Venezuela es conocida por tener las mayores reservas de petróleo del mundo, pero su suelo alberga otro valioso recurso: el oro.
El régimen chavista estableció en 2016 una enorme zona de desarrollo minero que se extiende por el centro de Venezuela para diversificar sus ingresos. Siete años después, proliferan las minas que excavan en busca de oro, diamantes, cobre y otros minerales.
El Arco Minero del Orinoco está plagado de violencia y envuelto en el secretismo porque muchas minas operan al margen o al margen de la ley. Ofrecen trabajos lucrativos a los venezolanos de a pie, pero las condiciones son brutales.
En una mina subterránea del estado de Bolívar, los operarios utilizan dinamita para desprender rocas a unos 80 metros bajo la superficie, donde los trabajadores descienden a diario para trabajar bajo un calor agobiante y sin equipo de seguridad.
Los mineros suelen empezar el día atados a un grueso cable de acero, sujetándose lo mejor que pueden mientras descienden unos 60 metros por un pozo, adentrándose en un mundo donde la única luz son las linternas frontales. Llevan pantalones cortos y chanclas o botas de goma y deben doblarse por la cintura para bajar 20 metros por una cuasi rampa. Allí recogen rocas y las meten en sacos que transportan con poleas a un molino.
Uno de los mineros, Alfredo Arriojas, dice que no le gusta la minería, pero que lleva más de dos años haciendo el trabajo con la esperanza de tener una casa, y que le quede dinero para “invertirlo en algo bueno que me dé ingresos”.
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