La emoción de Marta Colomina por Venezuela sigue intacta. Con un vocabulario extraordinario y un humor negro muy afilado, no le hace falta decir una mala palabra para demoler discursivamente al chavismo y calificar al liderazgo opositor.
La profesora Colomina entrevistó a Hugo Chávez tres veces y en una de ellas el ex presidente se atrevió a decirle que no era venezolana, ella respondió inmediatamente argumentando que le habían informado mal y preguntándole su edad; Chávez contestó que tenía 48 años, y Colomina, de forma lapidaria, sentenció “yo llevo 55 en Venezuela, así que soy más venezolana que usted”.
Con modestia, y cierta pena, dice que permanentemente se encuentra gente que le pide disculpas por considerarla exagerada en el pasado y ahora le reclaman que se quedó corta. Con 81 años, a Marta Colomina se le quiebra la voz al describir el agradecimiento que ella y su familia sienten por Venezuela. Con lágrimas en los ojos asegura pedirle a Dios que le dé vida para poder ver el florecimiento de la democracia en el país.
-Luego de año y medio del inicio del Gobierno interino, ¿cómo observa al liderazgo opositor?
-Hay un innegable debilitamiento de Juan Guaidó. Sin embargo, uno de los pocos caminos que queda es conservar esta especie de espíritu de resistencia, que no parece muy eficaz, pero es resistencia de todas maneras; de prolongar la agonía de la Asamblea Nacional y, digo agonía, porque desde el primer día está en desacato y las fuerzas democráticas nunca pudieron ejercer la mayoría contundente que consiguieron en las elecciones de 2015. Tenemos una oposición dividida y eso es un hecho. No lo digo sólo por los tránsfugas espantosos que se han ido con el régimen, empezando por quien durante casi un siglo, por Dios, fue Secretario de organización de Acción Democrática y ahora su hermano fue nombrado rector del Consejo Nacional Electoral. La verdad es que son de un cinismo vomitivo.
-Si hay debilitamiento y división, ¿es posible enfrentar el callejón electoral sin salida que impulsa el chavismo?
-El chavismo va a hacer sus elecciones, pero nadie las va a reconocer. Ocurrirá lo mismo que con las presidenciales de 2018. Es muy difícil debilitar a Nicolás Maduro cuando tiene colectivos, terroristas, guerrilleros, narcotraficantes y hasta presencia rusa e iraní en el país. Frente a eso, ¿qué tienen Juan Guaidó y la oposición? Nada. Unos partidos confiscados. Te pongo un ejemplo: Acción Democrática, que fue el primer partido ilegalizado en esta etapa, siempre se ha caracterizado por tener cuadros y militancia; y no ha habido una marchita o una banderita de protesta. ¿Tú la has visto en alguna parte?
-Puede ser una demostración de que la gente ha dejado de ver útil a la oposición.
-Sí, sin duda. Es que veo muy difícil el sostenimiento de una resistencia en Venezuela en las condiciones en que está el país ahora: Con una población hambrienta, enferma, desesperada, desanimada, y una dirección política absolutamente sin rumbo. El hecho de que María Corina Machado, que es una mujer combativa, diga que no vamos a permitir que el destino del país dependa de unos tránsfugas que se hicieron pasar por opositores, suena muy bien, pero ¿cómo lo conviertes en realidad?, ¿cómo logras que sea algo fáctico?
-¿Piensa que eso también le ha pasado al presidente Juan Guaidó y al resto de la dirigencia opositora, que cuando dicen “no vamos a permitir” o “no toleraremos” tal cosa, ya la gente no confía en que lo puedan cumplir?
-Claro, porque la gente sabe que no tienen nada para ‘no permitir’, sabe que no pueden impedirlo. Eso es así. Me cuentan que hay decepción dentro del Gobierno americano, porque pensaban que Juan Guaidó iba a tener la habilidad para producir algún tipo de levantamiento militar o por lo menos una protesta interna en la Fuerza Armada, que reflejara la debilidad de la dictadura, pero no ha sido así y Maduro sigue ahí, eso sí, muy debilitado económicamente y con un país en ruinas. En el fondo creo que Donald Trump se está arrepintiendo de la forma que ha buscado para liberar a Venezuela, porque el ímpetu que demostró inicialmente no lo tiene ahora.
-¿Qué rol jugará la situación de Venezuela en la campaña electoral para la presidencia estadounidense?
-Estoy convencida de que va a ganar Trump, a menos que el Covid-19 tenga un rebrote. Pero como también rezo, voy a rezar para que eso ocurra, no porque ame a Trump, sino porque creo que es el único que le va a echar mano a Maduro. Los venezolanos solos no podemos y eso está más que probado. En la campaña electoral, para los republicanos, la presión a Maduro es un punto importante.
-¿Cómo ve al resto de la comunidad internacional, en cuanto al apoyo a la Asamblea Nacional y al liderazgo de Juan Guaidó?
