Encastillado en un exilio que este año completa una década, Rafael Poleo hace lo que ha hecho desde que era un muchacho veinteañero -ahora tiene 83- y se rodeaba de viejos sabios, de quienes aprendía el oficio de reportero y los vericuetos de la historia y la sicología de Venezuela. Elocuente, polémico, sumamente informado, nunca ha sido timorato a la hora de tomar partido, lo que en algunas ocasiones ha hecho con cierto exceso de fruición y destellos de impiedad. En la actualidad, su causa es la unidad democrática para desalojar la tiranía.
Por Milagros Socorro/ La Gran Aldea
-Juan Guaidó ha regresado a Venezuela con un tesoro político. ¿Usted confía en que sabrá invertirlo?
-Confiar es una palabra que no me gusta, porque soy desconfiado. Pero en sana lógica esto debe salir bien, porque las condiciones son favorables. Y no me refiero a las internas en Venezuela, a las que se atribuye exagerada importancia. Ya a principios de este siglo, cuando fui invitado al Círculo de Montevideo, la asociación de ex presidentes americanos fundada por el uruguayo Sanguinetti, para que informara sobre el tema, dije que la sociedad venezolana no estaba en capacidad de enfrentar el atraco fascista que representaba el chavismo. Hoy eso es más verdad aún que entonces. Solo que hoy es interés primordial de las potencias democráticas, especialmente de Estados Unidos, poner en marcha la reserva de materias primas estratégicas que es Venezuela. Este es el factor determinante de la movilización de Occidente para el restablecimiento de la normalidad política en Venezuela. Evidentemente, está en marcha un bien diseñado plan para lograr ese objetivo.
-¿Cómo es que las condiciones internas no tienen importancia? Eso no es lo que piensa Guaidó, quien llegó llamando a la gente a movilizaciones.
-Las movilizaciones no es tanto que no tengan importancia como que no son aconsejables (si las vemos como movilizaciones de calle). Téngase en cuenta que no enfrentamos a políticos que, cuando son rechazados por la opinión pública, pasan a la oposición y esperan un reflujo para intentar el regreso al poder, sino a delincuentes que desplazaron a los revolucionarios originales, como eran Chávez, Urdaneta Hernández y Miquilena. Estos delincuentes no vacilarán en masacrar a la población para defender el fabuloso botín que tienen en sus manos. Cabe esperar que el alto mando de la oposición sepa manejar el delicado instrumento de movilizar a las masas.
-Los aliados de las fuerzas democráticas piden elecciones, eso supone compactación de las fuerzas democráticas, movilización de su gente y sus recursos.
-Esa es una sensata forma de movilización y es la que casi como imposición recomiendan las potencias occidentales que discuten con Rusia la influencia sobre Venezuela. Porque hay que tener claro que lo que estamos viviendo es el enfrentamiento entre Rusia y las potencias occidentales por el acceso a una abundante fuente de materiales estratégicos.
-¿Cree que llegaremos a elecciones?
–Estados Unidos, apoyado por Europa del Norte, está en capacidad de imponer esa solución, pero pagando el precio de permitir que los jerarcas del régimen escapen a Rusia y al sur de Europa, con buena parte de lo robado.
-Corrijo la pregunta: ¿Cree que llegaremos a elecciones libres y confiables?
-Todo marcha en esa dirección y Occidente tiene fuerza para imponerlo. Por eso, lo veo como la primera posibilidad. La otra posibilidad, que es la intervención armada, tiene mucha resistencia en Estados Unidos. Lo que parece pautado es una permuta con Rusia, que es el verdadero adversario. A cambio de salir de Venezuela, Rusia, con Europa del Sur, quedarían con el control de las reservas estratégicas africanas.
-Permuta siniestra.
-Es lo que ha ocurrido siempre en la historia. No hay ejemplos en contrario.
