En el centro de una batalla política y legal cada vez más tensa liderada por el presidente, Donald Trump, se encuentra una banda venezolana, Tren de Aragua, que para algunos es una amenaza organizada y violenta que pone en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos, y para otros es el pretexto de la Administración para su narrativa contra los inmigrantes y sus esfuerzos de deportación masiva.
Este fin de semana, Trump afirmó que la banda estaba invadiendo Estados Unidos e invocó la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 que rara vez es utilizada y permite al presidente deportar en tiempos de guerra a personas que no tienen ciudadanía estadounidense.
El Gobierno envió a cientos de inmigrantes a una prisión en El Salvador, incluso cuando un juez federal prohibió temporalmente las deportaciones. Los vuelos ya estaban en el aire cuando la orden fue dictada. En una audiencia en una corte federal sobre el caso el lunes, el juez de distrito de Estados Unidos James Boasberg dijo que la posición de la Administración sobre su orden judicial del sábado había sido: “No nos importa, haremos lo que queramos”.

Trump y sus partidarios han intentado retratar a la banda como la encarnación del inmigrante criminal que tan a menudo evocan para explicar la aplicación cada vez más agresiva de las leyes de inmigración por parte del presidente, quien también ha incluido el envío de cientos de migrantes venezolanos a la base naval estadounidense en la bahía de Guantánamo, Cuba, y la retirada del Estatus de Protección Temporal (TPS) a cientos de miles más en Estados Unidos.
La realidad es más complicada. Aquí le contamos.
La banda tiene sus orígenes en una prisión
La banda Tren de Aragua se originó en la década de 2000 en una notoria penitenciaría en el centro-norte de Venezuela, donde los líderes de las pandillas en un momento dado tenían su propio zoológico, club nocturno y hasta un banco dentro de la prisión.
Lo que distingue a la pandilla de otras organizaciones criminales más grandes es la rapidez y facilidad con la que se ha extendido por gran parte del continente americano, un movimiento que, según expertos, está vinculado al éxodo masivo de venezolanos.
De acuerdo con la ONU, aproximadamente 7.7 millones de venezolanos han abandonado su país en la última década, más de una cuarta parte de la población y casi con toda seguridad se trata de una cifra subestimada.
Es el mayor desplazamiento masivo en la historia del hemisferio y uno de los mayores de la era moderna en todo el mundo, que según algunas estimaciones supera incluso a la crisis de refugiados sirios. Aproximadamente tres cuartos de millón de personas han llegado a Estados Unidos desde Venezuela a partir de 2022.
El flujo masivo desde Venezuela durante años hacia la región circundante proporcionó a la banda una forma fácil de crecer. Su empresa insignia es un modelo de tráfico sexual que utiliza la migración como arma coercitiva.
La banda facilita el viaje de una mujer fuera de Venezuela y, cuando esta llega a su destino, la obliga a prostituirse para pagar la deuda, a menudo insuperable. Tren de Aragua desarrolló este modelo en Colombia a partir de 2018 y ahora lo practica en varios países, entre ellos, según los fiscales federales, Estados Unidos.
En Estados Unidos, las fuerzas del orden han acusado a decenas de personas de pertenecer al Tren de Aragua en al menos 14 estados, según un análisis de NBC News. Los delitos incluyen tráfico sexual en Nashville (Tennessee), robo de cajeros automáticos en Nueva York, un asesinato por encargo en Miami, y tráfico de armas de bajo nivel en Denver.
Seis estados –Colorado, Florida, Illinois, Nueva York, Texas y Virginia– tienen lo que la policía ha identificado como la presencia más organizada, con empresas que reflejan sus operaciones en América Latina.

Pero la banda se ve empequeñecida tanto en tamaño como en organización por grupos criminales más establecidas, tanto extranjeras como nacionales. A menudo no está claro cómo las fuerzas del orden identifican a los miembros de las bandas, y las pruebas de su actuar son débiles en algunos de los casos más violentos y destacados que Trump y sus partidarios atribuyen a la banda. Esto ha llevado a los defensores a sugerir que el fantasma de la violencia está siendo utilizado como pretexto para violar los derechos civiles.
