Mientras el dictador Nicolás Maduro intenta resistir en el poder hasta las últimas consecuencias, los venezolanos ya no sólo buscan sobrevivir a diario a la crisis humanitaria, sino que ahora ruegan no infectarse con coronavirus. Si el sistema sanitario del país pasaba por su peor momento, con el avance de la pandemia los hospitales no están preparados para soportar una gran masa de infectados.
Al mismo tiempo, Maduro y la cúpula del régimen chavista siguen minuto a minuto los pasos de Estados Unidos y la comunidad internacional, luego de que el Departamento de Justicia norteamericana presentara cargos de “narcoterrorismo” contra el dictador y su entorno. La propuesta de Washington de un gobierno de transición fue rechazada por la dictadura, lo que indica que Maduro, Cabello y compañía no están dispuestos a negociar.
Ante este contexto, la prestigiosa revista The Economist realizó una dura editorial, en la que sentenció: “La situación de Venezuela es terrorífica”. La publicación asegura que “el COVID-19 empeorará mucho las cosas”.
En un primer momento Maduro presumió de haber sido uno de los primeros en la región en aplicar la cuarentena, y buscó mostrar control ante la crisis. Sin embargo, la pandemia dejó al descubierto, una vez más, la alarmante crisis que atraviesa el sector sanitario en el país. Además, la dictadura no dejó de lado su política de persecución y amenazas: secuestró y amenazó a médicos y periodistas que denunciaban las condiciones de los hospitales.
“El sistema de salud apenas funciona. El Índice de Seguridad Sanitaria Mundial, elaborado por la Economist Intelligence Unit, clasifica su preparación para una epidemia en el puesto 176 entre 195 países. La mitad de sus 306 hospitales públicos no tienen máscaras faciales, según Médicos por la Salud, una ONG”, indica The Economist, al tiempo que advirtió que ante la falta de pruebas y el seguimiento de los contactos, “la enfermedad se extenderá”.
“Sólo tenemos agua corriente para la mitad del día”, graficó un médico del principal hospital público de la ciudad de San Felipe, capital del estado de Yaracuy.
En los últimos días el régimen anunció que había llegado al país una dotación de ayuda proveniente de China para hacer frente al coronavirus. No obstante, ese médico indicó que los insumos aún no han llegado al hospital.
El hospital estatal El Algodonal, uno de los mejores de la capital, no cuenta con ambulancia, ni máquina de rayos X, ni morgue que funcione. Además, durante la mitad de la semana no hay agua ni electricidad. El pasado 30 de marzo, allí, y en esas condiciones, estaban siendo tratados dos pacientes con COVID-19.
El presidente interino Juan Guaidó alertó que la pandemia podría provocar una “catástrofe” en el país, por lo que instó, una vez más, a la Fuerza Armada a permitir el ingreso de ayuda humanitaria. Pero, una vez más, el Ejército se negó a colaborar.
La escasez de combustibles es otro de los graves problemas que sufren los venezolanos. Como ha ocurrido desde la llegada de Maduro al poder, el régimen entregó el control de la distribución de gasolina al Ejército. Pero la realidad indica que la cúpula militar aprovecha la situación para vender la gasolina en el mercado negro, como lo ha venido haciendo también con los alimentos.
Sumado a la crisis sanitaria y humanitaria, The Economist también puntualizó en los efectos económicos que provocará el coronavirus en un país donde la inflación se cuenta por millones. “Un cierre nacional impuesto por el gobierno el 17 de marzo se sumará a los efectos de la caída de los precios mundiales del petróleo. Las remesas de los venezolanos que viven en el extranjero están cayendo. Las exportaciones de oro e incluso de narcóticos están estancadas”.
Aunque en público transmite confianza y una realidad que no es tal, el dictador venezolano conoce esta situación. Por eso, el pasado 15 de marzo apeló al FMI, a ese organismo al que ha responsabilizado de todos los males en los países de América Latina, para solicitar una ayuda de 5.000 millones de dólares. Rápidamente, y como era de esperarse, el Fondo se negó porque no reconoce a Maduro como el presidente legítimo.
“Venezuela tiene menos margen que otros países latinoamericanos para pedir prestado para suavizar los efectos de la crisis”, explica The Economist.
Para muchos la llegada del coronavirus representaba para Maduro una bocanada de aire. Pero no fue así. La presión internacional sigue a la orden del día, incluso más que nunca, luego de los últimos pasos de Estados Unidos. Sin embargo, Washington ofreció retirar las sanciones y una salida decorosa del chavismo por medio de un Gobierno de unidad, que conduzca a elecciones libres y transparentes. Pero esto no fue aceptado por la dictadura.
Apenas unas horas después de que el régimen emitiera un comunicado aseguran que no aceptaría “ningún tutelaje” de actores extranjeros, Donald Trump anunció la operación antidrogas más grande de Estados Unidos en Occidente. Esto, solo unos días después de que el fiscal general norteamericano, William Barr, presentara cargos contra Maduro y los principales funcionarios del régimen por “narcoterrorismo”. El fiscal aseguró que el régimen, desde la llegada de Chávez al poder, fundó una organización de narcotraficantes llamada “Cártel de los Soles”, por una insignia en los uniformes del Ejército. De acuerdo al Departamento de Justicia norteamericano, este grupo criminal, en alianza con las FARC, “intentó inundar” Estados Unidos con cocaína.
The Economist recuerda que “los discos informáticos descubiertos en una redada en un campamento de las FARC en Ecuador en 2008 supuestamente revelaron contactos entre el grupo y el gobierno de Chávez, en el que el Maduro era ministro de relaciones exteriores”. “En otros cargos se afirma que Vladimir Padrino López, el ministro de defensa, conspiró para transportar cocaína en aviones registrados en los Estados Unidos desde Venezuela hasta América Central”.
“No hay duda de que existe una corrupción generalizada y una penetración del Estado venezolano por parte del crimen organizado, en particular el narcotráfico”, comentó Geoff Ramsey, de la Oficina de Washington para América Latina, a la revista británica.
“Mientras Maduro y Barr están blandiendo las esposas, la amenaza del COVID-19 sólo puede crecer”, concluye The Economist.
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