Los más recientes progresos en la resurrección del famoso espécimen fueron publicados en la revista Genome Research, que explica cómo los expertos consiguieron secuenciar el ARN extraído de los tejidos cutáneos y musculares del animal, lo que hace posible reconocer los genes particulares de este ejemplar. Ahora, los investigadores pueden entender cómo funcionan los músculos, cómo crece el pelo, las uñas y la composición de la piel de la especie, algo clave para traerlo de regreso.
“Resucitar al tigre de Tasmania o al mamut lanudo no es una tarea baladí y requerirá de un conocimiento profundo, tanto de la regulación del genoma como del transcriptoma de especies tan renombradas, algo que recién ahora comienza a desvelarse”, dijo Mármol Sánchez, mediante un comunicado.
El marsupial carnívoro se extinguió hace miles de años en las islas de Nueva Guinea, pero algunos ejemplares se mantuvieron con vida al sureste de Australia, hasta que fueron víctimas de cazarrecompensas, quienes los liquidaban a pedido de ganaderos que veían a estos animales como una amenaza.
El último tigre de Tasmania murió en cautiverio en 1936, en el zoológico de Hobart, y ningún otro tilacino fue hallado en la naturaleza, por más que hubo rumores infundados que surgieron con el tiempo.
Si bien el regreso del tigre de Tasmania aún no se concreta, la esperanza en que el grupo científico pueda tener éxito abre la puerta a que otras especies extintas por culpa del hombre, también puedan tener una segunda oportunidad.
Entre las especies que ya se han trabajado figuran el mamut lanudo, el pintoresco dodo, y el gastrópodo de Nueva Zelanda. Los expertos esperan aprender de estas especies y también evitar que se vuelven a cometer los mismos errores que provocaron su desaparición.