Atrapados en medio están los venezolanos respetuosos de la ley. Son, según las fuerzas del orden, los objetivos más frecuentes de la violencia de las bandas. También están en el punto de mira de las acciones contra la inmigración de Trump.
En los últimos años, Denver y ciudades de los alrededores como Aurora se han convertido en un importante destino para los venezolanos que llegan a Estados Unidos. Antes de eso, la ciudad apenas tenía una diáspora venezolana: Jeanette Rodríguez, que se mudó a la zona cuando tenía 18 años, dijo que durante casi tres décadas podía contar con los dedos de una mano el número de compatriotas venezolanos que conocía.
“Eso cambió hace unos dos años y medio”, dijo.
Rodríguez, pastora de su iglesia, líder comunitaria y ayudante de la Oficina del Sheriff del Condado de Arapahoe, declaró que se alegraba de ver de repente a tantos de los suyos en la iglesia o vendiendo arepas en la calle.
Pero también estaba preocupada. A partir de 2023, cerca de 50,000 venezolanos se establecieron en el área metropolitana de Denver, incluyendo Aurora, en un lapso de aproximadamente 18 meses.
“Es como coger una ciudad pequeña y meterla dentro de una grande”, explicó Rodríguez. “Fue estresante tanto para los recién llegados como para la propia ciudad”.
En Aurora, la actividad delictiva entre los venezolanos se concentraba en torno a tres complejos de apartamentos. Los edificios, todos propiedad de CBZ Management, con sede en Nueva York, estuvieron abandonados durante años antes de que se mudara a ellos un gran número de venezolanos, según dijeron las autoridades municipales.
“[Había] aguas residuales estancadas, tuberías con fugas, moho, ratas: toda la gama de cosas en las que pensamos cuando se trata de un barrio marginal”, dijo Jason Batchelor, administrador de la ciudad de Aurora.
Dos de los complejos han sido cerrados por la ciudad, uno el año pasado y otro en febrero, y el tercero está bajo nueva administración. CBZ Management no respondió a las solicitudes de comentarios.
Los antiguos residentes de uno de los complejos dijeron que el Tren de Aragua se envalentonó el verano pasado, cuando los miembros de las bandas se dieron cuenta de que la dirección había abandonado los edificios.
“Se apoderaron del lugar”, declaró Carlos, antiguo residente de un complejo de apartamentos especialmente conocido de la calle Dallas, que habló con NBC News con la condición de que no se revelara su apellido por miedo a represalias de la banda. Traficaban con drogas, robaban autos y mostraban sus armas, afirmó. “Se quedaban con los apartamentos vacíos y los usaban para fiestas. Cobraban 20 dólares en la puerta y tenían drogas y mujeres”.
“No tenían miedo de que nadie los denunciara. No tenían miedo de nada”, subrayó Carlos. “Era como vivir en una prisión”.
El 18 de agosto, un venezolano de 25 años fue asesinado en los apartamentos de Dallas Street en lo que la policía dice que fue un tiroteo relacionado con bandas. Mientras los atacantes caminaban por los pasillos en busca de su objetivo, fueron captados por una cámara de timbre, afirmó la policía. Las imágenes fueron noticia nacional y fueron aprovechadas por Trump y sus partidarios.
Rodríguez recorrió los conflictivos complejos con las fuerzas del orden en agosto. Los funcionarios de la ciudad querían que fuera de uniforme, pero ella insistió en llevar ropa de civil.
“Fue entonces cuando empecé a escuchar historias”, afirmó Rodríguez. Averiguó que los edificios eran, como mínimo, el escenario de un burdo negocio de protección, que comenzó con miembros de bandas extorsionando a los residentes a la hora de parquear sus autos y, cuando la dirección abandonó las propiedades, pasaron a cobrar el alquiler. Rodríguez se dio cuenta de que la banda elegía a sus objetivos en función de su vulnerabilidad percibida.
En diciembre, una inmigrante venezolana estaba descargando la compra fuera del complejo de apartamentos cuando fue rodeada por hombres armados y arrastrada, junto con su novio, a un apartamento vacío del complejo.

