Monseñor Mario Moronta es un obispo respetado y admirado entre fieles católicos, criticado con dureza y desprecio por los seguidores del chavismo. Este sacerdote, que alguna vez fue cercano a Hugo Chávez, se ha convertido en un líder, cada cierto tiempo habla y escribe señalamientos contra la revolución bolivariana. Como respuesta, es atacado con dureza, como en varias oportunidades ha hecho la ministra Iris Varela. Pero él no se amilana y decidió ir a Europa para insistir en que la crisis venezolana debe verse como emergencia humanitaria.
Por Sebastiana Barráez / Infobae
Llevó al viejo continente la nostalgia de la Venezuela de antes, resaltando sus recursos naturales y mineros. Recordó diversas etapas históricas del país, algunas muy dolorosas. “Comenzó a aparecer la clase de los ‘nuevos ricos’ con sus influencias en el campo de lo político. La dirigencia se comenzó a alejar de las bases populares”. Hizo críticas a la corrupción, al populismo.
“En febrero de 1992 se dio la asonada militar dirigida por Hugo Chávez Frías, seguida por el del 27 de noviembre. Era el mero inicio de una crisis que desembocaría posteriormente en la llegada al poder de Chávez en 1999”.
“Se ha olvidado que con Chávez, quien llega al poder no es una clase política, sino la militar. Si bien hubo militares de corte institucionalista, se fue imponiendo el posicionamiento o empoderamiento de muchos militares en la dirección global del país. Un militar convertido en civil, pero con su mentalidad castrense fue penetrando las nuevas generaciones que se iban formando y se les ideologizó”.
El militar manda y punto
Destaca una constante en Latinoamérica, con militares que llegaron al poder de manera democrática. “Estaban imbuidos de un nacionalismo de corte ‘nazeriano’ egipcio. El nacionalismo ha sido siempre la plataforma ideológica de los militares. Esto se sintió en los discursos del candidato y posterior presidente. Se abrió, entonces, una puerta que no se ha podido cerrar: con quien tiene mentalidad militar no es tan fácil negociar para un camino democrático. El militar manda y punto”.
Con la ayuda de grupos radicales y de Cuba -dice- se instaura un modelo de socialismo de siglo XXI, que presentaba a la democracia como un espacio de protagonismo del pueblo y de los más pobres. “Se fue imponiendo un modelo y régimen hegemónico – militarista y totalitarista”. Y con ello llegaron a los privilegios. “Empezaron a ocupar los cargos claves de la conducción del Estado. Desde ministerios y gobernaciones hasta dirección de institutos claves, con el control de la vida ciudadana y social”.
Habla de situaciones que son desconocidas o minimizadas. “La destrucción del aparato productivo y de la economía, del valor de la divisa, la división y casi destrucción del tejido social, la desvalorización de la persona humana, el deterioro de la educación y de los servicios públicos, la represión, el encarcelamiento y tortura a los disidentes (civiles y militares), la burla hacia las instituciones serias… Ha crecido el hambre y la desnutrición infantil y en personas de la tercera edad; no se consiguen insumos alimenticios, medicinales y de otro tipo”.
Monseñor Moronta considera a Venezuela una nación rica pero tremendamente empobrecida. Es a partir de ahí que propone puntos de encuentro en varios elementos.
Se refiere a los diversos grupos de poder: Maduro y cubanos, chavistas fieles al legado de Chávez, los militares empoderados o sostenedores. “Nos encontramos un régimen que puede ser catalogado responsable de crímenes de lesa humanidad, según lo estipulado en el Estatuto de Roma, que tiene vigencia de ley en Venezuela. Una oposición fragmentada y con diversas tendencias con una unidad sumamente frágil”.
“El liderazgo del señor Guaidó no es totalmente aceptado por todos los factores políticos de la oposición. Hay grupos y partidos que están negociando con el régimen” y ante ello “una sociedad civil desprotegida y golpeada”.
El régimen, a su juicio, “sobrevive por estar bien arraigado y sostenido por la clase militar, por el apoyo de algunos países como Rusia, Cuba, China”, a la vez que sostiene que el bloqueo “a quien más golpea es a los pobres y a la clase media”.
Es enfático el sacerdote: “El mundo no ha entendido lo que de verdad está sucediendo en Venezuela. Comenzamos a sentir que somos una ficha de un ajedrez geopolítico donde las naciones con más poder, las corporaciones con más influencias, no muestran preocupación por la gente sino por sus propios intereses”.
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“Es urgente que el mundo, los gobiernos, las instituciones políticas, legislativas y los organismos de derechos humanos entiendan que lo que sucede en Venezuela. No es una simple crisis política más o menos pasajera o superable en escaso tiempo”, sentencia el Monseñor. “Se trata de una emergencia humanitaria que se agudiza”.
“Pídanles a las corporaciones que están negociando con el ‘arco minero’ o que venden armas o sacan ganancias del dolor del pueblo, que no le hagan el juego a la corrupción ni a un régimen con vestidura democrática pero con el perfume del crimen contra su gente”.
“Les hablo desde el compromiso: con mis hermanos obispos de Venezuela, con los sacerdotes y los laicos más comprometidos en la construcción de la justicia y de la paz, según los criterios del Evangelio, caminamos, acompañamos y compartimos los gozos y esperanzas, así como las angustias y problemas de un pueblo al que pertenecemos y servimos”.
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