«Las dictaduras no sirven y terminan mal, antes o después». El vaticinio del papa Francisco sirve hoy como consuelo para los venezolanos, pero contradice en buena parte a la Historia. Fidel Castro murió en la cama y su revolución, 65 años en el poder, se niega a jubilarse pese a décadas de fracasos continuos. Daniel Ortega, 27 años al frente de Nicaragua, ha destruido a la oposición política interna y a la propia sociedad civil. Nada en el horizonte cuestiona su poder, más allá de la fragilidad de su salud.
Augusto Pinochet sí murió en el Hospital Militar de Santiago de Chile alejado del poder, años después de que la democracia hubiera derrocado a su dictadura militar, pero sin haber expiado sus crímenes de lesa humanidad.
Un mes y medio después de que el 67% del país votara por el candidato opositor, Nicolás Maduro se mantiene en el poder decidido a llegar al 10 de enero, día de la toma de posesión, para imponerse a sí mismo la banda de presidente de facto gracias al mayor fraude electoral de la historia de América Latina. Su autogolpe electoral y judicial cuenta con bases sólidas: el generalato chavista, el bloque de dictaduras del mundo (Rusia, Irán, Cuba, China o Nicaragua), sus fuerzas de choque (paramilitares o guerrilla colombiana), sus cuerpos de represión y tortura (Servicio Bolivariano de Inteligencia y Contrainteligencia Militar) y los aliados ideológicos, con el Grupo de Puebla y José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza.
Pese a semejante poderío, el plan A de la oposición democrática se cumplió en buena parte: voto masivo pese a trampas y persecuciones y protección de las actas electorales, que fueron recogidas, escondidas, digitalizadas y subidas a una base de datos para confirmar que Edmundo González Urrutia obtuvo cuatro millones más de apoyos que Maduro. Una paliza histórica que ni siquiera estuvo al alcance de Hugo Chávez, ganador de cuatro presidenciales con el apoyo de todos los fondos del Estado y con los ventajismos superlativos aplicados por el oficialismo.
La primera carta que jugaba la oposición no ganó la partida: la abrumadora demostración del pueblo venezolano no resquebrajó el Muro de Caracas, sobre todo porque el generalato chavista (2.000 generales ascendidos por Maduro, más que en toda la OTAN), se mantuvo fiel a la revolución que los ha hecho millonarios gracias a la corrupción galopante. Testigos en primera línea del milagro democrático de las urnas, se cuadraron ante su jefe, que había prometido un baño de sangre si ganaba la oposición.
Y Maduro, en esta ocasión, no mintió: 25 personas, la mayoría jóvenes de los barrios más humildes, murieron tiroteadas por sus guardias nacionales, sus policías o sus paramilitares. La represión es tan enorme, con casi 1.800 presos políticos en sus mazmorras, que sólo se puede comparar con la del propio Pinochet. El siguiente capítulo del éxodo, con casi nueve millones de venezolanos en el exterior, ya ha comenzado.
¿Qué viene ahora?
¿Quo vadis, Venezuela? ¿Dónde vas, Venezuela? La pregunta desgarra a los venezolanos de dentro y fuera del país, que durante meses han protagonizado la gran gesta por la democracia y la libertad. ¿Qué viene ahora, cuando el ganador por goleada de las elecciones presidenciales se ha visto obligado a exiliarse en España, lo que ha significado una sacudida profunda en las aspiraciones de la sociedad criolla?
EL MUNDO ha conversado con dirigentes, activistas, luchadores de la sociedad civil, ciudadanos que participaron en la protección de los votos y exiliados en primera línea. Las respuestas son dispares, pero hay unanimidad: resistir, sobrevivir, luchar… «Cada uno resiste como puede, hay que aguantar. Pueden pasar dos décadas o dos horas, pero quienes asumimos el desafío de liderar, en mayor o menor medida, el proceso de cambio sabemos que tenemos que seguir. Echarle bolas, decimos los venezolanos. Esperar y luchar. Hay que seguir dando y dando a la dictadura», confesó a este periódico uno de los protagonistas de la lucha interna, antiguo preso político, que prefiere guardar el anonimato.
El ejemplo lo dio Jobani José Romero, en una fotografía que ya es historia y leyenda. Encaramado a lo alto de la gigantesca estatua de Hugo Chávez en Coro, en la Venezuela profunda a 500 kilómetros de Caracas, golpeaba con un martillo, con todas sus fuerzas y como si le fuera la vida, ese símbolo del poder revolucionario. La boina de paracaidista del comandante supremo y su nariz ya sufrían los primeros rasguños. Congelado el instante, resume cuál es la lucha del pueblo venezolano frente a la dictadura: resistir, sobrevivir, luchar…
La instantánea se ha convertido en póster, bandera y hasta camiseta porque representa la fotografía de la Venezuela de ahora mismo. Pero el joven está encarcelado, paradigma del precio que acarrea la lucha contra la revolución.
