Cúcuta le teme al cambio. Al menos al que representa la llegada de la izquierda al poder. A pesar de ser la ciudad de Colombia que más tiene para ganar con la reapertura de la frontera con Venezuela que se propone el presidente electo Gustavo Petro tan pronto se posesione, el próximo 7 de agosto, es también la capital del departamento con el mayor porcentaje de votos a favor de Rodolfo Hernández, su rival en la segunda vuelta del pasado 19 de junio.
Por Santiago Torrado / El País
La mayor urbe colombiana sobre la línea limítrofe se expresó en contravía del resto del país. Tanto en Cúcuta como en Norte de Santander, la votación de Hernández estuvo en torno a un sorprendente 80%, un margen mayor que en su natal, Santander, un departamento vecino, e incluso que en Bucaramanga, la ciudad de la que fue alcalde. Un récord más que llamativo.
Tras su victoria en las urnas, a Petro le tomó solo tres días hablar con el presidente venezolano, Nicolás Maduro, y confirmar que se propone reabrir los cruces, normalizar las relaciones después de años de diferencias irreconciliables durante el Gobierno de Iván Duque y “restablecer el pleno ejercicio de los derechos humanos” en esa porosa frontera, en la que desde hace tiempo se impone la ilegalidad. La línea limítrofe está repleta de trochas, como se conocen las rutas informales por las que pasa todo tipo de contrabando.
Basta recorrer los puentes que conectan esa porosa línea limítrofe, escenario del mayor flujo migratorio del continente, para constatarlo. Cada día, miles de personas van y vienen por el puente Simón Bolívar. El bullicio ha logrado sobrevivir los desencuentros entre Caracas y Bogotá, en una instantánea que incluye a los populares trocheros, que se ofrecen a transportar mercancías de cualquier tipo. También los negocios de cambiabolivares, a los que siguen llamando así a pesar de que ahora el cambio de divisas es entre pesos y dólares, la moneda que se impone en Venezuela ante el declive del devaluado bolívar. “Las trochas siempre están abiertas”, afirma con realismo Angie Rojas, de 27 años, detrás del vidrio de su puesto de cambio, en la boca del puente que se levanta sobre el río Táchira. “Aquí ha estado movido”, añade al observar que el intercambio solo se paraliza cuando crecen las aguas.
Ningún otro lugar de Colombia vive con tanta intensidad las relaciones con la República Bolivariana de Venezuela, ni ha sufrido tanto las sucesivas crisis. Las comunidades a lo largo de la línea imaginaria de 2.200 kilómetros que separa a los dos países piden a gritos restablecer el flujo fronterizo legal y algún tipo de relaciones con Caracas, rotas por completo desde 2019. Pero eso no atenuó la derrota de Petro en el departamento, ni el margen de la victoria de Rodolfo, pues todos los candidatos prometían en mayor o menor grado reabrir la frontera.
Sobre otro de los pasos, el puente Francisco de Paula Santander, Olga Chaparro, de 52 años, espera de la mano de sus nietas, dos gemelas de seis, sobre la vetusta estructura. Se dirigen a una cita médica en Cúcuta. Es colombiana, pero vive hace décadas en Ureña, del lado venezolano, y acude a votar en todas las elecciones. “Soy uribista”, dice entre risas como quien confiesa una travesura. Aunque considera que le cambiaría la vida que los carros pudieran volver a cruzar, pues el cruce vehicular está cerrado desde 2015, no le cuesta revelar su voto en la segunda vuelta. “Yo iba por Fico [Gutiérrez, el candidato de la derecha] pero me tocó votar por Rodolfo”, dice. “No nos gusta la izquierda”, explica sin ambages.
El mapa de las presidenciales muestra que la mayoría del país votó a Petro, propulsado por las regiones en la periferia de Colombia y Bogotá, la capital que gobernó. Lo contrario ocurrió en Antioquia, la cuna del uribismo, y el centro-oriente del país, donde se ubican los santanderes. En Bucaramanga, la capital de Santander, la explicación del rodolfismo es sencilla. A su gestión como alcalde, entre 2016 y 2019, se suma el regionalismo. El 74% de los habitantes apoyó al ingeniero, como le gusta que lo llamen, con la idea de convertir a un paisano en jefe de Estado. Pero esas razones no bastan para Cúcuta, una ciudad de un millón de habitantes donde a pesar de la derrota se convirtió en un auténtico fenómeno electoral. Obtuvo algo más de 80% de los votos, una cifra que aumenta en el municipio de Villa del Rosario, parte de la zona metropolitana, donde se ubica el puente Simón Bolívar, hasta el 86,6 %. En varios municipios de Norte de Santander, la votación por Rodolfo estuvo por encima del 90%.
