Cerca de 80 millones de personas en el mundo, o el 1% de la humanidad, fueron desarraigadas hasta finales de 2019 tras huir de guerras o persecución, una cifra récord que pone fin a una década “tumultuosa” y que incorpora a 3,6 millones de venezolanos que no habían sido contabilizados, dijo el jueves Naciones Unidas.
El total aumentó en unos 9 millones respecto del año anterior y es casi el doble de los 41 millones de 2010, dijo la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR.
Sirios, venezolanos, afganos, sudaneses del sur y rohinyás apátridas de Myanmar encabezan la lista de 79,5 millones de refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos, dijo la ACNUR en su informe anual de Tendencias Globales.
“La cifra de casi 80 millones -la más alta que el ACNUR ha registrado desde que se han recogido sistemáticamente estas estadísticas- es, por supuesto, motivo de gran preocupación”, dijo Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
“Esto es, por cierto, aproximadamente el 1% de la población mundial”, dijo en una rueda de prensa.
Alrededor del 73% de los refugiados busca asilo en un país vecino, desafiando la noción populista de que inundan Occidente, dijo Grandi.
“Esto sigue siendo un problema mundial, un problema para todos los estados pero un problema que desafía más directamente a los países más pobres, no a los países ricos, a pesar de la retórica”, dijo sobre el desplazamiento.
CINCO MILLONES DE VENEZOLANOS
El éxodo incluye a 5 millones de venezolanos que han huido de un país sumido en una crisis económica y política. Unos 3,6 millones de ellos no habían sido contabilizados en estadísticas anteriores, pero ahora se considera que necesitan protección internacional, dijo ACNUR.
La mayoría de los venezolanos han ido a Colombia, Perú, Ecuador, Brasil y Chile. Se estima que entre 30.000 y 50.000 han regresado a su tierra natal desde abril, dijo Grandi.
“En la mayoría de los países, los venezolanos viven de la economía informal y muchas personas, incluso las que están calificadas, desafortunadamente han tenido que vivir una vida de subsistencia básicamente, vendiendo verduras en los mercados, haciendo trabajos serviles. Ha sido realmente muy precario”, dijo.
“Y con los cierres, muchos de estos trabajos han desaparecido casi de la noche a la mañana”, añadió.
Pero las restricciones impuestas por la pandemia han frenado en general el desplazamiento, dijo Grandi.
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