Con el rostro cubierto y con sus armas de reglamento, varias instituciones policiales entran en las zonas populares de los Altos Mirandinos para hacer cumplir la cuarentena radical.
Una, dos, tres… 10 veces lo dijeron, antes de que el agente los dejara ir.
Ocurrió en Los Teques, estado Miranda, donde la policía realiza operativos de seguridad por las laberínticas e intrincadas calles de las zonas más populares. Tratan de «romper la cadena de contagios» en medio de una segunda ola de covid-19 que causa alarma en Venezuela, explica a la AFP Carlos Andrade, jefe municipal de Seguridad.
En esta zona hay una restricción de circulación después de las 18H00, además de una orden para cerrar los comercios a las 16H00, la obligación de llevar mascarilla y evitar reuniones de más de cinco personas.
Unos 50 agentes, enmascarados, algunos con armas largas, van en motocicletas hasta la barriada El Nacional, peligrosa como casi todas en Venezuela, un país con altísimos índices de violencia.
«Son las 6 de la tarde, tienen que irse», ordena Andrade a un grupo de mototaxistas y a otro comerciante que cierra de mala gana.
Llega un punto en que hay que seguir a pie. Los policías bajan de las motos y se adentran en los callejones, saturados de humildes casas de ladrillo expuesto, escaleras estrechas y pasadizos. La noche empieza a caer.
«¡Manos arriba! Contra la pared», grita Marco Rodríguez, uno de los oficiales en el operativo, a los jóvenes sin barbijo. Acostumbrados a los controles, obedecen tranquilamente.
Tras una rápida requisa, comienza el coro: «¡Debo utilizar el tapabocas!'», repiten. Ya antes otros residentes recibieron la misma orden en un intento policial por hacer cumplir la medida decretada desde la presidencia.
El recorrido sigue, los agentes piden a las personas que se vayan a sus casas, tocan en puertas donde escuchan música para comprobar que no haya aglomeraciones. «Fiestas no», dice uno.
Con unos 30 millones de habitantes, Venezuela reporta casi 150.000 contagios y 1.500 muertes por coronavirus, cifras que son cuestionadas por organizaciones no gubernamentales que denuncian un elevado subregistro.
Las autoridades han alertado de una segunda ola «más virulenta», que coincide con la llegada de una variante brasileña, y valoran imponer nuevas restricciones, aunque sobre todo en zonas populares y rurales las aglomeraciones tienden a ser la regla y el uso del tapabocas, muchas veces la excepción.
«Es por el bien de todos»
Tras El Nacional, la siguiente parada es Guaremal, la mayor barriada de la zona.
«Era un barrio donde no se podían abrir las bodegas, no ingresaba transporte público. Logramos erradicar la delincuencia», se felicita Andrade. «No tenemos grupos estructurados».
El responsable de seguridad acompaña a un niño solitario a casa de sus padres y luego se topa con un culto evangélico, que reúne a unas 40 personas. El abordaje acá es más diplomático.
«Lo respeto, pero tienen que usar el tapabocas. Es por su salud y la de los demás», dice a la congregación. «Señorita», apunta a una de las presentes, «¿no tiene tapabocas? Por favor salga, es por el bien de todos», pide.
«Estamos aquí por la seguridad de la comunidad», insiste.
Algo avergonzado, el pastor toma el micrófono para agradecer al policía con un «que Dios te bendiga».
«Amén», responde mientras se va.
Las motocicletas siguen su recorrido a Brisas de Oriente, otra barriada cercana. En un muro se lee el «Chávez te lo juro, mi voto es para Maduro» de la campaña que llevó al poder a Nicolás Maduro tras la muerte de Hugo Chávez en 2013.
El guión acá se repite: cierre de comercios, órdenes para usar la mascarilla, requisas de seguridad.
«En los barrios no siempre prestan atención a lo que dice el gobierno», reconoce con eufemismo el agente Pedro Zerpa, que asegura que la policía volverá si los comercios reabren.
Son las 22H00 y el operativo termina. Un par de taxistas observan a los policías con desánimo.
«El despliegue está bien para la seguridad y el tema de los asaltos», dice Michel Delgado, uno de los transportistas. «Pero la situación es mala, gané 5 dólares esta semana cuando normalmente ganaba 40… todo está cerrado. Tenemos familia, es bastante difícil».
AFP
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