Los hombres ataron a la pareja, los golpearon y los torturaron con un cuchillo, dijo la mujer, que habló con NBC News bajo condición de anonimato porque teme por su vida. Según la policía, los secuestradores eran miembros del Tren de Aragua.
Durante sus horas de cautiverio, relató, le mostraron las imágenes de los hombres armados que deambulaban por los pasillos y le dijeron que el vídeo era la razón por la que la habían secuestrado. Estaban hartos de la atención extra que había generado la continua fijación de la campaña de Trump en el video.
“Me dijeron: ‘Por esto nos acosan ahora’”, dijo.
Ella no tenía nada que ver con el video original, pero había grabado recientemente otro diferente, que mostraba a dos mujeres peleando en el patio frente a la ventana de su apartamento rodeadas de una multitud; sin que ella lo supiera, el grupo incluía a varios miembros de una banda. Relató que un conocido había tomado el video de su teléfono y lo había publicado en la internet.
Así que la estaban usando como ejemplo. “Nos dijeron que no íbamos a salir vivos de ese apartamento”, dijo. “Estaba segura de que iba a morir”.
El efecto Trump
Las imágenes de la cámara del timbre, y la presencia de la banda en Aurora, se habían convertido en un punto importante de la trama en el esfuerzo de Trump por demonizar a los inmigrantes en Estados Unidos y pedir deportaciones masivas durante las elecciones presidenciales de 2024.
En octubre, Trump hizo un acto de campaña en la ciudad, donde prometió nombrar su redada como Operación Aurora. La banda Tren de Aragua, dijo Trump, había “invadido y conquistado” la ciudad con “armas mejores que las de nuestro ejército”.
Trump ya se había centrado antes en las bandas latinoamericanas. Durante la carrera presidencial de 2016, el blanco de su ira fue MS-13, una banda que se originó en Los Ángeles pero creció en Centroamérica, y cuyos miembros habían cometido varios delitos violentos en Long Island, Nueva York.
En ese momento, Trump aseguró que los miembros de la pandilla MS-13 de El Salvador estaban llegando a Estados Unidos ilegalmente y como menores no acompañados, y que la pandilla era una razón para aplicar políticas de inmigración más estrictas.

Ahora, ese enfoque se ha desplazado al Tren de Aragua. Trump ha citado la muerte de Laken Riley, de 22 años, una estudiante de Enfermería de Georgia que fue asesinada en febrero de 2024, como el ejemplo más atroz del terror de la banda. Un venezolano, José Ibarra, fue condenado en noviembre por asesinato y secuestro y cumple cadena perpetua.
Trump y los medios conservadores se refieren habitualmente a Ibarra como miembro de la banda. Pero ni la policía que investigó el caso ni los fiscales que lo juzgaron han hecho nunca esa afirmación públicamente.
A nivel nacional, los fiscales federales han identificado a presuntos miembros del Tren de Aragua en seis casos en curso. Dos de ellos, en Tennessee y Louisiana, están relacionados con tramas de tráfico sexual.
También se sabe que presuntos miembros del Tren de Aragua se han desplazado entre ciudades donde la banda está activa: uno de los hombres del video viral de Aurora, por ejemplo, fue detenido en la ciudad de Nueva York en enero. Las fuerzas del orden consideran que esto es una señal de que la banda organiza sus operaciones a través de las fronteras estatales. Las autoridades también afirman haber descubierto pruebas de que los miembros del Tren de Aragua en Estados Unidos se coordinan y comunican con los líderes de la banda en América Latina.
Pero hay fallos en algunos de los métodos que utilizan las fuerzas del orden para vincular a las personas con la banda. Las autoridades federales y locales han afirmado que ciertos tatuajes o tipos de ropa sirven como marcadores de afiliación, incluidos tatuajes o camisetas relacionadas con Michael Jordan y el número 23. Un tatuaje de Jordan fue una de las razones por las que un hombre fue enviado a Guantánamo, Cuba, junto con otros 176 venezolanos, según documentos presentados en una demanda por la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, en inglés) y otros grupos. (Todos han sido trasladados desde entonces fuera de la isla). Pero las imágenes de Jordan, y el baloncesto en general, son populares en Venezuela.
