¿Qué es lo que hace que un proyecto sea un éxito? ¿Y cómo nos podemos asegurar de que ese éxito perdure en el tiempo? El empresario y autor israelí Uri Levine es una de las personas más aptas del mundo para responder estas preguntas, ya que, tras cofundar Waze -una aplicación de tráfico y navegación que fue adquirida por Google en junio de 2013 por más de 1.100 millones de dólares-, se convirtió en uno de los emprendedores más inspiradores del mundo.
Enamorémonos del problema
El día de la fiesta judía de Rosh Hashana del 2006, yo había tomado unas vacaciones con mi familia extendida en Metula, una pequeña aldea en el extremo norte de Israel, a algo menos de 200 kilómetros de mi hogar en Tel Aviv. Cuando los cortos días de descanso se acercaban a su fin, llegó el momento de emprender el regreso de tres horas a casa. Éramos un grupo grande —distribuido en diez autos— y la pregunta en la mente de todos era: “¿Cuál será la mejor ruta para llegar a casa?”.
Existían únicamente dos rutas de Metula a Tel Aviv, algo parecido a las deliberaciones para tomar la 280 o la 101 cuando se viaja entre Silicon Valley y San Francisco. En el 2006, no había una manera de saber con certeza cuál de las autopistas tomar. Como mi esposa y yo teníamos cuatro hijos relativamente pequeños en esa época, fuimos los últimos en partir, y yo pensé: “Si solo hubiera alguien conduciendo delante de nosotros para informarnos qué caminos están congestionados y cuáles abiertos”.
Pero sí lo había. Todos aquellos miembros de la familia que se nos habían adelantado en el camino. Comencé a llamarlos. “¿Cómo está el tráfico en tu ruta?”, pregunté. “¿Algunos embotellamientos sobre los que deba saber?”. Ese resultó ser mi momento “¡Eureka!”, la idea que llevó a que comprendiera que lo único que necesitaba era a alguien adelante en el camino para que me dijera lo que ocurría. Esto fue lo que más tarde se convirtió en la esencia de Waze.
Muchas de mis startups comenzaron de una forma similar, al sentirme frustrado y advertir que otros compartían la misma frustración, e intentar encontrar una manera de aliviarla. Aun cuando ninguna de mis startups habría tenido éxito sin el equipo de liderazgo, el detonante para empezarlos casi siempre fue el mismo. Comencé Waze porque odio los embotellamientos. Comencé FairFly porque odio dejar dinero sobre la mesa. Pontera (antes llamada FeeX) nació porque sentí que pagaba demasiado en cargos por mis ahorros pensionales y Engie porque me sentía como un idiota cuando iba al mecánico. Sabrán más acerca de mis motivaciones y de aquello que hacen mis compañías más adelante en este capítulo.
Para mí, siempre es la frustración la que me lleva a comprender que hay un problema. Luego intento determinar si se trata de un gran problema, un problema que valga la pena solucionar. Es siempre el problema aquello que lo desencadena todo y, si el problema es significativo, es posible crear mucho valor y convertirnos nosotros mismos en personas exitosas al solucionarlo.
Este capítulo narra la historia del comienzo de muchas de mis startups, que empiezan siempre con un problema y luego permanecen enfocados en ese problema. En definitiva, construir una startup es difícil, largo y doloroso. Es preciso estar enamorado para tener la pasión suficiente que permita perseverar a través de las etapas difíciles del viaje. A ustedes les irá mejor si están enamorados del problema que intentan resolver.
Una startup es como enamorarnos
Construir una startup se asemeja mucho a enamorarse. Al comienzo, hay muchas ideas que se pueden desarrollar. Eventualmente, se elige una y decimos: “Esta es la idea sobre la que voy a trabajar”, al igual que es posible tener muchas citas hasta cuando eventualmente conocemos a alguien, y nos decimos que esa persona es “la indicada”.
Al principio, pasamos tiempo únicamente con esa idea, pensando en el problema, los usuarios, el modelo de negocio, todo, de la misma manera como solo queremos pasar el tiempo con la nueva persona a quien amamos cuando empezamos a enamorarnos.
Cuando finalmente nos sentimos lo suficientemente seguros, comenzamos a hablar con nuestros amigos sobre la idea, y por lo general nos dirán: “Eso nunca va a funcionar” o “Es la idea más estúpida que he oído”. He escuchado esto muchas veces. Creo que la gente ya no suele decírmelo con tanta frecuencia, pero al comienzo lo decían mucho.
A veces llevamos a nuestra novia a conocer a nuestros amigos y dicen: “Esta persona no es para ti”. Este es usualmente el momento en el que nos apartamos de nuestros amigos, porque estamos enamorados de esa idea, enamorados de lo que estamos haciendo, y no queremos escuchar a nadie más.
La buena noticia es que estamos enamorados y no los escuchamos. La mala noticia es que estamos enamorados y no los escuchamos. Pero esta es la realidad, y es relevante para muchos aspectos de nuestra vida. Si no amamos lo que hacemos, hagámonos el favor y hagamos más bien algo que amemos, porque, de lo contrario, nos estaremos condenando al sufrimiento. ¡Debemos ser felices!
Puede ser perjudicial desconocer lo que otros nos dicen. Quizás los amigos, socios de negocio potenciales o inversionistas tienen algo importante que decir, y ¡no los escuchamos! Sin embargo, al mismo tiempo, es necesario estar enamorados para emprender este viaje. Será una montaña rusa larga, compleja y difícil. Si no estamos enamorados, será excesivamente duro.
