La comunidad internacional se pondrá frente al espejo durante la XXVI Conferencia de las Partes de Cambio Climático de la ONU (COP26) que se celebrará desde este domingo 31 de octubre al 12 de noviembre en la ciudad escocesa de Glasgow (Reino Unido), ya que los cerca de 200 países que firmaron el Acuerdo de París en 2015 deberán acabar con la diferencia entre las promesas formuladas y la realidad que reflejan sus anuncios para evitar los peores efectos del calentamiento global.
En el Acuerdo del Clima de París la comunidad internacional se compromete a lograr limitar el incremento de la temperatura global del planeta en 1,5 grados centígrados (ºC) de aquí a final de siglo y buena parte de los países han ido presentando en el último lustro compromisos en esa dirección.
Pero esta misma semana, el Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas presentó su informe de brecha de emisiones 2021 que supone un jarro de agua fría al entusiasmo de la acción climática: la suma de los compromisos anunciados por todos los países, en caso de cumplirse, supondrán un aumento de la temperatura del planeta de 2,7ºC, es decir, 1,2ºC más del objetivo propuesto.
Aunque se trata de un avance respecto al cálculo de incremento de 4ºC al que se llegaría a final de siglo sin compromisos climáticos, no es suficiente, tal y como llevan avisando los científicos, las ONG, numerosos gobiernos y, con ellos, la voz del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que critica que el liderazgo necesario en esta materia es “inexistente” mientras el planeta Tierra se sigue “encaminando hacia la catástrofe climática”. En su opinión, las promesas presentadas son “vagas”, “incoherentes” y “ambiguas”.
Hasta el momento, medio centenar de países, además de la Unión Europea, han anunciado su voluntad de alcanzar una meta cero emisiones a mitad de siglo, y eso supone más de la mitad de las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero, más de la mitad del PIB mundial y un tercio de la población mundial. No obstante, el PNUMA critica que muchas de las contribuciones determinadas a nivel nacional posponen su acción a 2030, por lo que advierte de que este aplazamiento podría conducir a un punto de no retorno que impedirá llevar a buen puerto el objetivo.
“El mundo tiene que despertar ante el peligro inminente al que nos enfrentamos como especie. Las naciones deben poner en marcha las políticas para cumplir con sus nuevos compromisos y comenzar a implementarlas en cuestión de meses”, advierte la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, que reclama la puesta en marcha de políticas que “respalden esta gran ambición” así como su aplicación urgente.
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