Cree que el pacto que hubo entre las partes en materia de ayuda humanitaria fue una decisión pragmática, pero extrapolar esta experiencia concreta al ámbito político no parece acertado, pues el régimen de Nicolás Maduro ha dado reiteradas demostraciones de estar aferrado al poder; y faltan elementos para llevar a un acuerdo que incentive que eso cambie. Asimismo, José Miguel Vivanco advierte que muchas veces en política se cae en la tentación de concluir que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, pero no siempre eso es lo correcto.
Por Alejandro Hernández / La Gran Aldea
Como director de la División de las Américas de Human Rights Watch le ha llevado el pulso a la crisis venezolana desde hace varios lustros, denunciando y cuestionando los desmanes del chavismo. Esto hizo que el propio Hugo Chávez lo expulsara del territorio, pero con eso no logró frenar la voz de José Miguel Vivanco ni acallar su sentido crítico. Aunque considera que la situación actual es un desastre y que genera una enorme frustración, cree que en el caso venezolano la presión internacional ha adquirido una dimensión diferente, con rechazos y acciones que no se vieron con Augusto Pinochet o con Alberto Fujimori. Sin embargo, no duda en señalar que “en la medida que se prolongue el régimen, el costo para la gran mayoría de los ciudadanos será mayor”.
-¿Cuál es su opinión sobre el reciente informe leído por la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet?
-Lo estamos evaluando y nos pronunciaremos sobre lo expresado por Bachelet después del próximo informe que publicaremos.
-Hace pocos días se cumplió un año del asesinato del capitán Rafael Acosta Arévalo por parte de los organismos de seguridad del régimen, ¿cómo evalúa la situación de los Derechos Humanos en Venezuela?
-Un desastre, no tengo buenas noticias. La concentración de poder en manos de la dictadura de Nicolás Maduro es total y ya, prácticamente, no quedan espacios de libertad en Venezuela. El régimen es quien decide quién va preso o en qué condiciones hay liberaciones. El cuadro de violaciones de Derechos Humanos que tiene su país hoy es similar al de cualquier dictadura de la vieja época en Centroamérica o Suramérica, donde las violaciones, esos atropellos, son una política oficial, no situaciones aisladas. Están cometiendo abusos masivos y sistemáticos, que van desde ejecuciones, torturas y detenciones arbitrarias, hasta la censura en los medios de comunicación. Es un desastre y una situación de una enorme frustración.
-Siendo el panorama como usted lo acaba de describir, ¿por qué Europa y parte de la región han sido tan lentos para denunciar y adelantar acciones contra el régimen de Nicolás Maduro?
-Yo tengo una visión distinta, creo que el caso de Venezuela es único en el planeta, por eso la presión y la preocupación han estado al tope durante mucho tiempo en las principales democracias del mundo. No es fácil encontrar un precedente similar, donde 60 países reconozcan como legítimo interlocutor al líder de la oposición y no al dictador Maduro. Eso no se da con frecuencia; tampoco es usual que la presión internacional incluya a los países vecinos, por lo general la región se abstiene de opinar para no meterse en líos y dejan a Europa, Estados Unidos, Canadá y a otras potencias la tarea de hacer juicios y críticas cuando se producen estos retrocesos democráticos. El caso venezolano es distinto y el mejor ejemplo es el Grupo de Lima, que hasta ha llevado denuncias a la Corte Penal Internacional, cosa que tampoco tiene precedentes. Por último, es muy importante resaltar que tanto Europa, como Estados Unidos, Canadá y algunos países latinoamericanos han decidido imponer sanciones específicas a distintos jerarcas del régimen. Estas medidas implican congelamiento de bienes y la cancelación de visas, quiero insistir en que una reacción tan fuerte de la comunidad internacional no es habitual. Este tipo de rechazo, lamentablemente, no se vio frente a las dictaduras de (Augusto) Pinochet en Chile, o de (Alberto) Fujimori en Perú.