La pandilla también es propensa a hechos de violencia pequeños y descuidados de una manera que los grupos delictivos más organizados no lo son. En Denver, la Administración para el Control de Drogas (DEA, en inglés) ha pasado meses vigilando clubes nocturnos emergentes que cuentan en gran medida con trabajadoras sexuales y una droga llamada tusi, o “cocaína rosa”, que suele ser una mezcla de ketamina y un estimulante como la metanfetamina o la MDMA. Estos eventos a menudo terminan en tiroteos.

“No son el Cártel de Sinaloa”, declaró Jonathan Pullen, agente especial a cargo de la División de Campo de las Montañas Rocosas de la DEA en Denver, refiriéndose a la notoria organización mexicana. “No tienen un alcance tan grande y no tienen ese tipo de influencia o control”.
La mayoría de los delitos atribuidos a la banda son procesados a nivel estatal. Estos delitos (homicidio, agresión, robo, extorsión) no requieren coordinación entre estados, y mucho menos con una estructura criminal transnacional. En otras palabras, son delitos que pueden ser cometidos igualmente por delincuentes independientes.
“Lo que representa el Tren de Aragua no es solo una organización, sino también un modelo de actividad delictiva”, señaló Ronna Risquez, periodista de investigación venezolana y experta en la banda. El modelo tiene éxito en gran parte porque es fácil de replicar.
“Es muy posible que muchos venezolanos que terminaron en Estados Unidos estén implementando ese modelo delictivo sin pertenecer necesariamente al Tren de Aragua”.
Luchando contra el crimen
En septiembre, los agentes de policía de Aurora crearon un equipo centrado en los delitos entre los migrantes venezolanos, que tenía llamadas telefónicas diarias para informar de los progresos, afirmó el jefe de policía, Todd Chamberlain.
Al principio, el trabajo fue lento. La gran mayoría de los venezolanos no tenían interés en hablar con la policía, dijo. Pero el 17 de diciembre se produjo un gran avance, cuando recibieron una llamada de la mujer que había sido secuestrada.
“Nos dijeron que nos vigilarían y que nos matarían si denunciábamos algo”, declaró la mujer a NBC News. De todos modos, llamó al 911. “No me lo pensé dos veces. Me dije a mí misma: ‘Estados Unidos es un país donde las leyes realmente significan algo’”.
En cuestión de horas, el jefe de policía había movilizado a los agentes en el complejo de apartamentos. Chamberlain pidió ayuda a la Oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional, una unidad del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas encargada de investigar los delitos transnacionales. Juntos detuvieron a 19 personas; hasta ahora, 11 han sido acusadas de secuestro.

Los defensores locales de los derechos de los inmigrantes afirman que personas que no estaban involucradas en el crimen se vieron atrapadas en la operación, lo que, según ellos, puede haber violado el estatuto de santuario de Colorado, que limita la capacidad de las fuerzas del orden de cooperar con los agentes de inmigración. Chamberlain rebate esa afirmación y ha dicho que solo fueron detenidas personas relacionadas con el secuestro.
Los agentes de Chamberlain acabaron reuniendo pruebas de una amplia gama de actividades delictivas en los complejos: robo de vehículos y en comercios, extorsión, intimidación, violencia, narcóticos y prostitución. En un apartamento especialmente destartalado, detalló, los miembros de una banda habían montado una tienda de campaña para que los clientes se encontraran con trabajadoras sexuales.
El complejo de apartamentos cerró en febrero, clausurado por la ciudad por ser una molestia pública. Después del secuestro, la mujer venezolana se mudó de Aurora, pero sigue pasando la mayor parte del tiempo en casa. “Cuando estás rodeada de armas, cuando te hacen cosas con un cuchillo… no superas esa situación tan rápido”, dijo.
Habla con reproche de las personas que sufrieron o presenciaron crímenes en el complejo de apartamentos pero se quedaron calladas. “Si hubiéramos muerto ese día, sería en parte culpa de ellos”, afirmó. “La gente muere por miedo”.
Está considerando seriamente dejar Estados Unidos. Dijo que el lugar donde se establezca después de años de desplazamiento no depende de ella, sino de Dios, al igual que el destino de las personas que la atacaron.
“No se abandona este mundo sin pagar lo que se debe”, subrayó.