“Todos los días hacemos milagros”, es la frase de Noelbis Aguilar ante el caos que se vive en las escuelas venezolanas por la falta de maestros. Ella es la directora del programa Escuela de Fe y Alegría, una institución conformada por más de 170 planteles públicos ubicados en las zonas populares de Venezuela y que son dependientes del gobierno de Nicolás Maduro.
Por Carmen Victoria Inojosa | Infobae
Se vive una emergencia humanitaria en el país y se enseña en emergencia, pero cada vez con menos maestros. En septiembre se inició el año escolar, desde entonces, las escuelas de Fe y Alegría han perdido 25% de su personal docente. La última medición realizada en octubre indicó que 1.765 puestos están vacantes. Para tratar de paliar la situación, están invitando a los padres y representantes a ocupar los cargos que dejan los maestros.
Ya son 80 mamás voluntarias que están en las aulas de clases. “Desarrollamos proyectos pilotos, conjuntamente con el programa de Educación Superior de Fe y Alegría, donde estas personas pasaron por un proceso de 50 horas de formación, lo que permite adquirir algunas herramientas para poder abordar a los estudiantes”, destaca Aguilar.
También cuenta que han tenido que redistribuir las tareas, responsabilidades y fusionar secciones: “Estamos abordando una educación en emergencia, lo que significa que tenemos que echar mano de la creatividad para dar respuesta en un contexto que cada vez se hace más cuesta arriba”.
Los planteles están sin luz, no tienen agua y requieren dotación de inmobiliarios. Los niños deben llevar un litro de agua para poder tener la jornada completa de clase. La falta de servicios básicos y de maestros hace que algunas escuelas abran sus puertas solo tres veces por semana.
Para Maribel Quiroz, directora de una escuela ubicada en Petare -uno de los barrios más populares de Caracas- los maestros son héroes que logran su misión de educar a contracorriente. “Esta semana hicimos un chequeo médico en la escuela, tenemos docentes desnutridos, que me preguntan cuándo voy a traer el ropero para que ellas puedan comprar ropa porque no tienen dinero para ir a tiendas. Cada día es una agonía para las maestras poder llegar a la escuela por la falta de transporte. Los docentes humanamente están al límite su energía vital”, lamentó Quiroz.
Los maestros en Venezuela sobreviven con un poco más de salario mínimo, unos 6 dólares. La inflación es voraz y se requieren casi 30 salarios para adquirir la canasta alimentaria. El Ministerio de Educación les adeuda cuatro aumentos de salario desde 2018. Los gremios y sindicatos evalúan ir a una huelga general de maestros.
Kaudy Hurtado, estudiante de Fe y Alegría, cuenta que muchos de sus profesores se han tenido que ir del país en búsqueda de algo mejor: “Me da mucha tristeza cuando los profesores se despiden de nosotros y nos dicen que ya no pueden más. Que tienen que buscar otras opciones. No les alcanza el dinero para vivir y mantener a su familiar”.
Los estudiantes de Fe y Alegría también han abandonado la escuela. Este año escolar tienen matriculados a 97.783 niños y adolescentes. Pero el año pasado eran 110.000. Unos se fueron del país, otros se cambiaron de plantel y 2.295 no formalizaron la inscripción en septiembre.
Con la crisis de migrantes y refugiados en Venezuela, que supera los 4,6 millones de personas, Fe y Alegría contabiliza más de 9.000 niños dejados atrás que están a cargo de un tercero porque sus padres emigraron. En todo el país, según un estudio de Cecodap, son casi un millón de niños que en su mayoría son cuidados por sus abuelos. “Las escuelas hoy están en una situación caótica, casi desesperada. Es verdaderamente una tragedia”, concluyó Manuel Aristorena, director general de Fe y Alegría.
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