Esa es la consigna, la misma que se percibe en la Venezuela profunda y en los barrios populares de Caracas pese a la salvaje represión puesta en marcha por la revolución, definida como «terrorismo de Estado» por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. «Sobrevive la esperanza, mucha. Una esperanza que está movida por la lucha y por la rabia. No hay resignación. Esto va de resistencia con los pies en la tierra. Hay rabia contenida y confianza en el liderazgo de María Corina y Edmundo. La mayoría habla de esperanza, hay que estar ahí, sin desmayo», desveló para EL MUNDO una dirigente social que conoce hasta el fondo de las entrañas de Catia y Petare, barrios populares que clamaron por su victoria en las urnas. Petare, una de las mayores favelas de América Latina, bajó de los cerros el día siguiente de las elecciones. Los mataron a tiros ese día y después comenzó una persecución para identificar a quienes participaron.
Pero la gente no se ha quedado de manos cruzadas mientras las estructuras comunales del chavismo «sapeaban» (delataban) a los que protestaron contra el gobierno. Estos militantes de la revolución se convirtieron en la primera línea de la represión, señalaban con nombres y direcciones a sus víctimas para que los agentes de Maduro los detuvieran. La recompensa: 100 dólares en efectivo por cada detención.
En las últimas semanas han cedido buena parte de las delaciones. Las comunidades de los barrios se unieron y pusieron freno a los chivatos en defensa propia. Un ejemplo: si delatas a alguno de nosotros, te quemamos la casa. La respuesta firme sorprendió a los chavistas, que siempre se han movido con impunidad.
El exilio sorpresivo del ganador de las elecciones golpeó sin anestesia la línea de flotación de los demócratas. Las idas y venidas de los comunicados desde Madrid acabaron finalmente con una nueva simbiosis entre el diplomático y la líder opositora, María Corina Machado, principal protagonista de la gesta histórica gracias a su conexión emocional con el pueblo.
Fuera, escondido, preso o asilado
Eso sí, una líder bajo asedio. «Todo mi entorno está fuera, escondido, preso o asilado. Y yo, que me había acostumbrado a estar rodeada por miles de personas (se refiere a los actos multitudinarios con los que recorrió el país), tengo varias semanas donde no veo a nadie. Emocionalmente es un cambio importante, la vida te pone retos y hay que crecerse con ellos«, confesó Machado al youtuber español Jordi Wild en una entrevista que en apenas tres días lleva un millón de visualizaciones. Machado ha convocado una nueva protesta mundial para el 28, dos meses después de la victoria electoral.
Su liderazgo ensambló durante años un equipo de colaboradores en su partido, Vente Venezuela, con redes por todo el país. Hoy, seis de los principales permanecen refugiados en la Embajada de Argentina. Varios más están en la cárcel. Los principales dirigentes de la Plataforma Unitaria, que la acompañaron en campaña, también están a resguardo y varios de ellos encarcelados, como Freddy Superlano o Biagio Pilieri. Sólo el grupo de intelectuales que permanece en el exterior mantienen cierta comunicación con la líder opositora.
«Maduro permanece atrincherado mientras se da el lento desgaste interno contra la oposición, con acoso, con exilio forzado. La oposición resiste, más debilitada a nivel físico. Pero se reconstituyen con la coalición mayoritaria liderada por María Corina, a la que se suman movimientos sociales, sindicatos, ONG en la construcción de vínculos con sectores populares y chavistas. Lo decisivo es lo que pasa internamente, pero se acelerará en un sentido u otro en dependencia de las acciones internacionales de las próximas semanas. La situación ahora mismo es muy volátil«, ponderó el historiador Armando Chaguaceda.
Reforzado por el bloque iliberal mundial, Maduro ni siquiera se le pone al teléfono a los presidentes Lula da Silva y Gustavo Petro, un desprecio que viene acompañado de amenazas y socarronería contra ambos. De momento no se vislumbran mediaciones internacionales.
A mitad de camino hacia el 10 de enero tendrán lugar las elecciones estadounidenses, un factor a considerar según los analistas. «Maduro no está interesado en negociar en este momento, primero va a juramentarse. Luego, dependiendo de quién haya ganado en EEUU, verá si le conviene», adelantó para EL MUNDO María Puerta, profesora de gobierno americano en Florida.
«Con Donald Trump en la Casa Blanca tendrá una situación más favorable, gracias a su conexión con Vladimir Putin. Con Kamala Harris lo tendrá más difícil por el tema migratorio, pero la presión del negocio petrolero contra Harris será tremenda. Con Trump, uno puede esperar cualquier cosa, inclusive una posición más suave. Trump usaría el petróleo como excusa, pero sin duda que Putin será influyente», sentencia Puerta.
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