Varios reclusos han optado por comer roedores e incluso perros, para poder sobrevivir en las cárceles venezolanas, pues el Ministerio Penitenciario no suministra los alimentos necesarios para sus dietas. En la mayoría de los casos comen solo una vez por día.
María de los Ángeles Graterol | Tal Cual
Al menos 638 presos han muerto en las cárceles de Venezuela por razones asociadas a problemas de salud, entre 2017 y el primer semestre de 2021, según un estudio realizado por el Observatorio Venezolano de Prisiones, en el que analizaron la población carcelaria de 34 calabozos distribuidos en diferentes estados del país, entre ellos, Miranda, Lara, Carabobo,Yaracuy, Táchira, etc.
Desde hace cuatro años, de acuerdo con Carolina Girón, directora de la organización, se empezaron a registrar más muertes por causas médicas. Por ello, decidieron profundizar aún más y determinaron que la mayoría de esos decesos fue causada por tuberculosis y desnutrición. Solo en este año, hasta agosto, fallecieron 123 reclusos por esta razón: 69 en recintos carcelarios y el resto en centros de detención preventiva.
En la presentación del informe «Desnutrición 2021: El hambre azota a la población reclusa venezolana», llevada a cabo este 20 de diciembre, Girón señaló que el grueso de los casos «se debe a la tuberculosis, pero la desnutrición juega un papel fundamental en la causa de las complicaciones de esta infección respiratoria que es típica en los centros de reclusión»,
Datos obtenidos a través de la encuestas que realizaron a familiares de privados de libertad dan cuenta de que el Ministerio Penitenciario, pese a ser su responsabilidad, proporciona alimentos solo al 28.4% de los presos del país. Mientras, el 54,2% depende de que sus familiares les lleven comida y un 12% come porque su compañero de detención le da de sus alimentos.
2% dice que nadie le da lo que necesita para alimentarse.
«Las autoridades no le suministra comida a ninguno de los detenidos allí. Son familiares y a veces la iglesia los trae. Hay muchos presos que no tienen familia que los ayude, entonces entonces entre los mismos presos se ayudan unos a otros, pero no siempre puedo traerle suficiente para que comparta con otros presos», contó un pariente de uno de los detenidos.
En el boletín se señala que, en las ocasiones en que el ministerio a cargo dota de alimentos las cárceles, el personal penitenciario no los distribuye o los presos que están en control del sitio tampoco lo permiten. «Los internos en situación de poder retienen y controlan de manera arbitraria la entrega de los alimentos», lo cual ha sido un detonante de motines, huelgas y protestas.
De 142 abogados y familiares para la investigación, apenas uno respondió que consideraba «buena» la comida que recibía el privado de libertad que conocía. El resto dijo que no era ni balanceada ni variada, sino «mala»:
«La mayoría lo que come son granos y harinas. Algunas veces les llevan sardinas como proteína y la fruta que comen rara vez es mango. Son porciones muy pequeñas, como el equivalente a cuatro o cinco cucharadas grandes en un platico», señaló una abogada de Nueva Esparta.
En el Centro de Formación Hombre Nuevo, por ejemplo, les dan agua de arroz o de bollito. Solo reciben una comida al día, que se las dan a las 2:00 de la madrugada, y en muchas ocasiones tienen que salir ellos mismos a buscar leña en las adyacencias del recinto carcelario para que puedan cocinar lo poco o nada que se les da.
91,5% de los presos aseguró no consume con regularidad ningún tipo de proteínas y 8,5% indicó que consume carnes rojas o pollo con frecuencia. Los testimonios de la mayoría coinciden en que lo que más comen es «agua de granos», pues ni las semillas están en los platos que les sirven.
Ante esta falta de alimentos, la población reclusa ha llegado al punto de ingerir animales rastreros y perros para poder sobrevivir, generándose así graves consecuencias a su estado de salud.
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