Por allí dicen que Dios reparte las cartas. Que a unos les salen cartas malas y convierten esas cartas malas en una jugada buena, y ganan. Que a otros les salen cartas buenas, y hay quienes aseguran la mano con esas cartas buenas, pero que otros en cambio la botan, aun teniendo cartas buenas. Pierden el juego y despilfarran la suerte. En esta encrucijada puede encontrarse Guaidó. En cómo juega las cartas.
Juan Carlos Zapata/ ALnavío
Juan Guaidó es un tipo con suerte. Hace un año era uno más entre la dirigencia de la oposición y luego pasó a ser el líder de un movimiento que llegó a poner en jaque el régimen de Nicolás Maduro. Guaidó es un hombre con suerte.
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El movimiento perdió fuelle en lo interno y pareció debilitarse aún más con los estallidos sociales en América del Sur, pero de pronto coge nuevo aire porque la protesta social en Venezuela es cotidiana, y el plan de medidas del régimen no va a dar resultados, y porque la caída de Evo Morales no estaba en el libreto, y tampoco la posición distante del presidente electo de Argentina hacia Maduro, y tampoco la jugada de Rusia en Bolivia. Guaidó tiene tanta suerte que la derrota de la izquierda en Uruguay también lo refuerza. Guaidó tiene suerte, y tiene fe en lo que está haciendo -es de los pocos que no pierde la fe-, pero las incoherencias opositoras atentan contra su política y la de los aliados.
Las cartas de Juan Guaidó
Por allí dicen, sin embargo, que Dios reparte las cartas. Que a unos les salen cartas malas y convierten esas cartas malas en una jugada buena, y ganan. Que a otros les salen cartas buenas, y hay quienes aseguran la mano con esas cartas buenas, pero que otros en cambio la botan, aun teniendo cartas buenas. Pierden el juego y despilfarran la suerte. En esta encrucijada puede encontrarse Guaidó. En cómo juega las cartas.
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Resta un mes por delante para ser ratificado en la Presidencia de la Asamblea Nacional y seguir encabezando el movimiento que intenta sacar a Maduro del poder. Llegó a la cima del liderazgo con poco manejo del poder. Se ha ido asentando. Ha ido creciendo. Ha ganado en discurso y en propuestas. Pero jugó una carta que le salió al revés y que casi lo hace perder el juego. La del 30 de abril. La de aquella madrugada que apareció junto a Leopoldo López rodeado de militares e invitando al pueblo que se sumara a una operación que estaba en pleno desarrollo para salir de Maduro. Desde ese fracaso, el movimiento se vino a menos. Un dirigente de la oposición ironizó: El golpe no fue contra Maduro sino contra Guaidó.
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