En el metro de Nueva York hay más personas mordidas por otras personas que por tiburones en el océano. Las macetas que caen de ventanas matan a más personas que los tiburones. Lo mismo ocurre con las selfies: deberías tener más miedo de caerte por un acantilado en tu búsqueda de una foto perfecta que de un ataque de tiburón.
“Los tiburones no sólo no son malos. Son activamente buenos”, afirma David Shiffman, biólogo de conservación marina de la Universidad Estatal de Arizona. La semana pasada, los Museos de Ciencia y Cultura de Harvard invitaron a Shiffman a dar una charla sobre su nuevo libro, Why Sharks Matter: The Science and Policy of Saving Sharks, en la que explicó por qué adora a estas criaturas tan temidas y cómo podemos ayudar a salvarlas de la extinción.
“Me encantan los tiburones desde hace mucho tiempo”, sostuvo Shiffman, que llevaba una camiseta en la que se leía “Respete a los locales” con la palabra “respeto” escrita en pequeños tiburones. Según el experto, “alrededor de un tercio de las 538 especies de tiburones conocidas en la actualidad se consideran en peligro de extinción. Y los humanos son con mucho su principal amenaza. La sobrepesca -accidental o intencionada- está reduciendo su número, pero también el cambio climático inducido por el hombre, que está provocando rápidos cambios en sus hábitats oceánicos”.
“En los últimos años lo han pasado mal”, afirmó George Lauder, profesor de ictiología Henry Bryant Bigelow de Harvard. “Los tiburones se enfrentan a un océano que se calienta, a la acidificación de los océanos, a la pérdida de sus presas y a muchos otros problemas graves”, dijo Lauder en su introducción. “Son malas noticias, pero no es una causa perdida”, aseveró por su parte Shiffman. “Podemos ayudar a los tiburones”.
Pero, ¿por qué deberíamos hacerlo? “La razón más importante, con diferencia, es que los tiburones son engranajes fundamentales de los ecosistemas oceánicos”, detalló Shiffman. Y añadió: “Las redes alimentarias de los océanos son complejas y vulnerables; la eliminación de un depredador puede tener repercusiones desproporcionadas, lo que podría hacer que todo el sistema se desmoronara. Los tiburones también tienen una biología y unas habilidades inusuales. Sus esqueletos están hechos de cartílago, no de hueso, lo que puede ayudarles a curarse más rápidamente”.
La visión y el olfato de los tiburones son mejores que los de los humanos, y tienen un sentido del que carecemos: como los tiburones son capaces de detectar campos electromagnéticos, pueden descubrir a sus presas ocultas bajo la arena percibiendo la electricidad de sus latidos. La cabeza larga y plana del tiburón martillo es como un detector de metales, diseñado para escudriñar el lecho marino en busca de latidos en lugar de monedas perdidas. Los tiburones también utilizan el campo magnético de la Tierra para navegar desde una playa favorita hasta una isla concreta sin perderse en el mar.
Además, muchas especies poseen otros rasgos útiles. Algunas tienen bocas biofluorescentes, que atraen a las presas para que naden hacia ellas. (“Son los objetivos de la hora de la merienda”, manifestó Shiffman). Algunos brillan en la oscuridad. El tiburón duende puede hiperextender su mandíbula para engullir mejor a su presa. El tiburón zorro utiliza su cola como un látigo, haciendo una onda de choque que aturde a su comida. Y el tiburón de Groenlandia come osos polares y puede vivir más de 400 años.
“A menudo se piensa que los tiburones son rápidos y poderosos”, explicó Shiffman. Pero su tiburón favorito, el tiburón trozo, es lento y perezoso. Para el especialista, muchos conceptos erróneos pueden relacionarse con la película Tiburón de Steven Spielberg, que presentaba a los tiburones como monstruos malvados que cazan a los humanos. “Spielberg tiene mucho que responder”, dijo Shiffman. “Los ataques de tiburón son increíblemente raros e improbables. Alrededor del 38% de los ataques de tiburón denunciados en Australia son falsos”, agregó.
Shiffman escribió su libro para disipar estas ideas erróneas y ofrecer formas prácticas de ayudar a salvar a los tiburones. “Algunos que quieren ayudar -continuó-, están haciendo más daño que bien”. Grupos de personas a las que Shiffman llama “buceadores idiotas machistas” se hacen fotos montando, abrazando y besando a los tiburones en la cara. “No hagas eso”, aconsejó.
Durante la parte de preguntas y respuestas de la charla, espectadores de tan sólo 4 años preguntaron por qué algunos tiburones son de color rosa chicle (la respuesta: viven donde no llega la luz, por lo que ese tono los hace casi invisibles) y si las tecnologías de disuasión de tiburones funcionan realmente. “Lo más caritativo que puedo decir es que algunas de ellas funcionan a veces bajo ciertas condiciones”, concluyó.