Cuando Albert Ramdin fue elegido secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) este mes, el gobierno de su país, Surinam, lo celebró como algo histórico: es la primera vez que un representante del Caribe llega a ese cargo.
Pero también es extraordinario el escenario regional que Ramdin encontrará cuando sustituya al uruguayo Luis Almagro como jefe de la OEA desde el 26 de mayo, con un mandato hasta 2030.
A los crecientes desafíos a la democracia y seguridad en el continente, se suman las medidas polémicas que toma el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por ejemplo para deportar migrantes a países latinoamericanos.
«Una de las cosas que tenemos que hacer es evaluar el impacto de las nuevas políticas de EE.UU. en el hemisferio», dice Ramdin en una entrevista con BBC Mundo. «En cuanto a las deportaciones, hay ciertas normas que aplican a este tema».
Ramdin afirma que buscará acuerdos y soluciones a los problemas del hemisferio desde una posición de intermediario, con un estilo que muestra claras diferencias respecto a Almagro.
Canciller surinamés desde 2020, era el único candidato a la secretaría general de la OEA desde que su par paraguayo, Rubén Ramírez, se retiró de la carrera.
Contó desde el inicio con el apoyo de un bloque de países caribeños, al que se añadieron cinco gobiernos de izquierda sudamericanos a instancias de Brasil, y luego sumó el apoyo de otras naciones de la región como Ecuador, Costa Rica y República Dominicana.
Cuando en algunos medios surgieron versiones de que Ramdin estaba alineado con China, el propio gobierno de EE.UU. se encargó de enterrarlas. Finalmente, fue electo por aclamación en un encuentro del Consejo Permanente de la OEA en Washington.
Lo que sigue es una síntesis del diálogo telefónico con este diplomático de 67 años, que ya ejerció como secretario general adjunto de la organización entre 2005 y 2015.
Asumirá el cargo en medio de grandes desafíos, ¿cuál será su prioridad y sus principales objetivos?
Sí, vivimos tiempos difíciles e interesantes. Tenemos relaciones internacionales cambiantes dentro del hemisferio. Es importante ver el valor del multilateralismo, de la colaboración entre estados. La mayoría de los problemas en nuestro hemisferio son transfronterizos. Tenemos que trabajar unos con otros para encontrar soluciones.
Tenemos que hacer que la OEA sea más relevante, devolverle la estatura que tiene como socio e intermediario de confianza en términos de conflictos.

La OEA está haciendo muchas cosas buenas; no se ha comunicado con tanta eficacia e intentaremos mejorar eso.
Tenemos problemas que abordar en varios países del hemisferio. En Haití hay una crisis de seguridad, a nivel humanitario, pero también de gobernanza y de pandillas.
Tenemos cuestiones críticas que abordar como el cambio climático, la migración y la seguridad. Mi enfoque es, primero, fomentar el diálogo.
¿Cómo se define ideológicamente y como diplomático?
Yo sirvo a los miembros de la OEA. Así que no seré el centro en estos asuntos. Facilitaré, seré claro en mis opiniones, pero en última instancia hay que reconocer que los Estados miembro decidirán. Es lo que tiene que hacer el secretario general. Mis opiniones personales no son relevantes. Me informan y a partir de ahí asesoraré.
Soy una persona muy pragmática, en el sentido de encontrar soluciones. No podemos seguir hablando del problema. Se repiten demasiadas declaraciones sobre lo mismo, pero no veo progreso. Quiero ver progreso, problemas resueltos.
No me interesa incluir en la agenda cosas que no nos ayudarán a avanzar; tenemos que incluir cosas que nos unan.
Por lo que dice, parece que su forma de actuar será más parecida a la de secretarios generales del pasado que buscaban ser imparciales, que a la forma en que Luis Almagro actuó, por ejemplo enfrentándose directamente a gobiernos como los de Cuba, Nicaragua, Venezuela, a los que considera dictaduras. ¿Es así?
Luis Almagro es un buen amigo mío y estoy seguro de que hizo, desde su perspectiva, lo mejor que pensó que había que hacer. Yo tengo un enfoque diferente.
Trabajé con (los exsecretarios generales) José Miguel Insulza, de Chile, y con César Gaviria, de Colombia, y he aprendido que la mejor manera de obtener resultados es no involucrarse ni formar parte del conflicto, sino ser un intermediario honesto. Y eso significa que no tomas partido, sino que encuentras la manera de conectar a las partes en conflicto hacia una solución.
