Un arresto en la Isla de Sal, un pedazo de tierra volcánica a unos cientos de kilómetros de la costa occidental de África, acaba de asestar un golpe noble a la viabilidad del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, a la vez que puso un punto —quién sabe si final— a una cruzada periodística que cumple cinco años.
Por Ewald Scharfenberg y Roberto Deniz / nytimes.com
El empresario colombiano Alex Saab Morán fue detenido el 12 de junio al desembarcar en el aeropuerto internacional Amílcar Cabral de esa isla, una de las que conforman el archipiélago de Cabo Verde. Saab había despegado horas antes en un avión privado de Caracas, presumiblemente con destino final en Teherán y con el aparente propósito de evadir las sanciones internacionales impuestas al régimen bolivariano por Estados Unidos, Europa y algunas naciones de América Latina.
Pese a las enormes limitaciones y asedio constante que sufre el periodismo de investigación en Venezuela, este ha sido crucial para desenmascarar a un personaje clave en la permanencia en el poder de Maduro y su camarilla.
Si bien Saab era conocido por las agencias tributarias y de inteligencia de varios países, se las había arreglado para mantenerse fuera de la vista del público. Hasta que, en 2015, los reporteros que trabajamos en el sitio de investigación Armando.info comenzamos a rastrear los movimientos de Saab y su extensa red de socios, colaboradores y empresas offshore.
Con una veintena de reportajes dimos a conocer a Saab, primero, como el gran contratista de Nicolás Maduro, beneficiado desde el Estado con negocios de construcción de viviendas y de explotación de petróleo; luego, como el operador financiero y posible testaferro del propio presidente y su familia, en especial desde 2016, cuando acaparó la mayoría de las importaciones del programa gubernamental Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que provee de alimentos y productos subsidiados de primera necesidad.
En tiempos más recientes, Saab se había convertido en una especie de embajador comercial de la autodenominada Revolución bolivariana, sin rostro y sin ley. Según nuestras investigaciones, tiene poderes incluso para nombrar a directivos de empresas estatales venezolanas de minas y petroquímica, para comprar alianzas de diputados supuestamente opositores que después intentaron tomar la Asamblea Nacional. Y, sobre todo, concebir y poner en marcha oscuras operaciones de evasión de las sanciones internacionales.
Exponer a la luz pública a una figura poderosa que para sus asuntos necesita del anonimato, tiene un precio en Venezuela: en nuestro caso, vivir en el exilio desde 2017.
Pero la captura de Saab en Cabo Verde reconoce en justa medida nuestro trabajo a la vez que brinda la ocasión poco común de cerrar una historia periodística con un desenlace tangible y esperanzador para Venezuela, un país que se hunde ya no en una crisis política y socioeconómica, sino en un colapso humanitario. Esta es la hora de la justicia internacional.
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