Lo último, unas vacaciones de lujo en Tailandia. Pero el hijo de Nicolás Maduro también tiró la casa por la ventana para celebrar sus 30 años en plena pandemia. Su padre le nombró director de la Escuela de Cine y en EEUU sospechan de su estrecha relación con los narcos colombiano.
«¿Cómo vive el hijo de presidente?», le preguntaron la semana pasada en la televisión chavista a Nicolás Ernesto Maduro Guerra, Nicolasito, como le llama su padre, que también le puso Ernesto por el Che Guevara para dejarlo claro desde la cuna. El protagonista de esta historia miró el guión que estaba sobre la mesa; el interrogante no le había sorprendido, por algo él mismo denomina al canal Venezolana de Televisión (VTV) la «casa de la verdad», como lo es Russia Today para Vladimir Putin.
Lo que respondió Maduro JR, de 31 años, al presentador, que parecía amigo suyo de toda la vida, serviría como contenido para un canal de ciencia ficción: «En la familia nunca hubo aspiraciones personales, nuestra aspiración era servir al comandante Chávez. Nunca imaginé el anuncio del 8 de diciembre (2012) de que en caso de pasar algo (la muerte del líder del chavismo) se escogiera a Nicolás Maduro como presidente. Fue un shock para la familia. Una sorpresa muy grande que nosotros asumimos con mucha responsabilidad, de acompañar al presidente, de ser bastón emocional, de estar ahí en los momentos difíciles. Y en mi caso particular yo veía a mi papá dando la vida por este país, dándolo todo por el sueño de Chávez, por el sueño de la patria grande, por proteger a esas clases humildes que Chávez levantó en conciencia y en valores».
Clases humildes que ni siquiera pueden imaginar la dolce vita que disfrutan Nicolasito Maduro, su entorno y los hijos y familiares de los jerarcas bolivarianos, que han levantado una burbuja para ricos en Caracas y en distintos paraísos naturales del país petrolero, como la isla de la Orchila y Canaima.
El medio electrónico argentino Infobae desveló que el hijo del jefe chavista disfrutó de unas vacaciones de lujo en Tailandia a finales de febrero, siete días durante los cuales desapareció de las redes sociales, en las que siempre aparece de forma activa.
Su regreso coincidió con el 5 de marzo, aniversario del «cambio de paisaje» (muerte) de Hugo Chávez, el mismo día que aterrizó por sorpresa en Caracas la delegación estadounidense encabezada por Juan González, principal asesor del presidente Joe Biden.
El portal también publicó dos imágenes de un joven con mascarilla, que asegura son de Nicolás Maduro Guerra, que no ha desmentido la publicación ni explicado qué hacía en Asia, un continente que ya visitó antes de la pandemia para aplaudir al dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, en uno de sus estrambóticos congresos partidarios.
Con el salario mínimo elevado recientemente de 1,4 euros (hasta 35 mensuales) y con unos sueldos medios que difícilmente superan los 150 euros al mes, el líder espiritual de las Juventudes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), padre desde los 15 años, tiene a sus hijos matriculados en un colegio estadounidense de Caracas, con tarifas que rondan los 20.000 euros, según confirmaron a LOC fuentes políticas caraqueñas.
El último «viaje judicial» del hijo del mandatario le ha llevado hasta Madrid sin necesidad siquiera de desplazarse a España. Para eso está el gabinete de abogados del ex juez Baltasar Garzón, el favorito de su padre, que le representa en la querella por injurias interpuesta contra la activista de derechos humanos, Tamara Suju. Garzón ha ejercido la defensa del magnate colombiano Alex Saab, considerado el testaferro de Maduro padre y principal operador financiero de la revolución, extraditado desde Costa Verde a EEUU.
Un tuit de la reconocida activista, en el que atribuía a Nicolasito la «banda mafiosa» dirigida por su padre, provocó la acción judicial, que según fuentes judiciales le debería costar al demandante miles de euros. «Después de la audiencia de conciliación (la activista se negó a «conciliar con una tiranía») no ha llegado nada más. Me dijeron los abogados que puede tardar unos meses», confirmó Suju a LOC.
Lo que sí han llegado, «todos los días», son las amenazas «desde las redes sociales y de cuentas recién creadas. Las descartó una y otra vez, pero son cientos o miles», añade Suju, que también ha trabajado con la Organización de Estados Americanos (OEA).
Este «soldado de Chávez hasta más allá de la vida» es el principal responsable del «sistema informativo de la juventud» dentro del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Tema este, la propaganda, tan trascendental para el poder revolucionario que el Maduro estrenó ayer su propia red social, VenApp, tras promocionarla durante semanas en Caracas. ¿Objetivo del zafarrancho comunicacional? «Garantizar la hegemonía y consolidar a la revolución como irreversible», desveló Nicolasito.
