Hace exactamente un año, miles de terroristas de Hamas se infiltraron en el sur de Israel. Arrasaron comunidades enteras, violaron, torturaron, masacraron civiles y soldados, y se llevaron más de 200 rehenes a la Franja de Gaza. El ataque no solo fue brutal en vidas humanas, destrucción y desplazados, sino que humilló al Ejército más poderoso de la región.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) desestimaron información clave que podría haber prevenido el ataque. Las autoridades y sus servicios de inteligencia no dieron importancia a las pruebas que señalaban un inminente atentado y, además, tardaron horas en reaccionar. Cuando lo hicieron, los terroristas de Hamas llevaban horas embarcados en un festín sanguinario, que incluyó violaciones grupales, desmembramientos de cuerpos, familias quemadas vivas en sus casas y niños presenciando el brutal asesinato de sus padres. A la oleada de terroristas le siguió una entrada masiva de civiles que aprovechó la vulnerabilidad de las vallas limítrofes para saquear lo que quedaba y hacerse selfies con cuerpos y secuestrados.
“Humillados quedamos”, admiten a Infobae funcionarios y ciudadanos. Recién meses después de la masacre de Hamas, operativos de inteligencia dignos de una serie de Netflix, como el asesinato del líder de Hamas en su cama caliente en Irán, la explosión de los localizadores y walkie-talkies en Líbano que mató a miles de operativos de Hezbollah, y el descabezamiento de toda la cúpula del grupo terrorista chiita libanés, entre ellos la baja de Hassan Nasrallah, empezaron a traer algo de equilibrio a la visión israelí.
En Israel se vive, como se puede pero se vive. La guerra se siente en todos lados, pero está entrelazada con el resto de la vida cotidiana. Todos, absolutamente todos, conocen a una víctima de Hamas, o a un desplazado de Hezbollah, o a un asesinado en algunos de los ataques terroristas cometidos por “lobos sueltos”, o tiene un hijo, hija o familiar combatiendo en alguno de los múltiples frentes abiertos.
Desde el 7 de octubre de 2023, Israel libra un conflicto existencial, una lucha por la propia permanencia. Está en guerra con varios actores distintos que lo rodean y buscan ahorcar a través de un “círculo de fuego”, alentado por Irán y extendido a través de proxies y aliados regionales. Esta red, además de Irán y Hamas, incluye a Hezbollah en Líbano, a las milicias en Siria e Irak, a los hutíes en Yemen, y a los remanentes terroristas en Cisjordania. En el medio, las decenas de miles de víctimas civiles en la Franja.
“Estamos utilizando este término de una manera muy precisa”, asegura a Infobae Alex Gendler, vocero de la cancillería israelí. Explica que no fue Israel quien acuñó el término, sino Qassem Soleimani, el poderoso general de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán abatido por EEUU en 2020. Según Gendler, fue Soleimani quien ideó esta estrategia para derrotar a Israel, construyendo el “círculo de fuego“ compuesto por apoderados iraníes que tienen como objetivo atacar a Israel.
“Irán lleva años construyendo un círculo de fuego”, confirma el portavoz de las FDI Roni Kaplan. Según afirma, los cohetes que caen en Israel, los drones que sobrevuelan sus fronteras, y los intentos de infiltración desde el norte, tienen todos un mismo origen: “La casa matriz es el régimen de los ayatollahs en Teherán”. Kaplan afirma que esta amenaza no solo se basa en ataques militares directos, sino que existe un “know-how”, financiación y entrenamiento que se transmite a través de esta red, consolidando el cerco contra Israel.
“El enemigo más grande es, por supuesto, Irán”, enfatiza Mattanya Cohen, director para América Latina de la Cancillería israelí, y señala que la lucha contra este círculo de aliados es una guerra tanto militar como ideológica. La estrategia iraní de rodear a Israel no es solo un ideal, sino una realidad que se manifiesta en acciones concretas, explica a Infobae Raz Zimmt, analista israelí especializado en Irán. “La conducta iraní, especialmente a partir del 7 de octubre, demuestra que no es solo una visión teórica, la intención de Teherán es rodear a Israel con este anillo de fuego, desgastarlo gradualmente”.
Zimmt destaca que la relación de Irán con sus proxies en la región es compleja y no se reduce a un simple mecanismo de “comando y control”. Aunque estos grupos no son soldados directos de Irán, la influencia de Teherán es incuestionable.
Este eje proiraní trasciende Oriente Medio. Según Zimmt, hay una dimensión global en este enfrentamiento que también se refleja en Europa, donde los conflictos locales se convierten en un terreno de disputa entre bloques ideológicos: un campamento liberal, democrático y pro-occidental, contra un eje antioccidental, antiliberal y antidemocrático.
“Vamos a luchar todas las guerras que tengamos que luchar”, declara Kaplan y reafirma la creencia de que Israel debe resistir continuamente para asegurar su supervivencia.
“Se puede matar a los terroristas, pero cómo se matan las ideas”, preguntó Infobae cuando el listado de altos mandos terroristas abatidos se acumulan. Gendler, el vocero de la cancillería israelí, fue contundente: “No estamos en el negocio de matar ideas. Estamos en el negocio de desmantelar la estructura operativa terrorista”. El funcionario explicó que en Gaza la prioridad de Israel es destruir el comando y control de Hamas, y una vez logrado ese objetivo, será más fácil buscar la estabilidad en la región… Aunque aún no hay ningún plan público para la postguerra.
Para apoyar su teoría, Gendler hizo una analogía con otros grupos terroristas de los años 70 que finalmente desaparecieron, como los Weathermen en Estados Unidos y la Fracción del Ejército Rojo en Alemania (RAF). “Israel -afirmó- busca hablar de paz con los palestinos, pero entiende que Hamas, junto con la influencia de Irán, es un obstáculo importante para alcanzar la estabilidad regional”.
La guerra está dejando cicatrices profundas en la sociedad israelí. Para Lucy Aharish, periodista y presentadora israelí de origen árabe, la clave para resolver el conflicto radica en la integración de la minoría árabe israelí, que representa el 20% de la población del país. Sin embargo, señala que ni la mayoría judía ni los árabes israelíes son conscientes de la importancia de este sector en la búsqueda de la paz. Aharish insta a centrarse en el día después, destacando que el 7 de octubre fue una pérdida para Israel en términos militares y estratégicos, pero que existe la oportunidad de un “nuevo Medio Oriente”. Esta oportunidad, advierte, solo se podrá aprovechar con “líderes valientes que se atrevan a buscar soluciones innovadoras y sostenibles”.
Su visión optimista no es generalizada. Zohar, que estuvo escondido junto a su familia durante más de 15 horas en un refugio mientras terroristas de Hamas intentaban matarlo y masacraron a toda su comunidad del kibutz Kfar Aza en el sur del país ya dejó de ser optimista: “Por mi profesión de abogado trabajo para documentar los casos y llevarlos a instancias internacionales y todas esas historias me hicieron dejar atrás mi ingenuidad. Ahora creo que todos dentro de la Franja están involucrados de una manera u otra”.
“El 7 de octubre lo que hizo Hamas fue asesinar la posibilidad de un proceso de negociación de los dos pueblos”, concluyó en diálogo con Infobae el historiador israelí Ido Zelkovitz.
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