La India fracasó la pasada noche al intentar convertirse en la cuarta potencia en llegar a la Luna, detrás de EE.UU., Rusia y China. Los controladores de la misión perdieron la comunicación con la misión no tripulada Chandrayaan-2 unos segundos antes del momento en el que estaba previsto que su aterrizador se posara en una región previamente inexplorada de la superficie lunar. Aunque a esta hora de la tarde la Organización de Investigación Espacial de la India (ISRO) aún no han confirmado si la nave espacial se estrelló o no, todo parece apuntar que el módulo sufrió un percance insuperable durante el descenso.
«El descenso fue el planeado y se observó un rendimiento normal hasta una distancia de 2,1 kilómetros de la superficie. Posteriormente, se perdió la comunicación entre el módulo de aterrizaje y la estación en tierra. Se están analizando los datos», reconoció poco después Kailasavadivoo Sivan, presidente de ISRO.
El orbitador Chandrayaan-2 («vehículo lunar» en sánscrito) fue lanzado desde el sur de la India el 22 de julio. La pasada noche debía soltar su aterrizador, llamado Vikram, para posarse suavemente en una elevación situada junto a dos cráteres, a solo 600 kilómetros del polo sur lunar. Después, el módulo desplegaría un pequeño vehículo de exploración, Pragyan. El objetivo era mapear la superficie de una región previamente inexplorada del polo sur, examinar su composición y buscar agua.
Sin embargo, las cosas no salieron como se esperaba. Los responsables de ISRO ya habían advertido de que el descenso del módulo de aterrizaje desde la órbita lunar, bautizado como «los 15 minutos de terror», era extremadamente complicado. En efecto, los científicos creen que fue durante esa fase crítica cuando se produjo el fallo. Durante el descenso, el módulo funcionaba de manera autónoma, sin que pudiera ser controlado desde la estación terrestre. Probablemente, el artefacto se desvió de su trayectoria y no pudo controlar su velocidad. ISRO dice que está analizando los datos para determinar qué salió mal.
Desde el centro de seguimiento, la situación no pudo ser más angustiosa. Cuando comenzó el descenso, los científicos celebraban la información cambiante en sus monitores. Sin embargo, media hora más tarde, las sonrisas alegres se transformaron en caras de preocupación, tristeza y abatimiento. Los datos dejaron de cambiar en las pantallas sin que nadie pudiera hacer nada.
Diez años de trabajo terminaban de la peor de las maneras, aunque no todo está perdido: el orbitador sigue funcionando a 100 km de altitud sobre la superficie lunar y puede aportar datos importantes para elaborar mapas que, entre otras cosas, ayuden a conocer cuánta agua esconde nuestro satélite, algo fundamental para el despliegue de futuras misiones tripuladas.
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