Icono del populismo chavista. Santo grial de la política venezolana. Tema tabú de todas las campañas presidenciales. Un mito. Sostener en niveles bajos hasta el ridículo el precio de la gasolina fue una de las banderas más importantes para Hugo Chávez. Poco importó que durante los 12 años que estuvo en el poder, el costo de oportunidad que implicaba ese subsidio superara los gastos en salud y educación, y un gigantesco drenaje de recursos para PDVSA. Hoy, con Venezuela paralizada por la falta de gasolina y con la industria petrolera en ruinas, a Nicolás Maduro no le queda otra opción que enterrar una de las últimas banderas del chavismo.
Pedro Benítez / ALnavío
Nicolás Maduro se apresta a enterrar de manera definitiva una de las banderas políticas de Hugo Chávez. Aquella, el aumento de la gasolina, que supuestamente provocó el Caracazo de 1989 y el relato político que se edificó en torno a los saqueos que conmocionaron a Caracas. El Caracazo fue usado en parte para justificar los golpes militares de 1992. El precio de la gasolina se convirtió en el santo grial de la política venezolana en, por lo menos, las últimas tres décadas. Un mito.
Esa ha sido una de las cosas más absurdas y nefastas que Venezuela se ha hecho a sí misma como sociedad. Pero lo más absurdo fue convertir ese subsidio en bandera política.
En el imaginario colectivo venezolano se ha justificado tener una gasolina barata hasta el absurdo, en realidad regalada, porque éramos un país petrolero. Algún privilegio merecíamos por esa circunstancia.
Pues bien, hoy para la mayoría de los venezolanos no hay gasolina. Y si se consigue tiene que pagarse al precio más alto del mundo y justo ahora cuando el precio internacional está a la baja en todas partes. Un dólar por litro en Caracas; y tres dólares por el mismo litro en Maracaibo, cobran los efectivos de la Guardia Nacional (GNB) que controlan el poco suministro disponible.
Erase una vez un país petrolero
Hubo una época en que Venezuela fue el tercer productor mundial de crudo (detrás de Estados Unidos y la Unión Soviética) y el primer exportador del mundo. Durante la segunda mitad del siglo XX se edificó en el país el mayor parque refinador del continente. Hoy la otrora potente industria petrolera venezolana está casi totalmente en cenizas, entre otras razones por ese absurdo subsidio que le impuso colosales pérdidas año tras año.
Para 1989 el subsidio de la gasolina se había convertido ya en una pesada carga para las finanzas públicas y para Petróleos de Venezuela, PDVSA. Un derroche innecesario de recursos y un incentivo económico perverso que beneficiaba directamente a los que poseían uno o más vehículos automotores (los de ingresos más altos) pero no así a los que no disponían de ninguno (los de ingresos más bajos). De paso, buena parte de esa gasolina se iba de contrabando hacia Colombia.
A fin de corregir esa anomalía el ministro de Planificación del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, Miguel Rodríguez, propuso en febrero de ese año una subida gradual del precio a fin de no afectar en demasía el bolsillo de los consumidores en una época dificultades económicas, pero hasta llevarlo a niveles internacionales y eliminar así el subsidio. El ajuste consistía en un 0,25 céntimos del bolívar de la época.
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