Medio kilo de caraotas y medio de pasta es el almuerzo que tenían en un humilde ranchito del sector III del barrio La Batalla, son ocho personas las que dependen de esa olla, de los cuales tres son niños y el resto adultos. Se trata de una situación complicada para la salud, pues esa dieta es la frecuente entre los venezolanos que viven en zonas vulnerables y día a día sortean la crisis que los orilla a la desnutrición.
María B. Jordán | La Prensa de Lara
Hombres, mujeres, niños y adultos mayores, ninguno está exento de enfrentar el hambre o a comer menos porciones de granos y carbohidratos, cuya carga nutritiva es tan baja que los ubica como personas de alta vulnerabilidad a enfermedades y cuadros de desnutrición, pues trata de alimentos que sólo sirven para llenar el estómago, pero cuyo consumo aumenta porque es más económico, según explicó el Observatorio Venezolano de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Ovsan).
Según la ONG Mapani, la crisis que dispara el hambre ha ido en aumento durante la pandemia. Sólo en el 2021 un 40% de los niños que fueron atendidos estaban en riesgo de desnutrición. Al conversar con los padres, se conoció que la dieta diaria estaba basada en granos, pasta, arroz, arepa y margarina. La mayoría sólo consume dos comidas al día y no consume carne, pollo, huevos ni embutidos.
María Quintero, vecina de La Batalla, dijo que todos en su ranchito comen lo mismo, no hay preferencia para los tres niños que necesitan de una alimentación balanceada, pues están en etapa de crecimiento. «Se come lo que tengamos, en su mayoría hacemos pasta con caraotas para el almuerzo y en la mañana es la arepa con mantequilla. Huevos o mortadela sólo se ven en sueños», agregó.
Marianella Herrera, médico nutricionista y profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV), dijo que todos los venezolanos están sufriendo una desnutrición crónica, cuyos casos más drásticos se pueden ver en las familias que viven en zonas vulnerables, en especial en los niños que están siendo diagnosticados con desnutrición grave desde que nacen.
Familias de zonas de Barquisimeto como La Batalla, El Bolívar, Delfín García y La Paz afirman que comer balanceado es un plan que no entra en sus casas, pues ni las bolsas del CLAP traen alimentos nutritivos.
«Comemos caraotas con pasta y arepa en el almuerzo, es lo más accesible», detalló Yinelly Bracamonte de La Batalla, quien aseguró que su familia sueña con comer un trozo de carne o una fruta en la merienda. Señala que hay días en los que se acuestan a dormir con el estómago vacío.
El Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea), aseguró que el efecto de la crisis golpea a la población y que ha sido tan devastadora que la situación alimentaria y nutricional se agudizó, según sus cifras en el 2020 la desnutrición aguda en comunidades vulnerables del país fue de un 12%, además que la inseguridad alimentaria moderada y severa pasó de 69% entre noviembre 2019 a 74% al inicio de la pandemia, lo que es una violación de los derechos humanos.
Afectados
Los adultos mayores también padecen por la situación del país. De acuerdo con la Asociación Civil de Atención a los Derechos Humanos de los Adultos Mayores en el país (Convite), el 42% de las personas de la tercera edad han tenido que reducir sus porciones de comida y a veces no comen las tres, sino que dos cuando mucho.
Esa historia la cuenta Julián Galíndez, de 70 años de edad, quien vive en la zona de El Bolívar, al oeste de la ciudad. Aseguró que con la pensión no pueden cubrir sus necesidades básicas y ni siquiera poder comer bien, por lo que a diario deben acudir a comedores populares. Agregó que sólo en ocasiones cuando les llega uno que otro bono a través del carnet de la Patria es que pueden comprar un poquito de queso, o medio cartón de huevos para consumir proteína animal.
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