En una quinta escondida en el corazón de San Bernardino, en la avenida Los Próceres, se ubica la Casa Hogar Madre Teresa de Calcuta. Un espacio donde el clima frío de esta zona se convierte en calidez cuando los 14 niños, niñas y adolescentes que allí viven se escuchan jugar y reír en el parque infantil que da la bienvenida a la casa.
En este espacio dan cobijo y protección a estos 14 muchachos que no están bajo la tutela de sus familiares por múltiples razones y que, además tienen VIH (Virus de inmunodeficiencia humana), desde que nacieron.
Corren, saltan, juegan a la maestra, a las momias, cantan Venezuela todo el día y abrazan. Abrazan mucho. A sus cuidadoras, a los visitantes, a sus compañeritos y a todos los que se les crucen en el camino. Van a la escuela, hacen tareas y también travesuras, comen y bailan. Estos 14 niños llevan la vida más normal que les permite la crisis humanitaria venezolana.
Su rutina se quebranta cuando los antirretrovirales que necesitan para mantenerse a salvo fallan, o cuando no hay reactivos para los exámenes que deben practicarse con regularidad. Al igual que las otras 25 casas hogar que pertenecen a la Iglesia Católica en Caracas, Madre Teresa de Calcuta sortea las carencias con amor y la voluntad del prójimo.
A pesar de que el financiamiento de la casa hogar proviene de donaciones recaudadas por el padre Vicente Mancini, fundador de la comunidad de los samaritanos, en Caracas, en Madre Teresa de Calcuta reciben todo tipo de donativos de ciudadanos, organizaciones e instituciones que ofrecen alimentos y medicinas para garantizar el bienestar de los pequeños.
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