¿Qué sabía Xi Jinping sobre la gravedad de la epidemia de Covid-19, y cuándo lo supo? Por lo que ha declarado él mismo, ha quedado claro que ordenó tomar medidas contra el problema al menos dos semanas antes de que se confirmara, el 20 de enero, que el virus podía transmitirse de persona a persona y que el presidente chino hiciera las primeras declaraciones públicas sobre el coronavirus.
La admisión ha aparecido publicada en la revista Qiushi (Buscar la Verdad), dedicada al análisis teórico de la doctrina del Partido Comunista. Este sábado, la publicación incluía un discurso del 3 de febrero de Jiping, mantenido secreto hasta ahora, al Comité Permanente del Politburó del Partido, el máximo órgano dirigente en China. En él, Xi alude a una reunión de ese órgano el 7 de enero, el mismo día que se identificó el virus que había causado varias decenas de casos de una extraña neumonía, donde reconoce haber ordenado contener a un patógeno que desde entonces se ha cobrado más de 1.600 vidas y ha infectado a más de 68.000 personas.
“Emití órdenes durante una reunión del Comité Permanente el 7 de enero para contener el brote. El 20 de enero di órdenes especiales sobre los trabajos para impedir y controlar la epidemia, y dije que teníamos que estar muy atentos a ello”, afirmó Xi en el discurso que publica Qiushi.
Entre esa fecha y el 20 de enero, cuando el prestigioso epidemiólogo Zhong Nanshan admitió que el coronavirus 2019-nCoV se transmitía de persona a persona, cuando se investigaba la capacidad de transmisón del virus, las autoridades locales de la provincia de Hubei —el foco de la epidemia— estaban centradas en una gran reunión política anual que se desarrollaba esos días y no querían crear una alarma pública que pudiera estropear esa cita. El día 19, el alcalde de Wuhan, la capital de la provincia y donde comenzaron los contagios, organizaba una gran comida colectiva para 10.000 familias en un espacio cerrado. La idea era dar sensación de normalidad, aunque es probable que ese evento contribuyera a propagar la enfermedad.
No fue hasta el 20 de enero cuando Xi habló públicamente del coronavirus. “El reciente brote de una nueva neumonía por coronavirus en Wuhan y otros lugares debe tomarse en serio”, dijo sobre una enfermedad que para entonces ya se había extendido a otras regiones de China y al menos otros tres países: Tailandia, Japón y Corea del Sur.
Con su revelación recién publicada, el presidente chino, para quien la epidemia se ha convertido en el mayor desafío político de su mandato, y que afronta un importante descontento entre el público sobre cómo se gestionó el comienzo de la crisis, busca dejar claro que él estuvo alerta sobre la importancia del problema desde los primeros momentos. Y que si alguien falló no fue él, sino sus subordinados. Aunque corre un riesgo político al reconocer que estaba al tanto de la situación desde el principio, pero que durante dos semanas no se tomaron medidas suficientes para proteger al público en Hubei.
La declaración de Xi, extraordinaria por la relativa rapidez con la que se ha informado de ella, confirma que el presidente chino ha estado al frente de la gestión de la crisis entre bambalinas, pese a haber estado alejado de la vista de los ciudadanos durante días después de que estallara la crisis. La cara pública, en cambio, la han puesto el primer ministro, Li Keqiang, al frente del grupo de coordinación de la crisis y que a diferencia del líder sí ha viajado a Wuhan, y la viceprimera ministra Sun Chunlan, en lo que la prensa oficial china ha descrito como una gestión “colectiva” del problema.
Xi solo compareció ataviado con mascarilla el lunes 11 en una visita a un centro comunitario y un hospital especializado en enfermedades infecciosas en Pekín. Un gesto destinado, según el politólogo Willy Lam, de la Universidad China de Hong Kong, a dejar claro que el presidente está al cargo de la crisis. “Si la lucha contra la epidemia da señales de progresos, Xi será quien acapare todo el mérito. En cambio, si hay problemas o críticas, será Li Keqiang sobre quien recaerá la culpa”, opina Lam.
En el discurso que publica Qiushi, el presidente chino prometía el 3 de febrero castigos para los funcionarios que no hayan sido diligentes a la hora de atajar la crisis.
Esta semana se anunciaba el cese sumarísimo del máximo dirigente en Hubei, el secretario general del Partido Comunista en la provincia, Jiang Chaoliang, que será reemplazado por el hasta ahora alcalde de Shanghái y un hombre de la máxima confianza de Xi, Ying Yong. Yong es experto en el área de la seguridad y el mantenimiento de la estabilidad social, la principal prioridad del Partido.
También perdía su puesto el secretario general del Partido en Wuhan, Ma Guoqiang, que ha sido sustituido por Wang Zhonglin, otro hombre que fue colaborador de Xi cuando el presidente era gobernador de la provincia de Zhejiang.
Entre las primeras medidas que las nuevas autoridades han puesto en marcha se encuentra la prohibición completa del tráfico rodado y pedestre en Hubei, para tratar de impedir nuevos contagios. Las únicas excepciones serán los vehículos oficiales, de policía, ambulancias y aquellos que cumplan servicios públicos o transporten bienes imprescindibles. También se ha prohibido a la población abandonar sus complejos residenciales, salvo casos de enfermedad. Periódicamente se comprobará el estado de salud de los ciudadanos, para tratar de detectar y aislar lo antes posible cualquier positivo, según indica una nota oficial divulgada este domingo.
Xi, que ha planteado la lucha contra la epidemia como una cuestión existencial, en la que está en juego la propia credibilidad del sistema político chino, ha insistido también en su discurso en que, pese a la crisis actual, no se pospondrán los grandes objetivos políticos que su Gobierno se había fijado para este año, como lograr que la sociedad china sea “moderadamente próspera”. “No hay que pensar que podemos esperar ni un momento”, ha sostenido el jefe de Estado.
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