Antes de fundar Waze, había estado trabajando como consultor para varias startups. Una de ellas era una compañía local de navegación móvil, Telmap, que construía software de navegación para teléfonos móviles y era ofrecido como un servicio a los operadores de móviles, que, a su vez, lo ofrecían como una suscripción paga da a sus suscriptores. Era, esencialmente, una compañía de negocio-a-negocio-a-consumidor (B2B2C). Telmap obtenía la licencia de sus mapas de terceros, como la compañía israelí Mapa y el gigante internacional de mapeo Navteq. Sin embargo, Telmap no tenía in formación de tráfico.
Me acerqué al CEO y compartí con él lo que pensaba. La plataforma de Telmap parecía el lugar ideal para desarrollar mi visión.
—A nadie le interesa la información del tráfico —respondió el CEO, rechazando aquello que yo consideraba una idea brillante—. A la gente le interesa la navegación. No creo que la información del tráfico sea factible.
Por “factible” quería decir “nunca conseguiremos que la gente la use lo suficiente para que valga la pena financieramente para nosotros o para cambiar su ruta de acuerdo con ella”.
En aquel entonces, la única manera como se usaba la información de tráfico era mediante un código de colores aplicado al mapa: verde significaba que no había tráfico, amarillo que sí lo había y rojo que el tráfico era pesado. Pero esta información no era particularmente útil.
En las carreteras e intersecciones muy usadas hay tráfico todos los días entre 8 a. m. y 9 a. m., y entre 4 p. m. y 6 p. m., y en la misma carretera, a medianoche ¡no hay tráfico! Yo, sin embargo, persistí. Cualquiera que me conozca es consciente de que, una vez que tengo una idea en mente, es casi imposible disuadirme de desarrollarla.
Telmap tenía 50.000 usuarios en aquel momento, todos en Israel, y todos usaban sus teléfonos móviles con gps. Diseñé un modelo estadístico teórico para mostrar cómo estos 50.000 conductores serían suficientes para crear información de tráfico factible. Era un modelo muy sencillo, que resultó preciso después, cuando creamos Waze.
Las cifras del modelo funcionan así: 50.000 usuarios de cerca de 2,5 millones de vehículos en Israel (el número de autos y camiones en las carreteras en esa época) constituían aproximadamente el 2 % del total. En una autopista, durante las horas pico, hay entre 1500 y 2000 vehículos por carril, así que el 2 % de esta cifra es una muestra de 30 a 40 vehículos por carril.
Ahora bien, si la autopista tiene tres carriles, esto sería entre 90 y 120 vehículos por minuto. Si pudiéramos reunir ubicación y velocidad en todo momento, esta sería una muestra lo suficientemente grande para determinar cómo es el tráfico en esa autopista.
Intenté de nuevo persuadir al CEO pero, evidentemente, mi tesis no fue lo suficientemente fuerte para convencerlo. Aun cuando dejé de tratar de convencerlo, seguía con el deseo de trabajar en esto durante un tiempo hasta cuando, cerca de un año más tarde (siempre toma más tiempo de lo que pensamos), como resultado de mis antecedentes y mi reputación como consultor de startups, un colega mutuo me presentó a dos emprendedores: Ehud Shabtai y Amir Shinar.
Ehud y Amir trabajaban juntos en una compañía de software dirigida por el segundo. Ehud era el CTO (Chief Technology Officer – director de Tecnología) pero en su “trabajo nocturno” había construido un producto llamado FreeMap Israel. La aplicación FreeMap Israel era una combinación de dos partes: navegación y creación de mapas. La aplicación creaba un mapa a medida que uno conducía y la utilizaba al mismo tiempo para la navegación. Funcionaba en asistentes personales digitales (pda), pues todavía no existían los iPhones. Como su nombre lo indica, FreeMap Israel era completamente gratuita, tanto la aplicación como el mapa.
Ehud tenía un problema similar al mío: necesitaba mapas para que funcionara su aplicación, pero era excesivamente costoso obtener una licencia de un tercero para usarlos. Este fue un problema crítico para nuestras dos visiones porque, sin los mapas, sería imposible construir una masa crítica de usuarios que generara información de tráfico factible. Pero una startup no podía costear los altos precios que cobraban en ese entonces las compañías que elaboraban mapas.
Conocer a Ehud y a Amir fue mi segundo momento mágico; fue entonces cuando supe que había encontrado lo que necesitaba para completar mi visión de una aplicación cotidiana para “evitar los atascos de tráfico”. Tenía una idea, pero no una forma de implementarla. Ehud tenía la respuesta conceptual y tecnológica para el costo del mapa, así como una visión similar. De hecho, Ehud estaba muchos pasos delante de mí. Lo mío era una teoría; él en realidad había construido ya mucho de lo que se necesitaba. La magia de los mapas de Ehud que se dibujaban a sí mismos y creaban un mapa “gratuito” era un prerrequisito para desarrollar una aplicación gratuita que alentara su uso por el número de usuarios necesarios para generar datos de tráfico precisos.
Desde el inicio de Waze, después de que uniéramos fuerzas en el 2007, era claro que una aplicación de mapeo/conducción/tráfico que funcionara con gps era exactamente aquello que íbamos a construir. Ciertamente éramos conscientes de que los teléfonos inteligentes con sistemas operativos (y, por lo tanto, con la capacidad de operar con aplicaciones) y conjuntos de chips integrados al gps eran cada vez más populares. Lo que no sabíamos en aquel momento era que Apple habría de revolucionar la industria cuando lanzó la App Store en el 2008. Esto, a su vez, dio a Waze su mayor impulso.
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