Un nuevo tipo de terror se ha instalado entre los inmigrantes que languidecen angustiados en el limbo de Ciudad Juárez, esperando cualquier oportunidad para cruzar a Estados Unidos. Una nueva banda criminal ha comenzado a merodear los albergues: secuestra a mujeres, rapta a niños y se hace pasar por pollero para enviar a personas sin papeles a través de agujeros en el muro o desagües subterráneos, usando a muchos para transportar paquetes de heroína y fentanilo.
Esta banda impone un terror especial entre los exiliados venezolanos, pues proviene del mismo lugar que ellos y conocen bien su crueldad y falta de escrúpulos. Se trata del Tren de Aragua, un grupo que ya ha sembrado el pánico en todo el continente americano y que, según varios departamentos de policía en EE.UU., opera cómodamente en ciudades de todo el país, desde El Paso (Texas) hasta Nueva Inglaterra, en el norte.
«A mi mujer y a mis hijos no los dejo salir, de aquí no salen nunca», cuenta Esmar Sandrea, de 35 años, que lleva cuatro meses en un albergue en Ciudad Juárez y ha sido amenazado repetidamente. Comparte cuarto para dormir con otras cuatro familias de Honduras. «Aquí no hay seguridad, salgo yo solo a comprar comida o medicamentos, ni puedo mandarlos al colegio; vivimos encerrados», dice.
El albergue en que Esmar y su familia esperan una decisión del gobierno estadounidense está en una zona muy peligrosa, como todo lo que toca el río Grande y el muro en la parte mexicana. Salir a la calle es exponerse al secuestro. A veces merodean hombres que observan de lejos, sin perder de vista la puerta, quiénes entran y quiénes salen, buscando venezolanos.
Desaparecidos
Cerca, al oeste, junto al río, se encuentran unas calles sin pavimentar con casuchas tapiadas, sin ventanas ni indicios de vida. Sin embargo, dentro de ellas hay personas secuestradas a quienes estas bandas han capturado, exigiendo todo lo que tienen o lo que puedan enviar sus familiares. Si no pagan con dinero, lo harán con su vida. En mayo de este año, el gobierno de Juárez informó que más de mil personas están desaparecidas.
El Tren de Aragua llegó a EE.UU. junto al flujo de inmigrantes, justo después del estallido del exilio en 2019. Un millón ha llegado a EE.UU. Se camufló esta banda entre las familias que cruzaron el peligroso Tapón del Darién, tanteó el terreno en México, abrió conflictos con algunos cárteles y se alió con otros grupos delictivos, como La Empresa. Según creen las autoridades norteamericanas, ya compite con la famosa Mara Salvatrucha por el dominio del hampa.
Arturo Velasco, jefe de la unidad antisecuestros de la Fiscalía de Chihuahua, en cuya jurisdicción se encuentra Juárez, explicó a ABC que han detectado pandilleros venezolanos en la frontera de Juárez y El Paso. Estos criminales, dice, han cambiado su enfoque: lo que antes era el lucrativo tráfico de drogas ahora se ha transformado en el tráfico de personas. «Han aumentado los secuestros, y eso obedece a una razón clara. Ahora, el 60 ó 70% de su enfoque está en el tráfico de inmigrantes», dijo Velasco. «Un kilo de cocaína podría generar 1.500 dólares, pero el riesgo es muy alto. El coste y beneficio de traficar a una persona es de hasta 15.000 dólares», dijo.
El Tren de Aragua ha establecido una red de tráfico de compatriotas que se extiende de Venezuela hasta dentro de EE.UU., según afirma el estado de Texas. Es capaz de controlar este flujo, volviéndose una amenaza formidable incluso para la patrulla fronteriza. En abril, un gran grupo de personas que querían pedir asilo intentó atravesar una barrera de alambre de púas y enfrentarse a la Guardia Nacional cerca de la puerta 36 en El Paso.
Según los agentes, muchos de los inmigrantes, en gran parte venezolanos, forzaron el paso mientras los uniformados intentaban impedirlo. Las imágenes de aquel día reflejan el rostro de terror de algunas de las mujeres atrapadas en la confusión, muchas de ellas suplicando a los agentes. «Nosotras cruzamos el río para entregarnos, pero aquello no fue lo peor», cuenta Anaís, de 29 años, que entró cruzando el río Grande al este de Juárez a finales de abril, guiada por otro venezolano que les prometió, por 500 dólares, pasar de forma segura a ella y a su hermana, de 17. Una vez dentro, su compatriota, al que se niega a identificar por miedo a represalias, les impidió ir a un albergue.
