De lunes a viernes, la alarma de Bladimir Guerrero suena a las 5:00 de la madrugada. Es la alerta que recibe para levantarse, cepillarse los dientes, bañarse y luego tomarse una taza de café junto a su desayuno para salir a dar clases en la Escuela Fe y Alegría Paraguaipoa, que se encuentra a media hora de su casa, en la población de Sinamaica del municipio Guajira del estado Zulia.
Por Graciela de los Angeles Portillo / Radio Fe y Alegría Noticias
Guerrero es un maestro con 24 años de servicio, especialista en castellano para educación media general y cuenta con un postgrado en supervisión educativa. En las mañanas atiende a 30 estudiantes de sexto grado de primaria en la Escuela Fe y Alegría Paraguaipoa, mientras que en las tardes educa a 245 estudiantes distribuidos en dos secciones de tercer año, tres secciones de cuarto año y dos secciones de quinto año de educación media en la Escuela Arquidiocesana San Francisco de Asis.
Para llegar a la escuela Fe y Alegría Paraguaipoa, Guerrero camina una cuadra y media de su casa hasta un puesto de comando policial donde se para a esperar alguna unidad de transporte, específicamente las que provienen del municipio Maicao de Colombia. Quienes viven en Sinamaica no cuentan con unidades de transporte disponible en la zona hasta las 7:00 de la mañana que pasa el primer autobús.
Guerrero, que debe estar a las 7:00 de la mañana en la escuela, depende de los conductores que quieran ayudarlo y que la unidad que pase tenga al menos un puesto disponible para él. A veces, funcionarios del comando de la policía regional, cuando tienen la posibilidad, le brindan el apoyo llevándolo hasta Paraguaipoa.
“Viajo todos los días de la población de Sinamaica hasta la población de Paraguaipoa. Estamos hablando de media hora de trayecto todos los días”, cuenta Guerrero.
A pesar de sus años de servicio y experiencia profesional, Guerrero recibe un salario básico de 180 bolívares que no alcanza a cubrir lo que gasta en pasajes para acudir a la escuela a dar clases. El pasaje de Sinamaica a Paraguaipoa, y viceversa, hace un total de 10 mil pesos en un día lo que, multiplicado por las veces que debe asistir a la escuela, se convierte en un mes en un total de 200 mil pesos, que equivalen a 500 bolívares aproximadamente.
Además, Guerrero debe lidiar con el cambio de bolívares a pesos, pues en la Guajira venezolana los bolívares fueron desplazados por los pesos ante su constante devaluación. De tal manera que, cada vez que Guerrero recibe su pago en su cuenta en bolívares, debe realizar el cambio a pesos para tener con qué pagar a los conductores el pasaje o realizar cualquier gasto.
“Lo poco que el gobierno nos inyecta en nuestras cuentas es en bolívares, una moneda que nadie la quiere en Guajira. Tenemos que convertirla en pesos para poder comprar y ese dinero no te alcanza”, señala el profesor Guerrero.
Guerrero aseguró que hoy la alegría pareciera que ya no existiera entre los maestros por la situación económica que viven. “Nos entristece cada día más a nosotros como formadores de esa Venezuela tan querida y adorada, que somos las personas marginadas. Pareciera que el trabajo nuestro no valiera la pena”, dijo.
Sus estudiantes, la razón de seguir
Bladimir Guerrero contó que cuando ve una sonrisa reflejada en los rostros de los niños y niñas que atiende cada vez que llega al aula de clases, deja de pensar en cómo se regresará a su casa y cómo hará para llegar a la escuela al siguiente día.
A pesar de los desafíos que el profesor Guerrero enfrenta, él cree firmemente que como maestro tiene una responsabilidad con los niños, niñas y jóvenes de Venezuela y le reconforta ser parte de la construcción del futuro de Venezuela, cuando ve la posibilidad que más chamos y chamas sean profesionales.
Guerrero contó que al igual que el resto de sus compañeros y compañeras de trabajo, busca la manera de enfrentar los problemas con el mayor optimismo posible. Un ejemplo de ello, es que cada año él ha decidido reutilizar todos los materiales posibles para que, al momento de renovar las carteleras, cuenten con materiales que les permita decorar ante las condiciones económicas que no solo afectan el bolsillo de los maestros, sino también de toda una población.
Hijo de una maestra
Guerrero tiene cinco hermanos de los cuales, cuatro más eligieron ser maestros y uno decidió ser médico. En parte eso se debe a que él, junto a sus hermanos aprendieron las primeras letras, a leer y a escribir gracias a su madre María Correa de Guerrero, quien daba clases no solo a sus hijos, sino a otros niños y niñas que atendió en una escuelita que tenía en la casa.
De allí nació la vocación de Bladimir quien decidió inclinarse a la vocación de educar, además de sentirse identificado con la labor que hacía su mamá.
“Mi madre fue mi gran inspiración”, aseguró.
Dicho esto, Bladimir confesó que a pesar de las circunstancias en este momento se siente feliz porque estará ejerciendo su especialidad en castellano en la Escuela Arquidiocesana San Francisco de Asís, durante las tardes.
“Todo eso lo hace la vocación de servicio, la entrega, disfrutar de lo que se hace y por eso me he mantenido donde estoy. 24 años de servicio y de mucho esfuerzo, dedicación y sacrificio”, dijo Guerrero.
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