra adolescencia vimos cómo reprimían a los jóvenes y a gente de nuestra edad y luego la oposición llamaba a la abstención. Somos una generación sin referencias para votar, con cero cultura democrática”, cuenta. “Mi mamá me cuenta que antes se salía a votar en familia, hacían un sancocho ese día. Eso se ha perdido y tampoco se le puede reclamar a la gente. Pero cada quien tiene algo que aportar. Lo que se está gestando de aquí al 28 solo va a suceder si todos vamos en conjunto para que esto cambie”.
La joven se inició a los 15 años en la política en Trujillo, una ciudad de los Andes venezolanos, aunque ahora está desvinculada de los partidos. Ahora cree que la oposición debe entrar en sobremarcha. “Es el momento de la pedagogía electoral. Debemos tener mil maneras diferentes de explicar cómo votar por Edmundo, porque no sabemos qué puede pasar con la tarjeta de la MUD de aquí al 28″. Una vez finalizada la cruzada por la inscripción de nuevos votantes, también obstaculizada desde el propio Consejo Nacional Electoral (CNE), Miranda está construyendo un voluntariado que sirva de respaldo y que vincule a todos los ciudadanos que quieren hacer algo más que votar y no saben cómo hacerlo sin estar en un partido. En poco tiempo ha conformado una red de más de 400 personas a las que están formando en defensa del voto, denuncia de delitos electorales y en los procesos de verificación ciudadana que serán cruciales el próximo día D que viene en Venezuela.
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