El presidente venezolano Nicolás Maduro prestará juramento para un tercer mandato el viernes, mientras cientos de opositores al gobierno arrestados desde su disputada reelección el verano pasado languidecen en las abarrotadas cárceles del país.
Comparten celda con ellos hasta 10 estadounidenses.
Uno de ellos es David Estrella, de quien se supo por última vez en septiembre, cuando el neoyorquino de 62 años estaba a punto de tomar un taxi desde Colombia a Venezuela con una bolsa de perfume, ropa y zapatos para regalar a amigos que hizo en un viaje anterior.
“Es como llorar a alguien en vida”, dijo Margarita Estrella, su ex esposa y madre de tres de sus hijos, el más joven de los cuales acaba de cumplir 18 años. “No sabemos nada sobre dónde está o cómo está. Sin poder hablar con él, escuchar su voz, para que sepa todo lo que estamos tratando de hacer por él, lo hace mucho peor”.
Las circunstancias en torno al arresto de David Estrella y los demás estadounidenses no son bien conocidas. La mayoría no ha tenido acceso a un abogado y sólo ha tenido un contacto limitado con sus familiares, a quienes les preocupa que puedan ser sometidos a tortura, como han denunciado detenidos estadounidenses en el pasado.
Ninguno ha sido declarado detenido injustamente por el Departamento de Estado, una designación que daría más atención a sus casos. Debido a que Estados Unidos tiene presencia diplomática en Venezuela, sus familias pueden enfrentar un largo proceso para presionar por su liberación.
Las detenciones de los estadounidenses añaden otra complicación a los muchos desafíos venezolanos que esperan al presidente electo Donald Trump cuando regrese a la Casa Blanca el 20 de enero.
Para los altos cargos de política exterior de su administración, Trump ha elegido a varios arquitectos de la campaña de “máxima presión” que llevó a cabo durante su primer mandato cuando intentó derrocar a Maduro. Entre ellos se encuentran el senador de Florida Marco Rubio para secretario de Estado y Mauricio Claver-Carone, ex asistente del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, como enviado especial a América Latina.
Pero el fracaso de esas políticas es evidente y no está claro si Trump seguirá el mismo camino esta vez.
Por un lado, Maduro cuenta con el respaldo de las fuerzas armadas, el árbitro tradicional de las disputas en Venezuela. El ejército ha apoyado a Maduro incluso cuando Estados Unidos y otros gobiernos extranjeros reconocieron a su oponente, Edmundo González, como el ganador de la votación del año pasado. Además, las paralizantes sanciones petroleras que Trump promovió anteriormente han fortalecido inadvertidamente a adversarios estadounidenses como China, Rusia e Irán en el sector energético estratégico.
Mientras tanto, la promesa de campaña de Trump de deportaciones masivas depende de la voluntad de Maduro de recibir de regreso a los migrantes de Estados Unidos. Hasta ahora, Maduro se ha mostrado reacio a hacerlo sin concesiones de Washington.
“Venir y adoptar el mismo enfoque fallido parece equivocado”, dijo Brian Fonseca, ex experto del Pentágono en América Latina que dirige un grupo de expertos en seguridad nacional en la Universidad Internacional de Florida.
Fonseca dijo que Trump sería más prudente si se relacionara con Maduro de una manera más pragmática, similar a cómo Estados Unidos ha tratado durante mucho tiempo con Arabia Saudita, donde los abusos de los derechos humanos también son una preocupación importante.
“Estados Unidos debe adoptar un enfoque realista que requiera compromisos a corto plazo para ganar influencia a largo plazo donde pueda promover los derechos humanos y la gobernanza democrática”, dijo Fonseca.
El equipo de transición de Trump no respondió a la solicitud de comentarios sobre sus planes para Venezuela.
Maduro felicitó a Trump después de su victoria en noviembre y pidió un nuevo comienzo en las relaciones con Estados Unidos. La compañía petrolera estatal de Venezuela contribuyó con 500.000 dólares al comité de investidura de Trump en 2016 y contrató a varios cabilderos en una campaña finalmente infructuosa para acercarse a la Casa Blanca.
Pero Trump no ha mostrado señales de suavizar su postura agresiva.
“Los recibirán de vuelta”, dijo el mes pasado cuando se le preguntó si los venezolanos podrían ser deportados a un país sin relaciones diplomáticas con Estados Unidos. “Si no lo hacen, se enfrentarán a un trato económico muy duro”.
Los analistas no ven a los prisioneros estadounidenses como un obstáculo insuperable para reconstruir los lazos, pero no se hacen ilusiones sobre las intenciones de Maduro al atacar a los estadounidenses.
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.