Ese es el trabajo y el papel que debe desempeñar el secretario general. Nadie se beneficia de los conflictos.
¿Para usted los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela son dictaduras o no?
Comprenderá que no me voy a expresar al respecto. Ese es todo un debate que se puede tener y al final nadie estará de acuerdo todavía en las caracterizaciones. Para mí no es necesario, y no me corresponde decidir cómo se caracterizan.
La promoción de la democracia representativa es uno de los principales objetivos de la OEA. ¿Cómo se puede lograr esto sin distinguir qué países tienen gobiernos democráticos o autoritarios?
Se puede tener una opinión; no es necesario expresarla. Y la sencilla razón es que tienes que ser un intermediario honesto, más allá de cuáles sean tus opiniones. Creo que es posible ser aún más eficaz en ese papel si no haces esas cosas.

Fundamentalmente, lo único que quieren los pueblos de las Américas es una vida pacífica y próspera. Intentemos darles eso.
Tenemos que ser capaces de encontrarnos en nuestra diversidad. Mi enfoque es bastante diferente para intentar encontrar soluciones. A veces hay que tragar, mover la cabeza, pero siempre con la intención de contribuir a una resolución.
En los últimos años, los gobiernos de Nicaragua y Venezuela emprendieron el proceso de abandonar la OEA. ¿Prevé hacer algo para que vuelvan a formar parte de la organización?
En primer lugar, depende de los propios países. No podemos obligar a los países a convertirse en miembros.
Creo en general que todos los países deberían formar parte de la OEA. Ese es el objetivo. Pero no es algo que yo pueda iniciar, a menos que los países quieran.
Pero, ¿cree que si estos países solicitan volver a la OEA habría que pedirles ciertas cosas, cambios internos quizás sobre reglas democráticas, derechos humanos, etcétera?
La OEA tiene una determinada finalidad y objetivos. Para poder volver, tienes que comprometerte con esos objetivos muy claros: democracia, defensa de los derechos humanos, un sistema judicial independiente y fuerte, un sistema de buen gobierno, programas electorales tratados de forma adecuada.
También tenemos que mantener ese debate con esos Estados miembro. Y dependerá. No es una cuestión que decida el secretario general. La discusión será entre los Estados miembro con respecto a calificar a un país para ser excluido o incluido.
Hablando de democracia, ¿cómo ve lo que ocurre en EE.UU. bajo el gobierno de Donald Trump?
Tengo muy poco que decir al respecto, salvo que el presidente de EE.UU. fue elegido democráticamente y está ejecutando su política, a su manera, quizás algo poco ortodoxa.
Normalmente la OEA no se inmiscuye en asuntos domésticos y quiero que eso se mantenga.
No veo la necesidad de comentar específicamente las políticas que un gobierno soberano está ejecutando.
Mencionó que el presidente Trump fue electo democráticamente, lo cual es un hecho. Pero distintos expertos advierten sobre un riesgo de autoritarismo de Trump en EE.UU. ¿Es eso también un hecho para usted?
Ya dije que no estoy en el juego de poner etiquetas a ningún gobierno.
No tengo por costumbre decir nada sobre la situación interna de los países. No creo que sea útil. Esa puede ser una discusión entre personas. Pero al desempeñar mi papel en la OEA debo mantenerme aparte de esas denominaciones.
Lo que ocurre en EE.UU. no sólo tiene repercusiones domésticas, como dijo, sino en el hemisferio en general. Hace apenas unos días, el presidente Trump ordenó la deportación de más de 200 venezolanos en EE.UU. a El Salvador, utilizando una vieja ley de 1798 a pesar de una orden judicial que se lo prohibía. ¿Ve esto como algo normal o preocupante?
Por supuesto, hacemos un seguimiento de estos acontecimientos. Una de las cosas que tenemos que hacer es evaluar el impacto de las nuevas políticas de EE.UU. en el hemisferio y qué tipo de consecuencias tienen. En cuanto a las deportaciones, hay ciertas normas que aplican a este tema, y depende de los Estados miembro debatirlo en la OEA; es una decisión y propuesta a ser hecha por ellos.
Pero hay que reconocer que esas discusiones también pueden producirse en las relaciones bilaterales. Algunos países aún no están preparados, pero sabemos que si los ciudadanos de un país son ilegales en otro, el país de acogida tiene derecho a devolverlos.

Prefiero que esto se haga de una manera más consultada, que los países sean informados a tiempo, para que puedan prepararse. Los países pequeños del Caribe tienen ese problema, y posiblemente Centroamérica también.
