muy cerca del parque de El Retiro. Miguel Henrique Otero aterrizó en Madrid hace cuatro años, porque el régimen de Nicolás Maduro había puesto su cara en todas las dianas. Su destino en Venezuela era una cárcel sin cobertura. Anduvo con su esposa por pisos de Airbnb, hasta que alquiló este inmueble con luz propia y aire libre en la capital, también, de los exiliados venezolanos.
Por Álvaro Sánchez León – El Confidencial
Es un torbellino en las redes sociales y, seguramente, la esperanza para muchos conciudadanos que esperan un titular que brille al final del túnel. Mientras tanto, él dirige El Nacional desde el barrio de Salamanca.
Tiene el gesto torcido por demasiados años de injusticia, incertidumbre, intolerancia, iniquidad, desalmados y populismo arrollador. Pero dialoga con serenidad, casi sin alzar la voz, entre el hartazgo y la pregunta retórica: ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí?
Hasta aquí significa que Venezuela ya es más pobre que Haití. Que hay siete millones de venezolanos que han huido de esta tiranía. Que el 90% de sus vecinos están en riesgo de exclusión social. Y que no se vislumbra una salida.
Tanto Maduro como Henrique Otero quieren que El Nacional pase a la historia. El dictador busca asfixiarlo y eliminarlo. El editor quiere luchar, seguir informando, llegar a ese altísimo porcentaje de la población que ha dado la espalda al chavismo, conmover al mundo, activar las respuestas políticas en todo el universo democrático, y sacar cuanto antes de una imprenta una portada rotunda que rece a seis columnas: “Venezuela regresó a la democracia”.
Runrunea constantemente su móvil con mensajes entrantes y ese hipo digital retrata bien la ansiedad por respirar hasta el fondo en una tierra que fue Caribe y hoy es pozo negro con fugas. Seguramente este hombre, algún día, será interpretado en una película, como Marty Baron (Liev Schreiber) en Spotlight, Katharine Graham (Meryl Streep) y Ben Bradlee (Tom Hanks) en The Post, o Edward R. Murrow (David Strathairn) en Buenas noches, y buena suerte.
De momento, hablamos sin maquillaje, sin focos, sin barreras, y sin miedo.
¿Cómo está Venezuela?
Venezuela está sumida en el dolor. Es una catástrofe; un caso único. Es un país sometido a unos niveles de destrucción comparables a los de una guerra que, además, está secuestrado por un régimen que lo ha destrozado todo. El 20% de la población se ha ido huyendo de Maduro y su gente, y de las consecuencias económicas de esa tiranía, que subyuga a los venezolanos a un panorama de pobreza crítica, cuando Venezuela se reconocía en el mundo entero por contar con una amplia clase media y porque los sectores más desafortunados tenían condiciones de vida más favorables que en cualquier otro rincón de América Latina. Venezuela es un país sin control, porque Maduro ha hecho alianzas con todas las fuerzas del mal: con las guerrillas colombianas, con los iraníes, con el narcotráfico, con el terrorismo islámico, con Cuba, con todo lo indeseable… ¡Nadie puede controlar algo así!
“Venezuela es un país sin control, porque Maduro ha hecho alianzas con todas las fuerzas del mal: con las guerrillas colombianas, con los iraníes, con el narcotráfico, con el terrorismo islámico, con Cuba…”
¿Cómo miran los medios a Venezuela?
El mundo informativo mundial ha estado bastante pendiente de Venezuela, a pesar de la pandemia. Parece que muchos son conscientes de que el empuje del Foro de São Paulo tiene que ver con la permanencia de Maduro.
¿Lo estamos contando bien?
En algunos medios, sí. En otros, no tanto.
¿El periodismo venezolano sigue vivo?
Hacer periodismo en Venezuela es complicadísimo, porque aquel régimen reprime a los periodistas, los atropella, les quita las cámaras, los encarcela, compra los medios independientes, amenaza permanentemente y descalifica el trabajo de los medios de comunicación. El periodismo se hace, pero con muchas dificultades.
Su presencia en España es un reflejo de eso. Hace tres años que El Nacional cerró su edición en papel tras 75 años en los quioscos. Entre medias, usted tuvo que exiliarse porque Maduro le puso en la diana.
Yo estaba en un viaje de trabajo en Israel cuando Diosdado Cabello introdujo una demanda de difamación contra El Nacional y otros medios por haber replicado al día siguiente una información de ABC donde se afirmaba que un fiscal federal del estado de Nueva York lo investigaba por sus vinculaciones con el narcotráfico. En ese momento, los jueces pusieron medidas cautelares y ese es un paso previo a la prisión, porque allí todo es arbitrario. Hay personas con quince años de cárcel por medidas cautelares y sin juicio. O con juicio que no avanza, que es lo mismo.
¿Su destino era la cárcel por dirigir un periódico ajeno al régimen?
Sí. Y me quedé en Madrid. Mi esposa y yo vivimos durante dos años con una maleta denunciando al régimen en distintos países hasta que decidimos quedarnos en España, un país que ha sido muy generoso con los venezolanos.
¿Esa nebulosa Ábalos-Delcy refleja la conexión institucional entre ambos gobiernos?
Totalmente, aunque aquí se tapen todas esas cosas. Conozco a empleados del aeropuerto que han vivido en sus carnes el poder de un sistema represivo, como si esto fuera una dictadura… Este Gobierno cada vez mete más miedo, y cada vez controla más el sistema judicial y las instituciones. La idea es acabar con la democracia con los mismos resortes de la democracia. Gladys Gutiérrez, presidenta del Tribunal Supremo de Venezuela, hizo su tesis en Valencia. Ese trabajo, que se intentó encubrir, analiza en negro sobre blanco cómo destruir los elementos fundamentales de la democracia con las leyes, la Constitución o el Tribunal Supremo, para ir desmontando desde dentro todo el sistema que tanto nos ha costado construir.
“El Gobierno de Sánchez cada vez mete más miedo, y cada vez controla más las instituciones. Comparte con Maduro la idea de acabar con la democracia con los mismos resortes de la democracia”
Quiere decir que los vínculos del Gobierno y Venezuela trascienden a Podemos.
La conexión del régimen venezolano no es solo con Podemos, sino con buena parte del Gobierno de España. Lo de Podemos ya está más que demostrado, como hemos visto en el caso de Monedero. El régimen chavista financia así. A nivel internacional, llama la atención la posición de España de intentar llegar a un entendimiento con el régimen a través de los viajes y las reuniones del ex presidente Zapatero, que cuenta con el aval del Gobierno, como es lógico, para negociar con Maduro una salida intermedia donde la oposición tome el poder, pero parte del régimen se quede como si no hubiera pasado nada. España levantaría todas las sanciones que la Unión Europea ha impuesto al populismo chavista.
¿Cómo lee usted la mediación de Zapatero?
Su empeño por lograr la negociación es evidente. Es un hombre de izquierdas que realmente cree que algo de aquello se puede salvar. Ha logrado la liberación de algunos presos políticos, pero me da la impresión de que no tiene claro el nivel de putrefacción del régimen. Es obvio que los demócratas quisiéramos salir de esa pesadilla con unas elecciones en condiciones de transparencia, pero negociar con ese tipo de régimen termina siempre en nada, a menos que se tenga una gran fuerza en el territorio demócrata.
La entrevista completa en El Confidencial
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