En los últimos cinco años la crisis ha sido una constante en Venezuela, especialmente en materia económica. Entre 2013 y 2018 el tamaño de la economía se redujo a la mitad, la prevalencia de la subalimentación pasó de 6,4% en 2012-2014 a 21,2% en 2016-2018 (FAO) y debido a la situación al menos unos 800.000 venezolanos emigraron del país (Encuesta Condiciones de Vida del Venezolano).
Por: Zenaida Amador || ALnavío
Esa misma crisis, que sigue profundizándose a la sombra de la inestabilidad política y del desmantelamiento institucional del país, ha entrado en una nueva fase demoledora, donde la recesión pareciera ser el único factor que permite garantizar un escueto suministro eléctrico al país y operaciones reducidas en la industria petrolera. Pero este ciclo sólo profundiza las distorsiones existentes y termina, como el perro que se muerde la cola, agravando la crisis existente.
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Energía limitada
La demanda eléctrica nacional se estima en alrededor de 15.000 megavatios debido a la contracción económica y la diáspora, entre otros factores. Aun así, el sistema eléctrico nacional en su mejor estándar provee unos 14.000 megavatios, de los cuales 3.200 son de generación térmica y el resto provienen de la hidroelectricidad, a pesar de tener una capacidad instalada que debería proveer más de 34.000 megavatios.
Es decir, que en medio de la precariedad actual el sistema apenas puede atender las necesidades del país y carece de margen de maniobra a la hora de cualquier incidente, y mucho menos de producirse un repunte en la demanda. De allí el régimen de racionamiento eléctrico que se aplica desde el 1 de abril y las frecuentes interrupciones y fallas que se presentan a diario en todo el territorio, incluyendo Caracas.
Menos producción
Sin embargo, la precariedad en el suministro de gasolina y de electricidad impacta a su vez sobre la maltratada actividad productiva y ralentiza sus procesos, lo que agrava la crisis económica. La Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela estima que estas fallas han agravado los problemas para distribuir las limitadas cosechas desde los centros de producción hasta los centros de consumo, lo que complica todavía más el panorama de un sector que no logra atender ni el 20% de la demanda de alimentos de la población.
La merma en la producción es abismal. En rubros como el maíz sólo se está sembrando en 10% de las 600.000 hectáreas que antes se destinaban a este rubro, en lo que influyen otros factores que van desde la ausencia de fertilizantes hasta la falta de crédito para respaldar la actividad.
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