El Cardenal Baltazar Porras emitió una carta donde expresa una serie de recomendaciones a sus feligreses para afrontar la posible aparición del coronavirus en Venezuela, entre las que destaca comulgar en la mano. Arzobispo de Mérida considera que en estos tiempos es recomendable apegarse a los principios de la fe de la solidaridad, caridad y fraternidad.
“Mantengamos la calma para evitar males mayores. Siempre hemos estado comprometidos con la salud y la defensa de la vida de los venezolanos. Hasta ahora no están suspendidas las Misas en las Iglesias. Atentos al comunicado con medidas preventivas del Coronavirus”, escribió Porras en sus redes sociales.
Queridos hermanos:
1.- La aparición del Coronavirus, Covid-19, nos ha tomado a todos por sorpresa. Su rápida expansión y la declaración de la OMS como pandemia nos ponen sobre aviso, y las noticias que llegan de países como Italia y España, donde viven familiares y amigos, preocupan. Llama la atención que se anuncian casos en casi todos los países de nuestro entorno y en Venezuela no hay noticias ciertas y confiables pues, por una parte se dice que no hay casos comprobados, y aparecen videos y comunicaciones en los que se afirma que estamos preparados, cuando sabemos la precariedad de los centros hospitalarios y la escasez de medicamentos. Las redes, por su parte, abundan en informaciones contradictorias, ayudando a aumentar la inquietud y el no saber qué hacer.
2.- También es cierto que no tenemos cultura preventiva y seguimos actuando como siempre, no dándole importancia al asunto. He constatado en estos días que valen poco las sugerencias que se dan, pues nos reímos y actuamos “como siempre”.
3.- Como sacerdotes, religiosas, diáconos y/o responsables de comunidades, tenemos la obligación de actuar con cautela, informarnos bien y ayudar en lo que nos compete. La autonomía de lo temporal nos obliga a oír y respetar lo que la ciencia o las autoridades decidan en su momento. Pero esto no nos priva de ser agentes y protagonistas en lo material, anímico y/o espiritual, para que no estemos dando bandazos y confundir a la gente que recurre a nosotros.
4.- La responsabilidad que tenemos debe ser compartida y asumida por las distintas instancias eclesiales. Tenemos una obligación samaritana. El Papa Francisco nos pide que atendamos a los enfermos y no tengamos miedo en acercarnos a ellos. Es parte esencial de nuestro ministerio estar cerca de la gente. Pero es una gran oportunidad para que los laicos se conviertan en agentes evangelizadores. La prevención está a nuestro alcance. Con una preparación en un taller con gente conocedora y experta, ir a las escuelas, a los sitios de reunión, dentro y fuera de la parroquia a compartir las pequeñas “recetas” que nos indican que hay asuntos muy sencillos que antes lo aprendimos porque eran parte de la Urbanidad de Carreño y de las clases de Formación social, moral y cívica, que cayeron en el olvido y que debemos practicar siempre y no solo en esta coyuntura.
5.- Reunirse con personal sanitario (médicos, enfermeras, voluntarios), bomberos, defensa civil, docentes, para que sean entrenadores y multiplicadores, cada uno en su área, de lo que sea útil para las necesidades concretas de cada comunidad.
6.- El arma más efectiva es la prevención: evitar las aglomeraciones, incluso el transporte público, cosa nada fácil, a la entrada o salida del trabajo, en los mercados y lugares públicos donde se vende de todo. En los centros educacionales atenerse a lo que señalen los directores de los mismos, y no enviar a los hijos si tienen algún síntoma catarral o febril.
Lavarse las manos con agua y jabón, con gel antibacterial si se tiene acceso a él, cada vez que se llega a casa, o cuando se va al baño, o se ha dado la mano o tocado los pasamanos u objetos diversos en la calle, y no tocarse las mucosas (cara, ojos, nariz o partes íntimas) con las manos sucias o no lavadas. Toser o estornudar con un pañuelo o cubrirse la boca. Mantener distancia de al menos un metro con otras personas, algo nada fácil cuando se está en la calle o en una cola. Más complicado, pero debemos hacerlo es no saludar con la mano o dando abrazos y besos a nadie, pues no sabemos en qué condición está. No olvidar que la falta de agua potable o la incapacidad de tener con qué comprar lo elemental es parte de la vida de mucha de nuestra gente.
7.- En los actos religiosos no tocar ni besar las imágenes de nuestra devoción. Comulgar preferentemente en la mano, aunque quien lo pida en la boca no se le puede negar. Darse el rito de la paz con un gesto de la mano o al estilo japonés inclinando la cabeza, pero sin tocar el cuerpo de la otra persona.
8.- Como creyentes, pongámonos en las manos de Dios, con calma y serenidad. Que el pánico no nos paralice, ni le huyamos a la dificultad, la enfermedad y el dolor. San Agustín nos recuerda que “si se acaba la tribulación, se acaba la llamada del Señor”. Nuestro modelo es Jesús quien asumió la pasión y la muerte por nosotros.
