La escasez de gas doméstico en bombonas castiga de forma impiadosa a las barriadas del municipio Sucre. El control de la distribución, a cargo de los consejos comunales, está signado por la ineficiencia y el ventajismo. En ese cuadro, las mafias del acaparamiento y la reventa operan a placer, tal como lo expresan los afectados a Daniel Hernández, fotoperiodista del medio de comunicación digital El Estímulo
Daniel Hernández | El Estimulo
En distintos puntos de Petare, la barriada más densamente poblada de Caracas, se ve a diario grupos de personas cargando bombonas de gas y corriendo tras del camión que las distribuye.
Son apenas las 6 de la mañana y la gente ya lleva varias horas aguardando la llegada del anhelado camión. Se trata de una disyuntiva clara, inapelable: o se logra obtener la bombona de gas, o se queda a merced de la manipulación del consejo comunal del sector.
Así como escasea el gas en el interior del país, Caracas también acusa crecientes fallas en la distribución de este vital combustible doméstico, lo que genera malestar, incomodidad y privaciones.
En Petare, si no eres beneficiado por la distribución de gas que controla el consejo comunal, “te toca madrugar e inventarte una”. En ese mar de incertidumbre, las mafias de acaparadores y revendedores -los peces gordos- hacen de las suyas.
Revendedores imponen su ley
Ricardo Torres vive en el barrio Unión y en su casa requieren dos bombonas. Le toca bajar desde el lugar en donde habita hasta el sector Baloa, cerca de la Redoma de Petare, para intentar adquirir el gas a un precio accesible. Esta vez tiene las dos bombonas vacías. El mes pasado, el costo de cada bombona era de 250 bolívares, pero se le hacía imposible comprarlas porque en las mañanas el camión le vende primero al revendedor, dejando por fuera a las personas que quieren llevar el gas a sus casas.
El revendedor es quien dispone. Se va el camión y la cola queda casi igual de larga. A Ricardo le toca subir al barrio a comprar el gas. Arriba deberá pagar al menos dos dólares por cada bombona. “La única forma de que el camión se detenga es que le digas que pagarás en divisa. Luego, jamás te dan vuelto en bolívares, porque dicen que no tienen cambio”.
Marlene Mejías, otra petareña afectada por esta situación, relata algunas de las acciones que ha tenido que ensayar para asegurar el sustento alimentario de su familia.
«Tuve que comprar una cocinita eléctrica de dos hornillas, para poder cocinar en casa. Tengo dos hijos y ellos no pueden vivir de comer pan con queso solo porque no se consigue gas. Debo preparar una comida completa para ellos y mi esposo. Pero resulta que vivo en El Mirador del Nazareno, bien arriba. Y allí la luz se va todas las noches. Me toca usar la cocina eléctrica de día para preparar todo mientras hay electricidad. Ahora tengo la bombona de adorno, porque no la puedo comprar. El revendedor la vende 10 veces más cara que el camión”.
Desesperación en La Línea y Valle Alto
La reiterada y cada vez más difícil situación ha generado expresiones de descontento y malestar, sin que se entrevea una posible mejora en el horizonte inmediato.
En el sector La Línea también las pasan duras para obtener gas doméstico. Las personas del lugar llegan hasta la puerta del local de distribución, pero muchos no pueden comprarlo allí. Los vecinos alegan tener más de una semana intentado adquirirlo en ese lugar, infructuosamente. Por eso, la mañana del 2 de octubre trancaron la avenida principal de El Llanito. Pero la lluvia hizo que se dispersara la concentración, que no alcanzó a ser tan numerosa ni prolongada.
Arriba, en la calle Santa Ana del barrio Valle Alto, la cosa discurre de otra manera. En ese lugar, el consejo comunal controla de forma absoluta la distribución del gas doméstico.
Las familias son anotadas en lista y se les da un ticket por cada bombona. Entregan los cilindros vacíos y el consejo comunal les entrega bombonas llenas. La logística comienza por contratar un camión e ir a buscar las bombonas a los llenaderos de Pdvsa Gas.
Pero no todas las familias reciben el suministro requerido. Además, en ocasiones la recarga llega con uno o dos días de retraso. En otros sectores, como La Alcabala, no hay regularidad en las entregas, así sean planificadas por el consejo comunal. El retraso y el desespero se evidencian en las extensas colas de personas esperando desde la madrugada para comprarle el gas al camión privado.
Con la bombona a cuestas
En muchos otros sectores de Petare, los habitantes deben echarse su bombona vacía al hombro, animados por la esperanza de desandar el camino trayéndola de vuelta llena. El revendedor del barrio es siempre la segunda opción para comprarlo, pero es la más costosa. El precio oscila entre 3 y 5 dólares. Muchos no tienen posibilidad de pagar en divisas y es entonces cuando surge la queja y la situación se complica aún más: los camiones despachan con prioridad a los revendedores, en detrimento de los vecinos.
Cocinar con leña no es opción para algunos. “Una cosa es cocinar un día con leña o trozos de madera -para hacer algún hervido en el patio o en la platabanda de una casa- y otra muy distinta es verte obligada a hacerlo durante semanas. Eso es tremendamente incómodo, sin contar el daño que le produce a las vías respiratorias cocinar así”, comenta de pasada una habitante del lugar.
Hornillas inactivas en el Tuy
Los pobladores de localidades como San Francisco de Yare, en los Valles del Tuy, al estar más apartados de Caracas, padecen de forma más severa los problemas generados por la ausencia de gas.
Hace más de un año, la planta de llenado Jefa Apacuana, que surtía la zona, sufrió una explosión que afectó de forma grave sus operaciones. Desde entonces, la dificultad para obtener el gas doméstico se ha hecho cada vez más crítica.
A Efraína Rodríguez, habitante de Yare, le toca echar mano de la leña que consigue cerca de su casa para cocinar la comida diaria. Con algo de pesar, pero sin amilanarse, se pregunta a sí misma, en voz alta: «¿Por qué yo, a mi edad, tengo que verme obligada a cocinar así? Ya estamos hartos de ver que este lado de Miranda esté en un retroceso total”.
En su vivienda hay tres bombonas de diferentes tamaños, pero aun así le toca utilizar leña, porque no hay dónde comprar gas. ”Es una rutina que desgasta y que no nos merecemos».
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