-El apoyo que ha conseguido Juan Guaidó y la oposición venezolana es teórico porque, aparte de las sanciones de Estados Unidos, ningún otro país ha tomado medidas contundentes que afecten a Maduro. Todas las opiniones que recojo aquí en España, de políticos y periodistas, es que hay un tremendo debilitamiento de la oposición venezolana y, lo más importe, es que consideran que Juan Guaidó no es la figura que va a producir una estrategia más dinámica, más activa y más feroz para debilitar a Maduro.
-Pero hay políticos legítimamente opositores que sienten prurito por el apoyo estadounidense y piensan que la solución a la crisis venezolana debe generarse internamente.
-Es un prurito ridículo. Ridículo. Porque en Venezuela los Castro agarraron la batuta desde el primer día que llegó Chávez al poder; y hoy encontramos banderas cubanas hasta en los cuarteles. El ELN controla el estado Bolívar y para acabar de completar, tenemos presencia de Rusia e Irán en territorio venezolano. Esto se ha convertido en un enfrentamiento entre potencias y es evidente que necesitamos a Estados Unidos, porque hay que ligar que el atrabiliario Trump gane las elecciones.
-¿Cree que una negociación seria puede generar la salida del chavismo del poder?
-No, porque el problema básico, y parece que estoy reiterativa, pero no lo estoy, es que el chavismo no puede operar en libertad. Lo que tenemos en Venezuela es una dictadura. Maduro nunca va a aceptar unas elecciones justas y libres porque las pierde. No parece posible negociar con el chavismo.
-¿Se han cometido errores desde esta Asamblea Nacional en cuanto al abordaje y caracterización del régimen de Maduro?
-Sí, desde el primer momento. Porque cuando vieron la estratagema repugnante del desacato, en enero de 2016, debieron recurrir a la comunidad internacional y movilizarla para poder combatir y ejercer realmente como Parlamento. ¿Cómo pasó el primer año? Bueno, con discursos muy gratos y con la grandilocuencia que tiene Henry Ramos cuando se lo propone, pero ¿qué se hizo? Nada. Siempre creyeron que el chavismo era demócrata, pero esta es gente capaz de matar, cómo lo están haciendo, por seguir en el poder. Yo lo vi siempre con mucha claridad, porque uno ha leído la historia de las ideas políticas, lo que pasa es que estos chicos jóvenes no se han leído ni un manual al respecto. Los parlamentos en el mundo son instrumentos de debate político para garantizar la existencia de las democracias, pero en Venezuela ¿qué es el Parlamento? Nada. Una debilidad.
-¿Por qué a la oposición le ha sido tan difícil encontrar un discurso que defina al chavismo, explique la crisis y represente el sentir de la gente?
-El error principal es que los políticos nuestros nunca entendieron que el chavismo había llegado para quedarse; y que Maduro no es hijo o hechura de Chávez, sino del castrismo. Es fundamental entender que las decisiones que ejecuta el régimen se toman en La Habana.
-¿Qué diferenciación hace entre Hugo Chávez y Nicolás Maduro?
-A mí no me gusta hacer ninguna diferencia, porque el chavismo son 20 años de criminalidad, miseria, vejaciones y pérdida de libertades. Es el culpable del cambio de una Venezuela que todos amábamos al país que tenemos hoy y del todo el mundo huye de forma desesperada. Sólo que Chávez dispuso de una bonanza que pateó y despilfarró. Entonces no me vengan con historias de que él era mejor, sí fue más astuto e inteligente que Maduro, por eso ocultó de manera más hábil, la dependencia de fuerzas exteriores asociadas a la reprensión, la dictadura y el terrorismo.
-¿Imaginó que pasaría esta etapa de su vida fuera de Venezuela?
-No, y quiero aprovechar para pedirles que nunca pierdan el afecto, el amor y la deuda con el país. Yo no nací en Venezuela, llegué muy pequeña, luego me enviaron otra vez a España, a estudiar bachillerato y volví teniendo 18 años. Desde ese momento para mí fue un paraíso, con gente sociable, amable; no importaba de qué clase social o raza fueran, todos tenían una amabilidad increíble. Jamás me llamaron extranjera, a pesar de mi acento, conseguí trabajo enseguida y mamá vivía fascinada con la bondad de la gente humilde, porque primero vivimos en un ranchito en Los Haticos, que es una zona popular de Maracaibo. Yo todo lo que soy se lo debo a Venezuela y, en consecuencia, uno no puede olvidar eso. Le pido a Dios que me dé vida para poder ver de nuevo la nación de progreso, trabajo y democracia que el chavismo nos quitó. Mis dos hijas son venezolanas y me casé con un venezolano. Papá y mamá están enterrados en Maracaibo, porque ambos querían mucho a Venezuela, así que ese amor me viene de familia.
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