-Volvamos al principio. Para ganar unas elecciones, hay que movilizar las fuerzas interna, de manera que sí cuentan.
-En esa etapa de las elecciones, lo más importante será la movilización interna. Por eso he insistido en que la oposición debe prepararse para la batalla decisiva, que serán las elecciones. Menos mal que Acción Democrática lo ha comprendido y está poniendo en eso sus energías y recursos.
-¿Por qué los radicales detestan tanto la idea de las elecciones?, aún cuando es lo que exigen los aliados internacionales y lo que, según coinciden las encuestas, es lo que quiere la mayoría de la gente.
-Los radicales no pueden querer elecciones, porque no podrían ganarlas: Su peso no llega al 5% del electorado. Un peso, por cierto, en proporción inversa a su estridencia. Es una necedad oponerse a lo que para nuestros indispensables aliados es una condición sine qua non. En esta situación hay un factor perturbador, que son los banqueros que mediante soborno a cuadros medios del régimen estafaron a la Nación venezolana en billonarias manipulaciones cambiarias. Estos factores, para defender ese patrimonio mal habido, han reciclado personajes que hasta hace muy poco se habían mantenido al margen y, por esa inercia, perdieron vigencia. También han reactivado a políticos que sí estuvieron activos, pero por seguir estrategias equivocadas ya no aparecen en la foto. Estas personalidades, disponiendo ahora de ingentes recursos, es de suponer que representarán los intereses que les han devuelto a la vida. Es una realidad que los viejos generales sin tropas pierden importancia cuando lo que se necesitan son ejércitos; esto es, organizaciones partidistas capaces de ganar elecciones. Debemos aceptar que los liderazgos individuales ya están establecidos, con Guaidó a la cabeza.
-¿Me equivoco si creo que usted está aludiendo a Antonio Ledezma?
-En el primer grupo, Arria; y en el segundo, Ledezma. Son arquetipos. No quiere decir que sean muertos políticos, pero no pueden aspirar a comandar las tropas de los demás. Sobre todo, mientras sea tan evidente la fuente de financiamiento que los ha reactivado e inevitablemente representan.
-Tanto Arria como Ledezma están entre las personalidades anotadas con Guaidó.
-Ellos aspiraron a rivalizar con Guaidó, pero en vista de que a Guaidó lo respaldan los cuatro grandes partidos nacionales, mientras ellos no tienen base organizativa alguna, han tratado de que Guaidó les invite a subirse al carro. No me parece que tengan cómo pagar el pasaje. Es casi patético verlos pendulando entre ofrecer unos activos que no tienen y retirarlos cuando Guaidó no les hace caso.
-Usted vio, desde muy joven, desenvolverse al liderazgo histórico del siglo 20, ¿qué contraste establece con el actual?
-Las dificultades que vive hoy el mundo se deben a una declinación abismal en la calidad del liderazgo político. Desde los colosos de la Segunda Guerra Mundial a esta parte, cada generación ha sido notoriamente inferior a la anterior, hasta llegar a la deplorable situación actual. Me atrevo a señalar un fondo ético. En aquellos tiempos, un hombre se sentía realizado cuando completaba una obra, sin reparar en el provecho personal que ella le procurara. Ahora, se siente realizado en la medida del dinero que gane y atesore, y por eso los talentos se han desplazado del servicio a la Nación, que solo da para una vida burguesa, a la tecnología y las finanzas, donde están las macro-fortunas. Ese vacío que el talento generoso ha dejado lo llenan los “buscalavida” que ves traficando en los altos niveles del poder en todo el mundo, como agentes de los grandes intereses, que es lo que los políticos son ahora. Si realmente la democracia, que va cuesta abajo al punto de que es más bien una plutocracia, llegare a colapsar, la causa pudiera encontrarse en esa debilidad ética. En Venezuela, esta declinación nos llevó al desastre que hoy vivimos.
-¿Cómo percibe el liderazgo actual en Venezuela?
