Cerca de 600 familias están afectadas por la falta de agua en parte de la avenida Andrés Bello y en la urbanización Santa Rosa, zonas ubicadas en la parroquia El Recreo, municipio Libertador. Desde hace tres semanas que los habitantes de estos sectores deben comprar agua para sobrevivir: cada botellón de 18 litros cuesta no menos de 30.000 bolívares (o lo que representa 15% de un salario mínimo en Venezuela).
En medio de una emergencia mundial por la propagación de COVID-19, la hidratación y la higiene se volvieron tareas complicadas. Martha Pantin, líder comunitaria, explica a El Pitazo este lunes, 6 de abril, que generalmente, quienes no pueden comprar van a la avenida Boyacá, conocida como Cota Mil, a recolectar agua en las riveras y tomas improvisadas del Ávila, pero la medida de cuarentena impuesta por Nicolás Maduro impide salir de casa.
En la calle Sánchez de Santa Rosa hay 300 familias que solo reciben agua los domingos, aunque no ha sido así los últimos dos. Pantin cuenta que las fallas que comenzaron en 2018 y que no han sido resueltas por Hidrocapital evitan que el agua llegue igual a todas las casas. “Como va subiendo de la avenida Libertador a la Andrés Bello, la presión en la parte alta es poca. En mi casa tuvimos que hacer un tanque a nivel de piso porque el agua no tiene fuerza”, dice.
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Gastar los ahorros en agua
Mary Luz Correia es habitante de uno de los cinco edificios que dan hacia la avenida Andrés Bello y luego de tres semanas sin agua, ella y sus vecinos decidieron pagar por el servicio de camiones cisternas. Por 50.000 litros, lo necesario para llenar el tanque que surte a 45 familias de esa residencia, deberán pagar 20.000.000 de bolívares, lo que al cambio oficial son 230 dólares.
La falta de agua impide cumplir con las medidas de prevención del nuevo coronavirus recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Correia cuenta que desde que comenzó el aislamiento no han podido limpiar espacios comunes como los pasillos y el estacionamiento.
El dinero que utilizarán para pagar por el agua forma parte de un fondo de ahorro que estaba destinado a la reparación del ascensor, para la que requieren 1.000 dólares. Mary Luz insiste en que cada bolívar o dólar ahorrado es un esfuerzo: “Los del consejo comunal creen que somos gente millonaria. No, somos gente normal, clase media que se ha venido a abajo”.
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