-¿Cuánta influencia le atribuye a Cuba en la política de represión que ejerce el chavismo?
-Hay muchas denuncias bien sustentadas que detallan una relación muy estrecha entre el régimen cubano y Nicolás Maduro. En esta alianza, Cuba recibe petróleo y en contrapartida presta asesoría, inteligencia, protección y apoyo político al chavismo. Es evidente que La Habana está jugando un importante papel en lo que es el sostenimiento de la dictadura en Venezuela.
-¿Por qué ha cuestionado la participación de opositores venezolanos dentro del gobierno salvadoreño?
-El presidente Nayib Bukele está haciendo enormes esfuerzos por llevar a El Salvador de una democracia a una dictadura; y hay asesores venezolanos, pertenecientes al partido de Leopoldo López y Juan Guaidó, que se ganan la vida asesorándolo; y eso es una enorme contradicción. Cómo es posible y cómo se puede justificar que personas tan cercanas a la cúpula de Voluntad Popular, como Lester Toledo y el propio abogado Juan Carlos Gutiérrez, ayuden a un líder populista que está desmantelando la institucionalidad salvadoreña, siendo ellos víctimas en el exilio del régimen tiránico venezolano. Da la impresión de que hay un enorme doble estándar, una clarísima contradicción y creo que esto justifica un pronunciamiento de Juan Guaidó y Leopoldo López. Aquí puede estar en juego la credibilidad de un sector importante de la oposición de Venezuela.
-¿A qué atribuye que ese pronunciamiento no se haya dado?
-Muchas veces en política se cae en la tentación de concluir que el enemigo de mi enemigo es mi amigo; pero no siempre es correcto. En este caso de El Salvador, el silencio de los máximos líderes de Voluntad Popular no es saludable. Cuando se lucha contra una dictadura como la de Maduro es fundamental mostrar a los ciudadanos y la opinión pública mundial, el contraste entre ese esquema de gobierno y los valores e ideales que representa la oposición. Por tal razón pienso que la asociación con Bukele no ayuda, no es conveniente y merma la credibilidad de un proceso de transición democrática. También hay denuncias de medios de comunicación importantes, sobre la intervención que algunos de estos asesores en el manejo de los exámenes del Covid-19; existen testimonios de funcionarios públicos salvadoreños quejándose de ser guiados o instruidos por algunos de estos asesores, en tareas que ellos consideran cuestionables. Yo creo que esto debe ser objeto de una investigación seria e imparcial.
-Usted ha denunciado los peligros de politizar la pandemia del Covid-19, ¿qué opinión tiene del manejo que ha ejecutado Nicolás Maduro en Venezuela?
-Es difícil saber cuál es la situación real, porque el régimen es totalmente contrario a la más mínima transparencia, lo que priva es la opacidad y el secreto; pero Maduro ha considerado el Covid-19 casi como un tema de seguridad nacional. La situación es desesperante y la falta de credibilidad de la dictadura hace que uno se pregunte si es que están manipulando los números para minimizar los casos, o si es que ni siquiera están llevando las estadísticas. Yo creo que son las dos cosas, una combinación de ambos problemas. En los sectores populares el régimen recurre a los colectivos para mantener el control social, pero sabemos que esos grupos están compuestos por hampones armados que tienen licencia para disparar o detener; y que actúan en connivencia con la Fuerza Armada. También han montado alcabalas en las carreteras para impedir el libre paso y la comunicación entre los estados, eso es una excelente excusa para apretar las tuercas, reducir al máximo los espacios y someter más al país. Estamos muy preocupados por la situación de Venezuela en el contexto de la pandemia.
-Hizo comentarios positivos sobre el acuerdo entre la Asamblea Nacional, el madurismo y la Organización Panamericana de la Salud, ¿por qué cree que dará resultados y será beneficioso para el país?
