Aunque en el último año l régimen de Nicolás Maduro ha permitido una flexibilización del control de precios, en la utilización del uso del dólar para fijar el valor de los productos y realizar pagos, y además se han abierto bodegones con los anaqueles repletos de alimentos y bebidas importadas en las principales ciudades del país. Economistas y sociólogos aseguran que la población venezolana sigue experimentando un deterioro gradual de su calidad de vida, que la mantiene muy alejada de alcanzar la estabilidad económica de hace 22 años.
Ana Uzcátegui | La Prensa de Lara
Carlos Paredes es jubilado de educación y ahora que debería vivir sus años dorados descansando y sin sobresaltos, pasa más trabajo que cuando estaba activo laboralmente. Relató que una de las mayores mortificaciones que tiene es que debe levantarse todos los días a las siete de la mañana, caminar 15 minutos desde la urbanización Las Mercedes hasta la estación de rebombeo de Hidrolara «El Recreo» en Palavecino, y llenar varios bidones de agua porque a su casa no llega el servicio desde hace dos años. «Intentamos sobrevivir todos los días. Las fallas en los servicios públicos son una constante, no me llega el agua por tubería, pero tampoco tengo gas doméstico desde hace seis meses, y si hablamos del salario me pongo a llorar, porque no gano al mes más de 20 dólares». Así resume el profesor titular universitario las desgracias que padece.
De acuerdo con el último informe del Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos, del 5 de agosto, el 62,6% de la población no recibe agua por tubería regularmente, valorando el servicio negativamente, siendo Barquisimeto la tercera ciudad del país con más fallas. En cuanto al gas doméstico, el 34% de los ciudadanos manifestó que recibe los cilindros de gas una vez cada tres meses, y por eso muchas personas deben recurrir a cocinar con leña, como ocurría a principio del siglo XX. Las fallas en el servicio eléctrico por las fluctuaciones constantes y los cortes de varias horas afectan al 56% de los venezolanos.
Gerardo Álvarez, economista, explicó que uno de los indicadores determinantes para medir la calidad de vida de las personas es el acceso que tienen a los servicios públicos, y en Venezuela son precarios desde el año 2006. «En el caso del acceso al internet que es básico para comunicarnos, el país registra una de las conexiones más lentas del mundo», manifestó.
Una segunda variable que impide el desarrollo de los venezolanos es el acceso a la salud pública que tienen niños, adultos y ancianos. Hospitales y ambulatorios en el país se encuentran colapsados, sin insumos ni medicamentos necesarios, y con un déficit de personal calificado que les impide brindar una atención de calidad.
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