Josefina de Maurera añora la Maturín de los años 40: una ciudad tranquila, con gente amable, gobernantes comprometidos y una economía estable. Pero también quiere de vuelta a esa ciudad que se abrió camino entre el auge petrolero, la ganadería y la agricultura. Ese municipio cuyo verdor de sus calles atrapó a zulianos, valencianos, caraqueños, árabes, italianos y portugueses, y donde los servicios funcionaban.
Vive en el centro, a tres cuadras de donde se desarrolla 75% de la actividad comercial de la capital de Monagas, que según la proyección del Instituto Nacional de Estadísticas cuenta con 616.138 habitantes. Si hay algo que desea para el aniversario 259 de la ciudad, a los que arriba este 7 de diciembre, es que se restituya el daño que se le hizo al talar los árboles de las avenidas Juncal, Orinoco, Luis del Valle García y Libertador.
Quienes caminan a diario por las calles de Maturín, como Josefina, están convencidos de que la otrora «Ciudad Distinta» dejó de crecer hace 15 años, cuatro después de que el fallecido Hugo Chávez llegó al poder venezolano. Los controles hacia la empresa privada fueron disminuyendo la actividad económica.
«Definitivamente hay una involución. La gente ya no prospera, la gente pobre no tiene qué comer y si nosotros que vivimos en el centro no tenemos acceso a los servicios básicos qué quedará para ellos. Lo que realmente lamento es que perdimos nuestro pulmón vegetal, nuestros árboles grandes y hermosos que tanta sombra nos daban», manifiesta.
Josefina se refiere a la tala de 120 árboles -de acuerdo al registro de una investigación de la Universidad de Oriente- dirigida por la Alcaldía de Maturín y que hoy en día no solo afecta al clima de la ciudad sino también a la producción de oxígeno. Expertos de la Universidad de Oriente aseguran que antes del ecocidio Maturín necesitaba 7.500 arbustos.
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