En los últimos cinco años el profundo deterioro de la economía impacta la vida de los venezolanos. El informe Alerta Temprana Sobre Seguridad Alimentaria y Agricultura Abril-Junio 2019, divulgado el 15 de julio, por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ubica a Venezuela en el tercer lugar, entre 10 países, con “alto riesgo” de emergencia o deterioro significativo de la seguridad alimentaria.
Por Ariadna García / Crónica Uno
El hambre tiene cara: 6,8 millones de personas la padecen en el país, según el organismo. Adquirir alimentos con un salario mínimo de seis dólares y con precios que suben mensualmente por la hiperinflación, se vuelve cuesta arriba, aunque la sardina es una de las proteínas más baratas a las que puede acceder la población. Su consumo es visible. La gente la lleva en el Metro, en los autobuses o en las calles. De vez en cuando pega el olor y se ven las bolsitas donde van los peces minúsculos, pero de alto valor nutricional. La sardina se ha vuelto un bocado valioso en la mesa de los venezolanos, sin embargo, es un recurso debilitado por el ritmo actual en el que se extrae.
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Investigadores alertaron a las autoridades del colapso que puede experimentar la sardina, pero hasta ahora no ha habido atención al problema que agravaría aún más la débil alimentación que mantienen los venezolanos. Además, amenaza el ecosistema de esta especie marina. El oceanógrafo y biólogo pesquero, Juan José Cárdenas, explica en entrevista a Crónica Uno que la sardina tiene dos puntos medulares: nutricional y ecológico. “Por el lado alimentario al ser barato hay más demanda sobre ese recurso, pero medido desde el punto de vista ecológico estamos haciendo presión en un recurso debilitado y lo podemos llevar a un nivel de colapso. En el futuro en lugar de pescar 150.000 toneladas anuales, caeríamos a niveles de cero, si seguimos pescando al ritmo actual”.
El experto señala que este es un error que se ha cometido en otras partes del mundo y que deja consecuencias graves en el sector. En ese sentido, sostiene que Venezuela está en vías de vivir ese colapso en un rubro de alto valor nutricional para la población. “Estamos transitando la ruta del colapso del recurso sardineo. La única forma es que no ejerzamos tanta presión pesquera. Una propuesta que hemos hecho es importar para bajarle la presión a la sardina venezolana”, advierte.
Un kilo de sardina costaba 4500 bolívares este 18 de julio en el Mercado Quinta Crespo. Otros artículos tenían precios superiores. La Lamparosa Bs. 7500 el kilo, mero en ruedas Bs. 39.800, lomo de atún rojo Bs. 44.800, pepitonas Bs. 9800, raya Bs. 9998, merlusa Bs. 24.998, bonita Bs. 6998, el corocoro Bs. 11.800 y guacuco Bs. 6200.
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En los últimos 20 años la oferta per cápita del sector pasó de 18 kilos a 8 kilos, lo que representa una disminución de 55,5 %. Las cifras fueron reveladas por el oceanógrafo y director de la Fundación Caribe Sur, José Ramón Delgado, en el foro Perspectivas Agroalimentarias en Venezuela, que se llevó a cabo este miércoles 17 de julio en la Biblioteca Los Palos Grandes.
La producción de sardina cayó 62,35 % en los últimos 20 años, al pasar de unas 170.000 toneladas métricas (TM) a 64.000 TM. Las cifras disponibles llegan hasta 2015, cuando el Ministerio de Pesca le reportó a la FAO. Los últimos años el Gobierno dejó de ofrecer información de varios indicadores económicos y sociales. Según los expertos, una de las causas en la caída de la producción de sardina obedece al cambio climático. “No tomamos ninguna medida administrativa y llegamos a este valor tan pequeño de 64.000 toneladas”.
De acuerdo con las últimas investigaciones que pudieron llevar a cabo los oceanógrafos, la recomendación para frenar el colapso de la sardina era reducir la captura a 20.000 toneladas anuales, aseguran que con esto habría una recuperación. Además, sugieren cubrir el déficit con importación y con la migración a cultivos de mejillones. “Es un cambio cultural importante”, explica Cárdenas, sin embargo, agrega que es necesario que se haga y de una manera paulatina y programada.
¿Es irreversible una vez que se llega al colapso? “Es reversible, pero se deben aplicar medidas muy duras, como por ejemplo, la moratoria que significa prohibir pescar sardina, por eso nosotros le hemos pedido a las autoridades cubrir el déficit con sustitutos importados, puede ser un pescadito llamado jurel que viene de Chile y Perú. Esa sería la atención de la emergencia”, responde.
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En 2004 el país alcanzó un nivel máximo de producción al llegar a las 500.000 toneladas de pescado (incluye todos los rubros, como atún, pepitonas, etc), pero en 2016 pasó a 200.000 toneladas, esto equivale a una caída de 60 %. En la actualidad hay un déficit de 300.000 toneladas para abastecer la demanda nacional.
En 2015 la producción de sardina se ubicó en 64.000 toneladas, sin embargo, al año siguiente las autoridades reportaron una recuperación al producir 123.000 toneladas. “Esto es totalmente falso”, afirma Cárdenas, en ese sentido, sostiene que las cifras que entregó el Ministerio de Pesca a la FAO no tienen ninguna explicación lógica. «Es imposible en un año pasar de 64.000 a 120.000 toneladas” mantiene.
La oferta de sardina pasó en los últimos 20 años de 6 kilos per cápita a 0,50, lo que representa una contracción de 91,66 %. A pesar de las ferias que realiza el Gobierno en todo el territorio nacional, denominadas las Caravanas de la Sardina, en la actualidad la oferta que llega a los consumidores es de apenas medio kilo de sardina per cápita.
La producción de atún cayó 72 % en los últimos años, al pasar de 121.000 a 33.000 toneladas.
El tamaño de la flota de buques tampoco escapa de la recesión, del año 98 al 2014 se redujo 40 %. A juicio de los especialistas esto también impacta en la caída de la producción, por lo que recomiendan atender la emergencia actual, evaluar el estatus en que se encuentra el sector, ordenar la pesca y crear políticas públicas que la hagan sostenible.
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Cárdenas relata que cada vez que las autoridades hacen un reporte de las ferias de pescado toma los datos y hace una totalización. “Me da una producción pesquera de 150.000 toneladas anuales, eso es mucho menos de la mitad de lo que nosotros producíamos”, dice con relación a las 500.000 toneladas que el país llegó a producir en su mejor época, hasta el año 2004.
“El recurso destinado a la investigación no debe llegar ni a un millón de bolívares por año”, lamentó el director de la Fundación Caribe Sur, José Ramón Delgado. Calculado a la tasa oficial del Banco Central de Venezuela equivale a 133 dólares. Quienes se encargan de medir el impacto ecológico y buscan proteger la sardina, también dejaron de contar con los medios para investigar y preservar la biodiversidad de los mares venezolanos y de la proteína más accesible para la población.
Con información de La Patilla