Sin embargo, hace 56 años, el nombre de la inhóspita zona al suroeste de Guyana y dentro del disputado Esequibo -un territorio de 159.542 km² que Venezuela reclama desde el siglo XIX- acaparó titulares en la prensa mundial.
Por BBC MUNDO
El área dominada por sabanas fue escenario de una operación que parece sacada de un libro de James Bond y con la que Caracas esperaba zanjar definitivamente la controversia territorial con su vecino del este.
En enero de 1969, un grupo de hacendados e indígenas se alzaron en armas contra el gobierno de la recién independizada República de Guyana, tomaron la principal localidad y arrestaron a buena parte de sus residentes y autoridades.
Acto seguido declararon la secesión del área, y esperaban que Venezuela enviara tropas para ocuparla militarmente. A estos hechos, medios internacionales los bautizaron como «la rebelión del Rupununi».
«La rebelión del Rupununi en Guyana deja tensión y refugiados», tituló la agencia Reuters días después.
Y aunque las autoridades venezolanas negaron cualquier implicación en los sucesos, en los cuales más de una veintena de personas fallecieron según reportes de la época, en los últimos años ha surgido evidencia que confirma su participación.
El «Estado Libre del Esequibo»
Alrededor de las 11 de la mañana del 2 de enero, decenas de ganaderos e indígenas, la mayoría peones de los primeros, atacaron Lethem, el pequeño poblado que era el centro de la administración guyanesa en Rupununi.
«El objetivo principal era la comisaría, que estaba integrada por 12 miembros de la Fuerza de Policía de Guyana y varios empleados civiles y que tenía comunicación por radio con Georgetown (la capital de Guyana)», denunció Linden Forbes Burnham, entonces primer ministro del país suramericano, en un discurso radial que dio dos días después de los sucesos.
Los alzados arrestaron a buena parte de los vecinos, incluido a su máxima autoridad: Motilall Persaud, quien era el comisario del distrito.
Asimismo, bloquearon la pista de aterrizaje de la localidad y otras cuatro cercanas atravesando camiones y colocando otros obstáculos.
Sin embargo, los insurrectos pronto perdieron el factor sorpresa y la noticia de su ofensiva llegó ese mismo mediodía a oídos de las autoridades nacionales.
Y todo gracias a un piloto de un avión que debía aterrizar en Lethem, quien captó una de las pocas transmisiones de radio durante el ataque y avisó lo que ocurría, según lo cuenta el expresidente de Guyana, el general (r) David Granger, en su libro The Rupununi Rebellion (La rebelión del Rupununi).
El mismo día 2 el gobierno guyanés comenzó a preparar su contraataque y envió por vía aérea a decenas de policías y militares apertrechados a una localidad vecina al poblado ocupado.
Al día siguiente, las fuerzas gubernamentales lanzaron su ofensiva y retomaron Lethem, forzando a los alzados a replegarse y huir hacia Brasil y Venezuela, relató Granger.
Entre quienes cruzaron hacia territorio venezolano estaba Valerie Hart, quien en 1968 había intentado sin éxito ser elegida diputada en las elecciones guyanesas y se había declarado «presidenta del Estado Libre del Esequibo».
Desde el otro lado de la frontera, la líder rebelde pidió a Caracas que interviniera militarmente para evitar una masacre en contra de los alzados, a los que calificó como ciudadanos venezolanos.
«Nosotros, los habitantes del Rupununi de la Guayana Esequiba (somos) en consecuencia venezolanos por nacimiento, según la Constitución venezolana», declaró a la agencia AFP.
Aunque en un principio el gobierno guyanés evitó apuntar a Venezuela, en cuestión de horas dio un giro.
De poco valió que el gobierno venezolano, entonces encabezado por el socialdemócrata Raúl Leoni (1905-1972), rechazara públicamente atender las peticiones de los alzados de emprender alguna acción militar en el territorio en disputa.
La decisión de Caracas de dar asilo a Hart y a otros sublevados fue aprovechada por Georgetown para acusar a su vecino de cometer «actos de agresión e intimidación».
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