«Maduro (padre) da la vida por la paz, la soberanía y la libertad de Venezuela. Estamos ahí en la política tratando de hacer un papel para ayudar en todo lo que podamos acompañar para consolidar el sueño del presidente Chávez», añadió en el programa televisivo.
Un papel importante y siempre cercano a su padre, que en un ejercicio del famoso nepotismo revolucionario le impuso como jefe del cuerpo de inspectores especiales de la presidencia cuando solo contaba con 23 años, ninguna experiencia y una licenciatura de Economía Social en la poco prestigiosa Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (UNEFA) y con notas mediocres. Su cometido era aparecer allá donde se realizaban obras o acciones públicas para vigilar su buena marcha e impedir actos de corrupción. El resultado de su gestión salta a la vista: Venezuela compite hoy con Siria, Somalia y Sudán del Sur como el país con mayor nivel de corrupción del planeta, según Transparencia Internacional
El hijo del presidente también se encargó de encabezar la investigación del caso Odebrecht sin ningún resultado, pese a que Venezuela es después de Brasil el país donde se invirtió más dinero en programas con la constructora.
En su siguiente cometido, Maduro Guerra se puso al frente de la Escuela Nacional del Cine, cargo que «justifica» con sus estudios de flautista dentro del famoso Sistema Nacional de Orquestas («Estuve desde los 4 hasta los 21 años, toco la flauta. También piano básico, pero no soy ni Chopin ni Beethoven. Dios habla a través de las matemáticas y la música es la palabra de Dios»).
Desde entonces, siempre bajo la sombra paternal, prosiguió una carrera partidista que le llevó a ser uno de los delegados revolucionarios de la Asamblea Constituyente, impuesta en 2017 de forma ilegal tras un fraude de más de un millón de votos. Sus intervenciones fueron contadas, sobre todo tras un error geográfico imperdonable para semejante viajero: situó la Casa Blanca en Nueva York.
Más tarde continuó aprendiendo el oficio de buen político codo con codo con la vicepresidenta Delcy Rodríguez, recomendado por su padre. El año pasado, para confirmar que su padre confía en él como en ningún otro, le incluyeron en la delegación revolucionario que acudió a México para las negociaciones con la oposición, auspiciadas por el gobierno de Noruega.
«Nicolás Maduro Guerra representa muy bien la generación chavista de políticos formados entre el periodo de Chávez y de Maduro. Su formación política y social se produjo entre ambos gobiernos. Al ser hijo de Maduro, tiene privilegios y recursos que los demás jóvenes de su generación no tienen. Nicolasito encarna el perfil del oligarca venezolano equivalente al oligarca ruso, que vienen de abajo y les dan cargos importantes en empresas importantísimas y se hacen ricos. Mantienen el poder directa e indirectamente gracias también a su poder económico y a sus influencias», subraya a LOC el politólogo Luis Salamanca, exrector del Consejo Nacional Electoral (CNE).
El también diputado desde 2020 en el Parlamento revolucionario, no reconocido internacionalmente tras unas elecciones fraudulentas, está sancionado por Estados Unidos por sus «actividades de corrupción» y por lucrarse en las minas venezolanas. Las acusaciones de Washington están sustentadas en los secretos desvelados por el general Manuel Cristopher Figuera, exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), quien desveló que Maduro Jr compraba oro a bajo precio a los mineros del estado de Bolívar, a través de las mafias, y luego lo revendía a sobreprecio al propio Banco Central de Venezuela.
Desde el Parlamento democrático también se le acusó de poseer una mina de coltán en Amazonas, cuya vigilancia recaería en los guerrilleros colombianos del Ejército de Liberación Nacional (ELN), aliados de su padre.
«Veo a Nicolasito más en el disfrute sensual del poder, como lo llamaba Rómulo Betancourt, que en la lucha por el poder. Es un tipo que está bajo el ala de su padre, acomodado, haciendo lo que su padre le pide que realmente no sabemos lo que es porque no se le nota por ninguna parte», concluye Salamanca. Nadie olvida en Caracas la celebración por todo lo alto de los 30 años del hijo del mandatario, realizada durante la cuarentena radical de la pandemia.
Otro de los grandes momentos de la entrevista íntima al hijo del jerarca venezolano se vivió cuando le preguntaron por Maduro como padre. «Es extraordinario. Amoroso, duro a su manera. Me da lecciones muy moralistas, él siempre ha tenido mucha moral. Muy correcto, muy honesto», respondió el primogénito, entusiasmado con el discurso dado por el «hijo de Chávez» tras la sorprendente visita de tres enviados de la Casa Blanca, que comparó sin sonrojo con «La historia me absolverá», de Fidel Castro.
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones, descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.