«Después de cada golpe escuchaba como se reían» los agentes, afirma el expreso político venezolano Jesús Alemán, a quien las palizas y las descargas eléctricas no le doblegaron las ansias de «luchar» por aquellos que «están siendo torturados».
AFP
Alemán es una de las víctimas que prestaron testimonio este viernes en la sede de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Washington, donde un panel de expertos independiente presentó su tercer informe sobre «crímenes de lesa humanidad» en Venezuela.
Este es un resumen de las historias de tres de ellos.
– Jesús Alemán –
«Fui golpeado, aislado y torturado», afirma este expreso político de 31 años.
Fue detenido dos veces, pero la que más le marcó fue la segunda, el 18 de enero de 2018.
«Me tapaban la cara con una bolsa negra que me cortaba la respiración».
«Me decían que cada aplauso que recibíamos en los mítines, en las marchas, en las concentraciones, en las protestas, lo iba a sentir en golpes».
«Cada silencio en mi interrogatorio era equivalente a otra paliza».
«Después de cada golpe escuchaba como se reían y disfrutaban del momento, sus risas también eran tortuosas».
«En esos momentos solo podía pensar en mi familia, mi novia y todo mi equipo».
«Sentía que me estaba volviendo loco (…) sin saber si alguien sabía de mi paradero».
«Me incriminaban por delitos que no cometí».
Luego de todas «las torturas» en «el SEBIN», el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, «me trasladan a una cárcel común».
«Allí vi que la muerte de una persona vale solo una palabra; por solo equivocarte y decir leche a la leche y no decirles vaquita es un disparo en el pie».
«Vivíamos en condiciones inhumanas, todas las necesidades fisiológicas y de aseo, cuando eran permitidas, las hacíamos a través de un ducto que colapsaba y llegaba el agua hasta las pantorrillas».
«Me enfermé» de escabiosis y hongos. «La carne de mis dedos se me caía a pedazos llegándome a ver hasta los tendones de mis dedos de los pies».
«Me negaron en todo momento asistencia médica».
«Al terminar toda esta locura, aún preso (…) me plantean tres escenarios», «uno era la posibilidad de salir del país sin poder volver más nunca».
Antes de la expatriación, le dieron una última advertencia: «Me dijeron que ya me había salvado en dos oportunidades y una tercera no lo podría contar porque me matarían directamente y la muerte iba a ser de tal forma que me desaparecerían, que me iban a cortar en pedazos y jugar con mis órganos».
Los gestos que hicieron los agentes mientras le amenazaban, dice, le impulsan «a luchar por los más de 270 presos políticos que aún quedan y que (…) están siendo torturados».
– Nixon Leal –
Este expreso político que vive en Estados Unidos como refugiado político afirma haber sido «prisionero de la dictadura en más de cinco oportunidades». La última fue «la más dolorosa», en la «DGCIM», la Dirección General de Contrainteligencia Militar.
Unos «hombres de negro» me secuestraron y «me torturaron durante días».
Uno me dio «golpes en el estómago (…) me ahorcaba por lapsos de tiempo».
Uno tomaba «apuntes», otro «me daba fuertes golpes en la cara (…) decía que si no colaboraba subiría de nivel».
«Me echaban insecticida cerca de la nariz y de la boca» y «gas lacrimógeno», lo que «me ocasionó un paro respiratorio».
«Querían que grabara un video en donde admitía la culpa y a su vez debía señalar a varios dirigentes políticos para inculparlos».
«Por negarme, uno de ellos (…) me clavó tres chinches debajo de las uñas de mis manos, uno amarillo, uno azul y uno rojo».
«Quise suicidarme (…) traté de ahorcarme con mi propio suéter» pero «no lo logré».
«Fui presentado ante una corte militar con el rostro hinchado y desfigurado por los golpes».
«La tortura existe, si no me creen véame la cara», le dijo a la jueza.
«Están frente a un hombre que aún se considera prisionero, porque a pesar de que mi cuerpo está en este lugar, mi memoria sigue repartida» en cada una de esas cárceles. A pesar de eso, «están frente a un hombre con las esperanzas renovadas de que se puede hacer justicia».
– Luis de la Sotta –
Capitán de navío venezolano que, desde 2018, estuvo detenido cinco años, cuatro meses y 11 días bajo la custodia de la DGCIM.
«Denuncié la corrupción y politización dentro de la fuerza armada nacional además de negarme a decir el lema de un partido político».
«Me colocaron pistolas en la sien simulando una ejecución, con palos me golpearon» y «me privaron de sueño».
Todos «mis torturadores fueron ascendidos de rango militar por Nicolás Maduro», el presidente de Venezuela.
«Me insultaban, se burlaban, me decían que violarían a mi esposa».
«Estuve en la celda de los locos, una celda de tortura con temperaturas glaciales, sin colchón, con una braga verde, sin ropa interior, me daban los alimentos en un envase que tiraban al piso, sin cubiertos, tenía que comer con las manos llenas de excrementos».
«A veces me privaban de alimentos. Mis necesidades fisiológicas sólidas las hacía en una bolsa plástica, si la tenía, de lo contrario evacuaba en el piso, orinaba en un envase y solo tenía acceso a la ducha una vez por semana».
«Mi mujer y mis hijos tuvieron que huir al día siguiente de mi detención ya que los estaban buscando para detenerlos».
«Hace menos de 14 días me reencontré nuevamente con ellos»
Después de que su caso figurara en un informe presentado ante el consejo de derechos humanos de la ONU, fue «forzado a entrar en un cuarto de tortura» llamado «la tumba vertical» porque es «tan estrecho que solo puedes permanecer de pie».
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