El expresidente Álvaro Uribe, curtido en sacar provecho del lenguaje político, fue el gran promotor internacional del concepto del “castrochavismo”, que exacerba los miedos desatados por los vínculos entre Caracas y La Habana. Con los años se exportó a elecciones fuera de Colombia, desde Chile a Estados Unidos. El término fue utilizado en Colombia por el uribismo, entre otras, para atacar el acuerdo de paz del Gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) con la extinta guerrilla de las FARC. Tuvo una particular acogida en Norte de Santander, donde la idea de ‘cualquiera menos Petro’ echó raíces.
“La votación de la segunda vuelta en Norte de Santander demuestra que la política riñe con la lógica”, expone José Fernando Bautista, quien fue una de las cabezas visibles en el departamento de la campaña del Pacto Histórico, la variopinta coalición de izquierdas. “Petro era el candidato que más rápido y más fácil podía normalizar la relación comercial, política y diplomática con Venezuela”, afirma Bautista, un político que ha sido, entre muchos otros cargos, embajador en Caracas y alcalde de Cúcuta. Aunque eso debería haberle valido simpatías a la candidatura de Petro y Francia Márquez, “a los nortesantandereanos les pudo más la teoría que ellos vendían de que nos íbamos a convertir en Venezuela”, concluye. “No existe otra razón”.
La frontera colombo-venezolana llegó a ser la más activa de América Latina. En su mejor momento, el intercambio comercial alcanzó la enorme cifra de 7.290 millones de dólares, en 2008, pero se desplomó en poco tiempo. Todos saben, consciente y lógicamente, razona Bautista, que lo que les conviene es la reactivación del comercio y de las relaciones diplomáticas con el país vecino. “Se compró la idea errónea de que el triunfo de Petro nos iba a llevar a una venezolación de la economía y de la situación política”, se lamenta. “Pudo más el miedo que la lógica”. Entre los primeros logros del hoy presidente electo, vaticina, va a estar un entendimiento claro y público sobre las relaciones diplomáticas y el comercio binacional.
“El tema de Venezuela, el éxodo de venezolanos, toda esta cosa de Chávez y Maduro siempre ha tenido mucho impacto en Cúcuta. La gente le tiene mucho susto al famoso tema de volverse como Venezuela”, coincide el exministro del Interior Juan Fernando Cristo, un curtido político cucuteño que ahora es parte del equipo de empalme en política exterior. Cristo fue uno de los arquitectos de la coalición de centro, en la que llegó a ser precandidato, pero para la segunda vuelta decidió respaldar a Petro.
Norte de Santander ha sido por tradición un departamento conservador. “Hay algo de solidaridad regional, pero el principal tema es el susto al castrochavismo”, reitera Cristo a este periódico. Hace cuatro años, en la segunda vuelta del 2018, Duque también obtuvo algo más del 80% de los votos frente a Petro. “Venezuela derechizó mucho a la gente en el departamento”, concluye sobre lo que califica como “un voto totalmente emotivo, de miedo puro”. El restablecimiento de las relaciones, apunta, va a ser importante no solamente para el intercambio comercial, sino para mejorar la seguridad. “Yo confío en que sea rápido, es lo que más le conviene a los dos países. Se necesita una cooperación binacional, especialmente para poder combatir el crimen organizado en la frontera, que es una urgencia de la región”.
El ingeniero, de 77 años, también recogió el palpable hastío frente a la clase política tradicional, con una campaña muy fuerte en redes sociales, que a nivel local se construyó a punta de voluntarios. Esos voluntarios fueron ampliando una “red rodolfista”, muy horizontal, que se convirtió en un boom con premios que incluían videollamadas con el candidato. Eventos como una caravana a la que se sumaron casi 600 vehículos, o su única visita al departamento, mostraron que venía con fuerza. “Nosotros siempre llevamos el mensaje de que era el candidato del gran Santander”, una idea en la que caben ambos departamentos, dijo a EL PAÍS Javier Zambrano, un abogado cucuteño de 27 años que fue el coordinador local de la campaña. Esa frase se sumó al lema de campaña “yo le creo al viejo”, que se difundió a nivel nacional. “Aquí confluyen las decisiones que se toman en Bogotá y las que se toman en Caracas”, explica al reconocer que el miedo al sistema venezolano es enorme.
Pasadas las elecciones, se ha despejado la animosidad. Hernández ya se reunió con Petro y anunció que no planea ser opositor frente al próximo Gobierno, solo independiente. El viernes, en su primer directo tras las votaciones, anunció que se propone crear su propio partido político. También celebró el interés en reabrir la frontera entre Norte de Santander y el estado Táchira. “Será por el bienestar y para mejorar las condiciones de vida de gran parte de la población de Cúcuta, que vive un fuerte desempleo”, destacó. El restablecimiento se antoja inminente. Petro debe hacer equilibrios para demostrar que la resistencia que aún despierta entre los habitantes de la frontera más golpeada por las turbulencias diplomáticas se sustenta en temores infundados.
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