En la extensa barriada de Petare, en el extremo este de Caracas, Fabián Solymar comienza a dibujar un mural de figuras abstractas en una pared llena de propaganda política del Partido Socialista Unido de Venezuela.
El mural finalmente cubrirá un anuncio de campaña para un gobernador del Estado y una imagen de los ojos del fallecido presidente Hugo Chávez, una respuesta artística a la iconografía del partido gobernante dispersa en los espacios públicos de la nación de la OPEP.
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Con los trazos de Solymar, un artista callejero de 31 años, el grupo de vecinos busca cambiar la imagen de una zona que ha sido reconocida más por violencia y crimen, que por el arte callejero.
“La idea es que la gente, que el público en general no sienta solamente que hay delincuentes, porque en realidad aquí hay gente trabajadora”, dijo Solymar, cuyo apodo es Dagor, como lo llamaban sus amigos cuando era pequeño.
Solymar dice que se inspira en el artista Revok, en Los Ángeles, así como en el fallecido artista venezolano Carlos Cruz-Diez, quien usó el color y las líneas para crear una sensación de movimiento en obras de arte icónicas que se muestran en áreas públicas de Caracas.
El pintor lidera el esfuerzo junto con otros artistas y residentes de Petare.
Venezuela, con 30 millones de habitantes, posee la tasa más alta de homicidios en Sudamérica con 56.8 por cada 100.000 habitantes, según Naciones Unidas. Petare duplica la tasa, con 112 homicidios, de acuerdo con la no gubernamental Observatorio Venezolano de Violencia.
Hasta ahora, el artista ha realizado nueve murales en las calles de Petare, conformada por 2.000 barrios, en paredes llenas de propagandas políticas o zonas concurridas y llenas de basura, como una forma de mejorar la imagen de la zona.
Aunque esperan completar 14 murales, no hay una fecha determinada para llegar a esa meta debido a la dificultad para conseguir los materiales como rodillos y pinturas.
Katiuska Camargo, líder comunitaria de 41 años, muestra con orgullo los murales que componen el recorrido, al tiempo que pide a sus vecinos una escoba y una pala para recoger los desperdicios que abundan.
“No es un trabajo que hizo un alcalde o gobernador, sino nosotros, gente de barrio. La gente no frecuenta el arte, así que llevamos el arte al barrio”, sostiene Camargo.
El proyecto, con más de un año, ha contado con la participación de vecinos, mientras que los materiales corren por cuenta de Solymar. “Todo lo he costeado yo mismo, haciendo trabajos privados (…) todo lo hacemos con la comunidad y con los materiales que conseguimos”, añade.
“RELAJAR LA MENTE”
“Es algo beneficioso para la comunidad, porque es arte, es cultura (…) le da impacto, porque nos están motivando a mejorar”, dice José Torres, de 52 años y encargado de un taller de respuesto, cuya pared ahora muestra figuras geométricas y abstractas, pintadas por Solymar y los vecinos.
Con el paso del tiempo, algunos murales pierden su color, pero los amarillos, azules, blanco y negro de la entrada de la casa de Pedro Key, un jubilado de 64 años, llaman la atención de los transeúntes que se detienen a ver el festival de figuras y colores.
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“La gente queda muy impactada cuando ven el mural”, dice Key, que dio el “sí” cuando le pidieron permiso para pintar la fachada de su casa.
“Lo pone bonito” al barrio, dijo. “Aunque usted no lo crea, la cultura ayuda para relajar la mente”. Reuters
En la extensa barriada de Petare, en el extremo este de Caracas, Fabián Solymar comienza a dibujar un mural de figuras abstractas en una pared llena de propaganda política del Partido Socialista Unido de Venezuela.
El mural finalmente cubrirá un anuncio de campaña para un gobernador del Estado y una imagen de los ojos del fallecido presidente Hugo Chávez, una respuesta artística a la iconografía del partido gobernante dispersa en los espacios públicos de la nación de la OPEP.
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Con los trazos de Solymar, un artista callejero de 31 años, el grupo de vecinos busca cambiar la imagen de una zona que ha sido reconocida más por violencia y crimen, que por el arte callejero.
“La idea es que la gente, que el público en general no sienta solamente que hay delincuentes, porque en realidad aquí hay gente trabajadora”, dijo Solymar, cuyo apodo es Dagor, como lo llamaban sus amigos cuando era pequeño.
Solymar dice que se inspira en el artista Revok, en Los Ángeles, así como en el fallecido artista venezolano Carlos Cruz-Diez, quien usó el color y las líneas para crear una sensación de movimiento en obras de arte icónicas que se muestran en áreas públicas de Caracas.
El pintor lidera el esfuerzo junto con otros artistas y residentes de Petare.
Venezuela, con 30 millones de habitantes, posee la tasa más alta de homicidios en Sudamérica con 56.8 por cada 100.000 habitantes, según Naciones Unidas. Petare duplica la tasa, con 112 homicidios, de acuerdo con la no gubernamental Observatorio Venezolano de Violencia.
Hasta ahora, el artista ha realizado nueve murales en las calles de Petare, conformada por 2.000 barrios, en paredes llenas de propagandas políticas o zonas concurridas y llenas de basura, como una forma de mejorar la imagen de la zona.
Aunque esperan completar 14 murales, no hay una fecha determinada para llegar a esa meta debido a la dificultad para conseguir los materiales como rodillos y pinturas.
Katiuska Camargo, líder comunitaria de 41 años, muestra con orgullo los murales que componen el recorrido, al tiempo que pide a sus vecinos una escoba y una pala para recoger los desperdicios que abundan.
“No es un trabajo que hizo un alcalde o gobernador, sino nosotros, gente de barrio. La gente no frecuenta el arte, así que llevamos el arte al barrio”, sostiene Camargo.
El proyecto, con más de un año, ha contado con la participación de vecinos, mientras que los materiales corren por cuenta de Solymar. “Todo lo he costeado yo mismo, haciendo trabajos privados (…) todo lo hacemos con la comunidad y con los materiales que conseguimos”, añade.
“RELAJAR LA MENTE”
“Es algo beneficioso para la comunidad, porque es arte, es cultura (…) le da impacto, porque nos están motivando a mejorar”, dice José Torres, de 52 años y encargado de un taller de respuesto, cuya pared ahora muestra figuras geométricas y abstractas, pintadas por Solymar y los vecinos.
Con el paso del tiempo, algunos murales pierden su color, pero los amarillos, azules, blanco y negro de la entrada de la casa de Pedro Key, un jubilado de 64 años, llaman la atención de los transeúntes que se detienen a ver el festival de figuras y colores.
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“La gente queda muy impactada cuando ven el mural”, dice Key, que dio el “sí” cuando le pidieron permiso para pintar la fachada de su casa.
“Lo pone bonito” al barrio, dijo. “Aunque usted no lo crea, la cultura ayuda para relajar la mente”. Reuters