«Nos dijo que allí nos iban a maltratar, que nos iban a prostituir, así que nos llevó a un sitio cerca de donde cruzas, cerca del puente, y ahí pasamos cuatro noches, las peores de mi vida». Entre llantos, Anaís, quien no ha denunciado por temor a represalias contra su familia en Venezuela, relata que ella y su hermana fueron violadas. Les quitaron todo lo que tenían: unas cadenas de oro, 1.500 dólares en ahorros e incluso los documentos que demostraban que su solicitud de asilo estaba en trámite.
Tras esas cuatro noches, Anaís reunió el valor suficiente para tomar a su hermana de la mano y salir por la puerta del hotel donde estaban retenidas cuando el coyote salió por unos días para cruzar a otros venezolanos desde Juárez. Corrió a la estación de autobuses de El Paso, mendigó el dinero que pudo y huyó con la hermana sin saber a dónde. Hoy vive en otra ciudad de Texas y accedió a hablar con ABC a través de una red informal de mujeres venezolanas que han cruzado la frontera.
El sitio donde Anaís vivió su secuestro es el Gateway Hotel, un lugar de infame reputación en El Paso. Una juez ordenó su cierre el 9 de septiembre, después de que el fiscal responsable acusara a sus dueños de haber entregado el recinto al Tren de Aragua, desde donde coordinaban sus operaciones: traían rehenes, almacenaban armas, vendían drogas. La policía reveló imágenes de su interior que conmocionaron a El Paso: reyertas, peleas, destrozos, en un ambiente que parecía sacado de las cárceles venezolanas donde se originó el Tren.
Cuando ABC visitó este centro de operaciones, sus entradas estaban tapiadas y encadenadas. Un bando amenazaba con multas y arrestos a quienes intentaran reocupar el sitio, ya que después de la orden del juez varios venezolanos habían trepado por una ventana. Las calles alrededor estaban desiertas; el centro de El Paso, como muchas ciudades estadounidenses, se ha ido vaciando de negocios y viviendas, especialmente tras la pandemia. Según las autoridades policiales de El Paso, de este hotel salieron los delincuentes que ahora aterrorizan otras ciudades del país.
Por ejemplo, Javier José Albornoz Marchán, de 22 años, quien fue detenido en Nueva York el 28 de septiembre de 2024 tras una larga persecución. En marzo, ya había sido arrestado junto a otros venezolanos sin papeles ocupando una casa en el Bronx, donde los agentes encontraron drogas, armas y municiones, y que conectan con el Tren de Aragua.
Albornoz fue detenido varias veces desde que cruzó la frontera desde Ciudad Juárez, en septiembre de 2022. En libertad por la saturación de los centros de detención de inmigrantes, se dedicó, según la policía, a una vida de delincuencia sin freno: robos, tráfico de armas, menudeo de droga, amenazas a la policía. Fue arrestado cuatro veces y liberado en cada ocasión, dado que se encontraba en «ciudades santuario» donde la policía local no coopera con las autoridades federales y, por lo tanto, no se verifica si un detenido está en situación irregular o tiene orden de repatriación.
En la mira de Trump
En sus mítines, Donald Trump acusa a Biden de haber facilitado la entrada del Tren de Aragua con su «política de puertas abiertas», como él la llama. El miércoles, en Phoenix, Arizona, el expresidente lamentó: «Es una invasión». Para remediarlo, propuso que los delincuentes hallados culpables de homicidio reciban automáticamente la pena de muerte, aunque llevar a cabo esta medida presenta importantes obstáculos legales.
El 9 de octubre, en un mitin en Aurora (Colorado), Trump centró gran parte de su discurso en acusar al Tren de Aragua de invadir esa ciudad. Afirmó que Aurora se ha convertido en un refugio para pandillas y delincuentes extranjeros, vinculando a esta banda con el aumento de la criminalidad local. «El Tren de Aragua ha tomado el control de partes de esta ciudad», dijo Trump. «Es hora de que recuperemos nuestras comunidades y expulsemos a estos criminales».
Los gobiernos locales de Aurora y El Paso niegan que haya una estructura establecida con un control único, creen que estos son episodios de criminalidad aislados. Sin embargo, el gobierno federal, que depende de la Casa Blanca, ha admitido que busca a al menos 600 sin papeles que integran el Tren de Aragua en EE.UU.
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