Para los venezolanos, la profunda crisis que atraviesa su país es una vaina. Tener que salir a construirse un futuro en otro país, es una vaina. Llegar a un lugar desconocido, aunque de ahí hayan salido sus antepasados, es otra vaina. De manera que cuando el gallego-venezolano retornado a España, Manuel Pérez, pensó en crear un periódico digital para orientar a los recién llegados, no titubeó sobre cómo llamarlo: “Qué Vaina!”.
Por Carolina Valladares / voanoticias.com
“Y todo el mundo se pregunta, por qué “Qué vaina? Qué vaina me echaron, es una tradición muy peculiar venezolana. Porque uno dice, mira se me cayó el coche y se me rompió un caucho! Puffff… qué Vaina!”, explica Pérez, quien también es presidente de la Federación de Venezolanos de Galicia, sobre el folclórico nombre de su publicación.
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El diario digital ofrece a los venezolanos descendientes de españoles, y quines están recién llegados a España, una ventana a lo que sucede en la tierra que dejaron atrás y a las oportunidades que se abren en la tierra española que ahora está acogiendo a quienes salieron en los años 50 y están regresando por la profunda crisis venezolana. Lea Que Vaina: https://quevaina.net/es
“Cuando llegas aquí, y tenemos tejido social, tenemos unas asociaciones, tenemos una federación que nos une a todos, y tenemos una oficina informativa donde hoy puede llegar un venezolano, por ejemplo, a la asociación de Vigo y preguntar”, explica Pérez desde sus oficinas, que son punto de reunión de los recién llegados.
Pérez ha venido desarrollando un paciente trabajo de araña solidaria hilvanando una red que ayude a los gallegos venezolanos a hacer más fácil su transición de regreso a su tierra, o la tierra de sus antepasados. Ha creado, además, la Asociación de Amigos de Venezuela en la costera ciudad de Vigo, donde recibió a Venezuela 360 de la Voz de América, para la realización de este reportaje. La organización ofrece orientación y oportunidades. Tiene una página web y presencia en Facebook, Twitter, Instagram y Youtube.
Con una voz amiga, un acento conocido e información práctica, Pérez trabaja arduamente para que sus compatriotas no aterricen bruscamente sobre las duras piedras que enchapan las calles y aceras de Vigo, y la mayoría de los pueblos de Galicia. Ahora los gallegos venezolanos pueden aterrizar sentados en una de las mesas del bar Alameda en Celanova, a una hora en carro de Vigo, donde con un acento “chamo” les ofrecen un pincho de tortilla o una arepita con queso.
“Llevo dos años aquí en España y encontrar personas que hablen igual, de la misma forma, en un país donde mis abuelos son de aquí de Celanova, me ha facilitado todo el tema de adaptación”, explica emocionada María del Carmen Pérez Vidal, quien junto a su pandilla de amigos venezolanos debora arepas a pocos meses de donde un grupo de ancianas juegan a la baraja española.
“Cuando tú te conectas con las personas de tu propio país, sientes en verdad que estás en una gran familia porque sientes que estás acompañado, acobijado; y aunque estemos en la línea de los gallegos, también sabemos que tenemos esa gran familia, y seguimos manteniendo un contacto de amistad, de alegría, de felicidad”, concluye desde este pintoresco bar ubicado en la provincia de Oursense, la más “anciana” de España, con siete jubilados por cada 10 personas activas, según datos del gobierno.
Se trata de una zona de Galicia afectada severamente por el movimiento demográfico del campo a las ciudades, donde las antiguas aldeas se han quedado sin jóvenes y donde tanto iglesias como escuelas han visto mermado su número de feligreses y alumnos. Algunos de esos pueblos han quedado en total abandono y sus casas se han convertido en ruinas. Se venden baratas a quienes se comprometan a reconstruirlas y habitarlas. Cuanto más jóvenes, mejor.
Y los gallegos o sus descendientes que salieron hacia Venezuela medio siglo atrás, ahora están contribuyendo a revertir el patrón de extinción de estos pueblos ubicados entre los viñedos y las granjas ganaderas de Galicia. Unos 5,000 han retornado a esta región de España, que es la tierra de sus padres. Algunos a la tierra de sus ya lejanas infancias.
En Celanova se han asentado unos 160 de ellos. Ya están contribuyendo con la zona. Por primera vez en 13 años, el censo poblacional ha dejado de reducirse.
Video VOA
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