-Porque la emergencia humanitaria venezolana es un problema de la mayor gravedad; y a pesar de eso ha sido imposible lograr un acuerdo de cooperación con la dictadura. Esto debido a que Maduro quiere recibir la ayuda internacional bajo sus reglas y colocarle el sello ‘Bolivariano’ para llevarse los aplausos; capitalizar políticamente y mantener una relación clientelar con sus bases. Obviamente ni Europa, ni las Naciones Unidas podían aceptar una manipulación tan grotesca como esa, porque las reglas lo impiden. Por eso el acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud era impensable, pero se logró. Aunque yo diría, más bien, que es un principio de acuerdo o un plan piloto, porque los montos son realmente bajos, estamos hablando de 20 o 29 millones de dólares. El nivel de ayuda que requiere Venezuela es 100 veces mayor a esa cifra, pero es una manera de ir creando confianza. Todo va a depender de la disposición del régimen para implementar este pacto, porque debe haber un manejo despolitizado y una fiscalización independiente, donde quede demostrado que el ejercicio valió la pena.
-¿Esto puede ser la base para futuros acuerdos que vayan en beneficio de los venezolanos y de la solución a la crisis política e institucional que padece el país?
-No lo creo. Pienso que la dictadura distingue claramente entre emergencia humanitaria y acuerdos políticos que puedan sacarlos del poder. Mi impresión es que sienten temor de que una situación tan extrema pueda generar un problema de seguridad interna; y es por ello que, con un grado importante de pragmatismo, concluyeron aceptar esa ayuda en los términos y principios que exige las Naciones Unidas. Pero extrapolar esta experiencia concreta al ámbito político no parece acertado, pues el régimen de Maduro ha dado reiteradas demostraciones de estar aferrado al poder y de querer perpetuarse en él. Creo que las razones suficientemente poderosas y los debidos incentivos para alcanzar un acuerdo que permita el tránsito de la dictadura a la democracia en Venezuela, depende de factores que todavía no están sobre la mesa.
-¿Cree que las heridas que sigue dejando el chavismo en la sociedad venezolana puedan sanar luego de un cambio político?
-Primero hay que lograr la compleja labor de que los venezolanos puedan ir a expresar su voluntad libremente y escoger un camino de paz, democracia y respeto por los derechos fundamentales. Luego de eso, encontrar un espacio para la reconciliación; muchas veces ocurre, pero no es tan fácil. Sociedades como las nuestras, que pasan por situaciones de conflicto tan fuertes y que son víctimas del ejercicio brutal del poder, como ha ocurrido en Venezuela bajo Chávez y Maduro, quedan no sólo fragmentadas, sino adoloridas y con unas heridas muy profundas. Generar espacios y confianza mutua tomará años, pero para eso lo que se requiere a la mayor brevedad es restaurar la democracia en Venezuela, en la medida que se prolongue el régimen, el costo para la gran mayoría de los ciudadanos será mayor.
-Ha pasado más de una década desde que el ex presidente Hugo Chávez lo expulsó del país, ¿considera que ese atropello fue un abreboca de lo que estamos viendo hoy?
-En el 2008 nosotros publicamos un informe que evaluaba la primera década de Chávez en distintos ámbitos, y era muy crítico. La reacción fue expulsarme de Venezuela por la fuerza y a punta de pistola, eso me pareció un dato muy revelador del decidido compromiso del gobierno chavista por reducir los espacios, el margen de libertad de expresión y del rol de la sociedad civil; creo que fue una indicación muy clara de hacia dónde caminaba Venezuela. La situación hoy es mucho peor, es cómo definimos al inicio de la conversación: Un desastre. Pero nosotros estamos comprometidos con seguir denunciando los abusos y documentando los hechos con seriedad. A pesar de que yo no puedo ir, mis colegas de Human Rights Watch siguen viajando a Caracas, no necesitamos pedirle permiso a Maduro para eso, y lo hacemos con mucho sacrificio; pero esto no se compara con los riesgos que día a día toma la sociedad civil o los periodistas de los medios de comunicación venezolanos, que luchan y exponen su libertad y hasta la vida por empujar en la dirección de una nación democrática.
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