La situación de los jubilados y pensionados en el país es lamentable y deplorable. No sólo es preocupante la miseria que perciben, menos de un dólar al mes – el monto se convirtió en un pago simbólico en medio de una hiperinflación que pulverizó las pensiones y los sistemas de jubilación–; sino a lo que se someten muchos para cobrarla en los bancos del país. En cada región, por sus particularidades y problemas propios, la odisea de cobrar la pensión tiene elementos o situaciones diferenciadoras, pero todas llegan a la misma conclusión: maltrato, irrespeto y abandono de los adultos mayores.
Por La Nación
ElImpulso.com junto a El Tiempo (Anzoátegui), Correo del Caroní (Bolívar), La Mañana (Falcón), Tal Cual (Caracas), La Nación (Táchira), Yaracuy al Día (Yaracuy) y La Verdad (Zulia) se unieron para ofrecer una visión más amplia de esta situación en los cuatro puntos cardinales del país.
“El calvario” de los viejitos en Maracaibo
“Ay mija y qué hace uno”. La frase de Omaira se pierde entre el bullicio de la muchedumbre. La anciana se pasa la mano por la frente y mira a un punto indefinido en el cielo, como si buscara la otra parte de la respuesta. “Y qué hace uno”, repite.
Omaira, de 78 años, es una de los cientos de pensionados que acuden a diario, durante la semana de flexibilización, a las diferentes agencias bancarias que están operativas en Maracaibo.
“El calvario de los viejitos”, como ellos mismos lo llaman, es un desafío que usualmente inicia 12, 18 y hasta 24 horas antes de abrir el banco y termina con un puñado de billetes que, con suerte, suman 400 mil bolívares.
Muchos duermen a la intemperie en el suelo, pasan sol y calor, aguantan hambre, sed y las ganas de ir al baño o utilizan como baño los espacios públicos. Reciben malos tratos y empujones, todo por obtener un dinero que no alcanza para mucho, por no decir, para nada.
¿Por qué lo hacen? Omaira acepta que no es “el cielo con la tierra”, pero “es mi plata y en efectivo vale más”. Al menos dos plátanos, una tetica de café y otra de azúcar, o tal vez ocho pasajes.
Manuel, un señor alto y de bigotes blancos, la interrumpe con un ademán de mano. “Ya va. Mi amor, nosotros estamos aquí porque somos necios y nos gusta llevar verga. Esto es para animales, nadie respeta a los viejitos”. Se limpia la boca con el dorso de la mano y muerde el medio plátano amarillo crudo que tiene en una bolsa plástica. Esa es su primera comida del día y ya son las 10:45 de la mañana. Manuel tiene 84 años.
Según cifras de la organización civil Convite, el 23% de los adultos mayores en Venezuela pudieran estar viviendo solos; y tres de cada cinco se van a la cama con hambre.
Pasan “roncha” por 400 mil bolívares
Omaira y Manuel “durmieron” frente al banco con otras decenas de ancianos. “Preferimos quedarnos aquí y ‘velar el puesto’, porque en la mañana llegan lo vivitos que se quieren colar de primeros”, declara Rosa Díaz.
Ella tiene 75 años y vive “de La Curva, pa’allá”, en la zona oeste de Maracaibo. Confiesa que llegó al banco al día anterior, como a las 3:00 de la tarde, y se quedó a esperar turno para el día siguiente.
“Aquí nos acomodamos en cartoncitos, echamos broma, nos acompañamos y compartimos el café”. Sonríe y muestra en su dentadura falla, en el tono pálido de los labios y en la delgadez y el aspecto general de su cuerpo, los efectos de una nutrición escasa y de una pobreza extrema.
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