9.- El Covid-19 en esta cuaresma es un buen momento para fortalecer la solidaridad y la verdadera fraternidad. “es un tiempo propicio para comprender el valor de la fraternidad, de estar unidos unos a otros de manera indisoluble” e invita a pensar “en el vecino, el compañero de oficina, el amigo de la escuela, pero sobre todo en los médicos y enfermeros que se arriesgan a la contaminación e infección para salvar a los enfermos. Estos trabajadores viven y nos muestran el significado del misterio de la Pascua: entrega y servicio”. “Cultivemos la ‘Sabiduría del Corazón’: que es una ‘actitud infundida por el Espíritu Santo’ en aquellos que saben abrirse al sufrimiento de sus hermanos y hermanas y reconocer en ellos la imagen de Dios” (Card. Turkson).
10.- La cuaresma nos llama a la oración, el ayuno y la limosna. El coronavirus nos puede ayudar a levantar la mirada al cielo, a recordar que somos vulnerables. Con facilidad olvidamos que estamos en las manos de Dios. La Providencia es eso: el cuidado amoroso que Dios tiene de los seres creados. Aunque nosotros nos hayamos olvidado de él, él sigue rigiendo nuestros destinos. Y espera de nosotros una respuesta amorosa.
11.- Para el creyente todo lo humano tiene un “sentido salvífico-misterioso” al que hay que estar atento y discernirlo. Cuanta mayor es la “magnitud e imprevisibilidad” del acontecimiento, mayor es el desafío a la comprensión y coherencia cristianas. No sólo no debe dejarnos “indiferentes”, sino nos obliga a “crecer” en el misterio de la acción amorosa, providente y misericordiosa de nuestro Padre-Dios.
12.- La fe sencilla y confiada de nuestra gente se expresa en rogativas, novenas, procesiones que conllevan sacrificios y una buena dosis de bálsamo y esperanza. Sn mitificaciones que conviertan la oración en una especie de talismán que todo lo arregla, ni en la espera de algo milagroso que solucione el problema sin el peso de un esfuerzo tesonero que nos recuerde que “a Dios rogando y con el mazo dando”.
13.- El ayuno en esta cuaresma, nos recuerda las tantas cosas que la mayoría de nuestra gente tiene que quitarse porque no tiene acceso a ellas. El coronavirus comporta una nueva plaga que nos obliga a fortalecer la creatividad en la ayuda y el acompañamiento a los más vulnerables. Y a quienes tienen mayor libertad de opciones a un cambio de planes que obliga a mirar al otro, al más necesitado. La Campaña Compartir 2020 “agua para todos” es ocasión para hacer del agua, “este sueño hecho de agua” que es vida, es la reina de la existencia y de la convivencia (Querida Amazonía 43). Cuando oímos hablar de que si se extiende la pandemia y no hay recursos suficientes, si se presentan dos enfermos, uno de 80 años y otro de 40, se deja al primero a su suerte y se atiende al segundo. Es el drama de que el vulnerable, el no nacido, el anciano, el enfermo terminal, el que no goza de juventud y de salud, no tiene derecho a existir. Buena anécdota para meditar sobre el valor de la existencia para el minusválido. Es el descartado, el que no tiene derechos.
14.- La limosna como expresión de la caridad, nos lleva a poner en práctica el espíritu de penitencia que se manifiesta en darnos y dar de lo nuestro. No de lo que nos sobra o de lo que podemos acaparar y otros no tienen acceso. Se mide este espíritu samaritano no solo por lo material, sino también por el don de nuestro tiempo, de nuestras capacidades y dominios, de nuestra creatividad y generosidad para superar las carencias con la caricia amorosa de la misericordia.
15.- Pretenden ser estos párrafos una invitación a compartirlos en común. Son un adelanto ante la eventualidad para que no seamos como las jóvenes necias que no estaban preparadas para la boda. Seguramente nos tocará asumir situaciones más difíciles en las que tenemos necesidad de confianza en una Providencia benéfica, asociadas con la realidad, presencia y actuación de un “Dios y Padre bueno”, con una “Madre afectuosa y disponible”, con “Jesús como hermano mayor Revelador”.
16.- Concluyo trascribiendo la oración del Papa Francisco a la Virgen romana del Divino Amor. Hagámosla nuestra, y que sea inspiradora de otras plegarias con rostro propio y cercano, al calor de las devociones marianas más tiernas a nuestra tradición religiosa.
Oración completa del Papa a la Virgen del Divino Amor
Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Con mi bendición y afecto
† BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO
Cardenal Arzobispo de Mérida y
Administrador Apostólico de Caracas
Caracas, 12 de marzo de 2020.
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