-Los generales arrojados y temerarios son los que pierden heroicamente las batallas. Me permito la indiscreción de comentar que, cuando supe que Leopoldo López iba a entregarse, desesperadamente le pedí que no lo hiciera, porque un preso no es más que una baja y que en la cárcel no puede pensar sino en cómo escaparse, mientras su ejército en la calle no puede ocuparse más que de liberarlo. Hasta le recordé que su admirado Rómulo Betancourt solo cayó preso una vez, y eso siendo un muchacho, bajo el gobierno de López Contreras. Hay que seguir a líderes prudentes, de coraje sereno, que no caen en las provocaciones del enemigo ni oyen los consejos de los mánager de tribuna. Ahora tenemos una nueva generación de dirigentes (aquí internos, detesto la palabra líder) que se han forjado en el sufrimiento, enfrentando dificultades, aunque no tantas como las cárceles de Gómez donde se acrisoló la inigualada Generación del 28. Cabe la esperanza de que dejen el pescueceo en los medios de comunicación y se dediquen a lo determinante, para que no sean otra generación frustrada.
-Le voy a proponer unos nombres, para que usted haga un perfil en píldoras.
-Henry Ramos Allup: Conociéndolos a todos, es inevitable decir que, gramo por gramo, es el venezolano actual más capacitado para el manejo del Estado, el de más completa formación en la política y la administración pública. Y esto no es una proposición, porque la bolita ya cayó en Guaidó, que lo ha hecho bien y, si no lo envanece el sanedrín que le se va conformando, podrá seguir haciéndolo, para bien de la patria.
-Diosdado Cabello: Un aventurero que tuvo su gran momento cuando los Estados Unidos lo vieron como una solución viable. Pero lo enajenó el generalato narcotraficante, que es su base de poder. Al voltearse la tortilla, es el único en el alto gobierno que no tiene dónde refugiarse, por lo cual es quien resiste con mayor fiereza: No le queda otra.
-Henri Falcón: La circunstancia lo aventó muy por encima de sus capacidades y ya no le queda sino entrar en barrena.
-Claudio Fermín: Por inconsistencia íntima botó la gran posibilidad que tuvo en 1993, y hoy es un personaje lamentable, manejado por un traficante de orilla.
-Vladimir Padrino: El más astuto del elenco chavista, mantuvo una curiosa ambigüedad hasta que en un viaje a Moscú cerró contrato; y así, como representante de Putin, es el verdadero soporte del régimen y el único que tiene refugio totalmente asegurado. En el acto final su rol es darle colita a Maduro en el avión o entregarlo a los americanos para que acompañe a Diosdado como alimento de las fieras.
-Julio Borges: Una personalidad tenaz, que ha planificado su carrera política y mantenido el rumbo en medio de la tempestad. Se le ve destinado a ser el jefe de la derecha democrática como alternativa válida frente a una izquierda democrática que es mayoritaria, pero antes tiene que resolver el Problema Capriles.
-Henrique Capriles: Dejó atrás la etapa de los disparates y se ha remodelado como un político menos brillante pero más sólido, como si quisiera imitar a su rival natural, que es Borges. Parece curado de la manía de ser presidente o muerto, esa que traba el entendimiento a otros personajes de tu lista. No me sorprenderá si se relanza con un proyecto nuevo.
-Manuel Rosales: Hubo un momento en que los zapatos le quedaron grandes, pero tuvo la sensatez de comprenderlo y, gracias a su capacidad de organizar, hoy tiene más de lo que demuestra y es indispensable en cualquier combinación de poder.
-Diego Arria: Bastante disminuido por la edad y el retiro, opera según su modelo original de trabajar bien financiado. Su aspiración presidencial es disparatada, con tendencia a ridícula, pero si se modera puede ser útil como funcionario de alto nivel en el área de su verdadera vocación, ministro de Turismo, por ejemplo.
Con información de La Gran Aldea
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