Pero esto no está sobre la mesa de la OEA en este momento.
El presidente Trump también ha hablado de tomar control del Canal de Panamá o de convertir a Canadá en el Estado número 51 de EE.UU. ¿Para usted estas son meras palabras o amenazas serias a la soberanía de esos países?
No me corresponde juzgar si son sólo palabras o intenciones claras. Se trata en muchos casos, en primer lugar, de una cuestión bilateral entre países. Pueden debatirse en una plataforma multilateral más amplia si así lo desean.
EE.UU. es el principal contribuyente financiero de la OEA. ¿Le preocupan los recortes presupuestarios que el gobierno de Trump está realizando y que quizás puedan afectar a fondos para la OEA y comprometer su funcionamiento?
Me decepcionaría que un país determinara que no ve valor en las acciones y los objetivos de la OEA y, por eso, redujera su contribución al presupuesto. No hablo de ningún país en concreto, pero lamentaría que cualquier país lo hiciera.
La organización tiene un propósito. Tendremos que continuar. Eso significaría que la administración de la OEA, el secretario general y su equipo, tendrán que buscar recursos alternativos. Ya hemos estado pensando en eso.
Segundo, tendremos que hablar con el país que esté reduciendo la financiación de la OEA, para aclarar el papel de la OEA y su beneficio también para sus propios objetivos de política exterior, derechos humanos y seguridad.
Si mantenemos esa discusión, esperamos que los países comprendan que la OEA también sirve a sus intereses y, en ese caso, quizá no decidan recortar los presupuestos. Tenemos que demostrar el valor de la OEA y hacer que la OEA sea eficiente y cumpla mejor lo que quieren los Estados miembro. Esas son mis prioridades.
¿Dadas las limitaciones presupuestarias, la OEA debería reconsiderar o limitar de alguna manera sus áreas de actuación?
Si los presupuestos se recortan de tal manera que no podamos mantener el mismo nivel de ejecución de proyectos, por supuesto que ciertas áreas se verán afectadas.
Queremos explicar a los países que si se hace eso mermará nuestra capacidad de apoyar sus intereses en términos de seguridad, democracia, defensa de los derechos humanos, procesos electorales, que no es una buena idea recortar presupuestos, y espero que haya un entendimiento.
Mencionó la crisis de Haití entre sus prioridades. ¿Trae alguna idea para mejorar la situación del país y darle paz?
La OEA no tiene un gran presupuesto. No somos una agencia de desarrollo, no tenemos cientos de millones de dólares para prestar asistencia, ni una fuerza de seguridad. Podemos proporcionar experiencia en ciertas áreas: seguridad, asistencia en sistemas electorales, diálogo político.
Pero una de las cosas más importantes, donde la OEA puede desempeñar un papel, es movilizar y coordinar la ayuda que todos proporcionamos en el hemisferio a Haití, y espero que también fondos para mejorar su situación.
Tenemos que trabajar con los actores haitianos. Hay que ocuparse del ambiente de seguridad, la ayuda humanitaria, el diálogo político orientado al consenso y trabajar para celebrar elecciones generales libres y justas en Haití, para tener un gobierno legítimo.
Antes de su elección como secretario general de la OEA, algunos medios sugirieron que usted era un aliado de China. Y Washington respondió diciendo que era un candidato pro estadounidense. ¿Cómo tomó todo esto?
Sólo puedo reírme de eso, porque quienes han seguido este proceso saben que Surinam tiene una política exterior muy equilibrada. Nuestros socios vienen de todo el mundo. Somos un país con una política exterior basada en normas y valores morales respaldados internacionalmente, que tienen que ver con la democracia, la defensa de los derechos humanos, la gobernanza democrática, el Estado de derecho y la lucha contra la corrupción.
Otro objetivo es que nuestra política exterior se base primero en el interés nacional de Surinam. Nos hemos recuperado de un periodo de aislamiento para convertirnos en un miembro respetado de la comunidad internacional.
Restablecimos relaciones con EE.UU. que antes estaban algo tensas, con Europa, con los Países Bajos, y hemos seguido colaborando con los países que tienen un legado en Surinam: la República Popular China, Indonesia e India. Así que nuestra política exterior es muy predecible y respetada en todas partes.
Esa asociación de Surinam con China era ridícula. No me sorprende que EE.UU. la respondiera, porque muchos podían ver que no era correcta. Lo dejo ahí: se hicieron las correcciones oportunas.
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